( 🌓 ) the wild

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Bueno, para ser honestos, estábamos muy tranquilos en esta misión como para que no pasara nada

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Bueno, para ser honestos, estábamos muy tranquilos en esta misión como para que no pasara nada.

Habíamos llegado ya al extremo del pueblo cuando aparecieron los dos primeros guerreros-esqueleto. Surgieron de los árboles que había a ambos lados del camino. En lugar del traje gris de camuflaje, ahora llevaban el uniforme azul de la policía estatal de Nuevo México, pero seguían teniendo piel gris transparente y ojos amarillos.

Desenfundaron sus pistolas. Reconozco que yo había pensado más de una vez que sería genial aprender a manejar una pistola, pero cambié de opinión en cuanto los guerreros-esqueleto nos apuntaron con las suyas. Ademas de que mi arco con flechas era diez veces mejor.

Thalia le dio unos golpecitos a su pulsera. La Égida se desplegó en espiral en su brazo, pero los guerreros no se arredraron. Sus relucientes ojos amarillos me taladraban.

Percy saco su lapicera-espada, aunque no sabía de que serviría contra las pistolas de las bestias.

Zoë, Bianca y yo sacamos nuestros arcos ya cargados de flechas. Aunque Bianca estaba teniendo un poco de dificultades, Grover que estaba semi desmayado todavía estaba apoyando todo su peso en ella. La ayude finalmente.

—Retrocedan —nos dijo Thalia.

Los hicimos, pero nos dimos la vuelta al escuchar ramas rompiéndose detrás de nosotros. Eran dos guerreros-esqueleto mas.

Intuía que faltaban mas, pero no aparecían. Deje de pensar en eso cuando uno de ellos se acerco un teléfono a la boca y comunico algo. No hablaba, emitía un chirrido. Y comprendí. Se habían dispersado para buscarnos y ahora estaba llamando para avisar que estábamos con ellos. Pronto tendríamos a todos contra nosotros seis.

—Esta cerca —murmuró Grover a mi lado.

—Están aquí —le dijo Percy.

—No —insistió él—. El regalo del Salvaje.

No entendía a qué se refería, pero me preocupaba su estado. No estaba en condiciones de caminar, mucho menos de luchar.

—Debemos combatir uno contra uno —dijo Thalia—. Cinco contra cinco. Quizás así dejen en paz a Grover.

—De acuerdo —dijimos Zoë y yo al mismo tiempo.

—¡El Salvaje! —me medio grito Grover en el oído. Casi lo tiro al piso.

Un viento cálido sopló por todo el cañón, sacudiendo los árboles, pero yo mantuve los ojos fijos en aquellos pavorosos esqueletos. Percy los miraba con odio puro y yo sabía a que llevaría eso.

Cargo contra ellos.

Antes de que pudiéramos hacer algo. El primer guerrero-esqueleto disparó. Desvío con la hoja de su espada y siguió adelante.

Mientras el esqueleto sacaba una porra, él le rebano los brazos por el hombro. Luego le lanzo un mandoble a la cintura y lo partió en dos.

Sus huesos se desmoronaron con estrépito en el asfalto. Pero casi de inmediato, empezaron a reunirse y ensamblarse de nuevo. El segundo esqueleto soltó un chirrido con sus dientes y le apuntó, pero le asestó un buen golpe en la mano y su pistola rodó por la nieve.

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