( 🌓 ) the guy of my dreams

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Nota mental: no volver a dormir siestas

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Nota mental: no volver a dormir siestas.

El sudor se coló por mi espalda en el momento que me levante de la bolsa de dormir con mis manos hechas puños en esta. Este sueño en especial se me hizo muy realista para mi gusto.

Volví a soñar con lo mismo. Con él. Esta vez me atreví a hablarle, pero algo paso que hizo que me despertara asustada. Una voz que no era mia ni de él, hizo que me despertara.

Esos ojos verdes que lo único que hacían era generarme dudas por el día, sabía que provenían de un chico que aparentaba mi edad, su cabello era negro y tenia muchas cicatrices en su cuerpo como para ser un niño normal y corriente. Pero lo que mas duda me generaba era que nunca en mi vida lo había visto en algún lugar. Solo en mis sueños.

Pero bueno, no solo me había despierto por el susto del sueño, sino que un grito a lo lejos me llamo la atención, alguien estaba gritando mi nombre.

Ahí fue cuando me di cuenta de que solo tenia una misión que cumplir e hice todo lo contrario.

—¿¡Que te dije de irte sola!? —me grito (para nada sutil) Artemisa, cuando me llevo hasta su carpa para tener mas "privacidad".

No se para que espero a que estemos solas para decirme aquello, porque por la magnitud del grito la escucharon todas las personas que estaban a menos de 250 kilómetros a la redonda. Entre aquellas personas estaban mis compañeras, las cazadoras.

—Que no lo haga —le conteste en un susurro mirando a cualquier lugar menos a ella. Si la miraba a ella sabia que este problema podía llegar a ser peor.

—¿Y por que lo hiciste?

—Solo estaba acatando ordenes.

—¿Que ordenes?

—Las que les diste a las demás —le conteste harta de esto.

Alce mi mirada y fue justo en el momento que la suya se suavizaba un poco ante mi. Yo era su debilidad, junto con Zoë.

—Dije específicamente que solo ellas tenían que hacer aquella misión, no tu —me dijo con frialdad. Luego tomo una bocanada de aire para relajarse un poco—. Alexandra, te dije que estabas en peligro y no...

—Y que no me vaya sola por ahí —termine la frase por ella—. Lo que mi padre dijo en aquella profecía hace años no me asusta y mucho menos me importa.

Era la realidad. Mi padre. Apolo, el dios de la profecía, hacia unos años le dijo algo a su hermana una profecía que hizo que no me dejara en paz desde aquel momento. Una profecía la cual yo no sabia de su existencia, una la cual nunca se atrevieron a decírmela por miedo a lo que hiciera si me enteraba de mi futuro.

—Prométeme que me vas a hacer caso a partir de ahora, Alexandra.

Tarde unos segundos en responderle, no podía mentirle a la única persona que le importe en toda mi miserable vida.

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