( 🌓 extra ) dreams

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Estábamos a solo dos días de que sea año nuevo

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Estábamos a solo dos días de que sea año nuevo. Aunque para mi seria un día como cualquiera, los Jacksons estaban muy entusiasmados por pasar un año mas con vida. Podía llegar a entender su emoción.

Percy estuvo condenado a la muerte desde que llego al campamento con solo doce año y sin saber nada del mundo de los dioses o de los semidioses o para ser mas exacta, no sabia nada de nada. Mientras que Sally vivía con el corazón en la garganta cada vez que su hijo se iba a una misión casi suicida para un niño como el y sus amigos.

Así que podía llegar a entender porque era que ellos dos estaban tan felices por poder celebrar aquel día juntos y en familia. Solo ellos dos. Y yo de intrusa.

Me encontraba en mi habitación mirando la ventana como ya era una costumbre para mi.

—No sabes lo feliz que seria si estuvieras a mi lado ahora, Zoë —murmure con un nudo en la garganta mirando a las estrellas—. Te necesito mas que nunca.

Me gire para dejar de mirar hacia la ventana. Me tape con todas las sabanas que me había dado Sally por el frío que yo pasaba por las noches. No estaba acostumbrada a estar así de friolenta, pero se ve que al quedarme sin el aura de una cazadora ahora podía sentir el frío y demás cosas como una persona normal. Abrace una almohada, lo único que hacia mi cabeza era pensar que era mi mejor amiga, pero no, ella ya no estaría conmigo. Y poco a poco me fui quedando en los brazos de Morfeo.

Me desperté.

Pero no me desperté en mi habitación, ni en el departamento de los Jacksons, ni en la ciudad.

Estaba en una montaña.

Una montaña que daba a la ciudad.

Gire para observar todo y lo único que encontraba era vida silvestre. Árboles, arbustos, pasto, flores y animalillos de la naturaleza. A lo lejos podía llegar a escuchar lobos. Pero no eran cualquiera. Eran las lobas de Artemisa, ella estaba cerca con las cazadoras. Mi primer instinto era ir a la busca de ellas, pero algo mas me llamo la atención. Las dos personas que estaban frente a mí observando el cielo estrellado de aquella noche de verano.

No estábamos en invierno, no estábamos en diciembre, estábamos en pleno verano, en julio. Esto era un sueño del cual quería despertar ya. No me gustaban para nada los sueños. A ningún semidiós nos gustaban.

Me disponía a irme de allí para no escuchar conversaciones que me podrían perjudicar mi pasado. Pero no pude. Pude reconocer a aquellas personas.

Él.

Un hombre de unos veinte años con el cabello totalmente rubio, uno color muy similar al sol. Tenia un bronceado que podia hacer envidiar a cualquiera, era mucho mas alto que la chica, pero sin duda su porte no podía llegar intimidarla. Llevaba un quitón, aquella tela rectangular que llevaban los dioses como ropa, y un carcaj con flechas doradas en la espalda.

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