iv. insignificante

1.5K 199 36
                                    

─Ahí está.

Ambos agentes se detuvieron unos segundos, inspeccionando el lugar. Daba la sensación de ser especificamente una granja; podían ver y oír animales como chanchos, vacas, gallinas, y las casetas ya daban la pinta de ser una de por sí. Y a unos metros, se encontraba el molino donde debían de guiarse hasta el lago.

Debilmente escucharon la voz de una mujer, exclamando: «Id a atrapadlos», indicando que no estaban solos.

Caminaron entre la granja, las gallinas al sentirlos cerca de ellas salían despavoradas, cada tanto dejando un huevo sin nada de protección.

Visualizaron a la mujer y Leon decidió acercarse de cuclillas, sacando su cuchillo para luego clavarselo en el cuello, tapando su boca para que no pudiera advertirle a segundos. Leon se alejó unos segundos para saber si la puerta trasera de un granero se encontraba abierta, mientras que Ella se quedaba a vigilar. Esa mujer no podía ser la única en ese sitio.

─No abre ─informó Leon una vez que volvió, Ella simplemente asintió con la cabeza y siguieron andando.

Una vez que se deshicieron de un aldeano, decidieron adentrarse finalmente al molino. Cerca de ahí había un puente, pero la entrada se encontraba cerrada y algo les decía que en ese molino estaba la respuesta.

Ni bien entraron, Ella se detuvo brutalmente, bajando la mirada confusa ante su detensión, encontrando con el brazo de su compañero.

─¿Puedes sacar tu brazo de enfrente, por favor? ─preguntó lo más formal posible. No sería muy elegante de su parte sacarle el brazo bruscamente al sentir cómo su cuerpo se tensaba ante el toque de un desconocido.

¿Anti-contacto físico? No, para nada.
¿Anti-contacto físico con desconocidos, e incluso conocidos? Absolutamente.

─Disculpe, señorita anti ─Leon alzó los brazos bromeando y Ella sólo lo miró con seriedad─. ¿Escucha eso? Deben de haber colocado explosivos. Si hay trampas para osos, hay mucho más.

─Oh, ¿en serio? Gracias por informarme de algo que ya sabía ─Ella respondió sarcasticamente y caminó unos metros, deteniendose lentamente junto al explosivo y desativandolo, para luego mirar a Leon sobre su hombro, haciendo un gesto con su mano─. Después de usted, señor sabelotodo.

Leon soltó una risa ahogada─. Qué caballerosa.

─Lo sé, las chicas mueren por mí ─Ella le guiñó un ojo y se alejó, meneandose majestuosamente como solía hacerlo, dejando a un Leon demasiado fuera de sí.

Leon quedó estático unos cuantos segundos, asimilándolo. ¿Había escuchado mal? No, pero debía de admitir que tenía razón. Cualquiera le gustaría esa mujer con solo verla, sin importar si su actitud o personalidad te desquite. Ella era una mujer digna de un buen retrato de arte.

Leon volvió al mundo, dando unos pasos hasta darse cuenta de que Ella ya no estaba a la vista. Se dió cuenta de una escalera dando al piso superior, tal vez Ella ya estaba arriba. Y así fue, la vió frente a una palanca.

─Debemos buscar un engranaje ─informó Ella al escuchar sus pasos.

Leon soltó un suspiro exasperante─. Tenemos que arreglarlo todo nosotros.

─¿El agente profesional ya está cansado? ─Ella bromeó, mirando hacía un costado y acercandose a una pared derrumbada notando que conectaba con el granero─. Vayamos por aquí.

─Creeme, un buen descanso de mínimo un año me haría bien. No pido mucho ─dijo con sarcasmo, siguiendola por su lado y mirandola de reojo, notando su delicado y bien tallado perfíl.

¿Hay algo malo en esta mujer?

Abrieron una ventana, cuidadosamente la saltaron al fijarme que en el lugar se encontraba una mujer trabajando sin notar de sus presencias, y Leon aprovechó para apuñalarla con rápidez y sin tener que ir a las fuerzas. Pero al parecer eso no fue suficiente, pues se empezaron a oír las voces de más aldeanos y golpeteos.

De pronto Ella y Leon se quedaron quietos, su mirada fija en la entrada delantera del granero. Un tenso ambiente se situó a su alrededor, ambos con las cejas fruncidas miraban como la puerta era golpeada, en cada golpe siendo otro trozo de madera separandose.

─¿Qué mierda? ─murmuró Leon, confundido.

Sin embargo, la puerta fue destrozada completamente respondiendo sus dudas. Un aldeano, creen, enorme, más que los otros aldeanos y que Leon, con un martillo de tamaño grande y una máscara de toro tapandole toda la cabeza.

─Maldita sea ─maldijo Leon y sacó su pistola al igual que Ella, ambos colocandose en posición.

─Obviamente debía de haber otros enemigos, sino sería aburrido ─dijo Ella entredientes, ambos miraron como el del martillo subía las escaleras─. ¡Deberemos separarnos, no es el único!

─¡¿Estás-?! ─no pudo ni terminar su pregunta que Ella ya había saltado por la misma ventana, seguramente yendo a matar desde una altura considerable a los aldeanos que seguían afuera. Leon suelta un pesado suspiro, volviendo a mirar al aldeano, decidiendo sacar la escopeta─. Desde ya siento los paros cardiácos que me dará esta mujer.

Pasaron unos cuantos minutos, ni siquiera Leon que tuvo sólo a uno la tuvo fácil. Ella se tomó unos minutos disparandoles a los aldeanos desde lejos, donde ningún objeto que le tiraban llegaba a lastimarla, ni tampoco que alguno la tomara con la guardia baja por la espalda. Hasta que tuvo que bajar cuando los aldeanos se dieron cuenta de la desventaja. Por lo menos no eran tan estúpidos.

Ella entró al granero por la principal, mirando el cuerpo nepto del aldeano y a Leon haciendo el amago de salir, pero al ver a Ella se detuvo mirandola de arriba a abajo.

─¿Se te perdió algo? ─Ella preguntó, alzando una ceja.

─Sí, pero ya lo encontré ─dijo coquetamente, Ella soltó una risa silenciosa y pasó a un lado de él, acercandose a una mesa donde agarró lo que estaban buscando.

─Aquí está. Volvamos y vayamos a ese lago.

─¿Así reaccionas ante un coqueteo? ─Leon sacudió los brazos como diciendo "¿en serio?".

Ella lo miró unos segundos, hasta que caminó hacía la escalera y empezó a subirla. Leon negó con la cabeza y subió después de ella.

─Dejeme decirle algo, agente Kennedy ─el mencionado escuchó atentamente, ambos saltando la ventana─. Primero que nada, el coqueteo de desconocidos son muy insignificantes para mí. Y, por si se le olvidó, estamos trabajando, no en una cita. Y dejeme decirle que no se ilusione ─lo miró sobre su hombro, Leon miró aquellos ojos azules, casi iguales a los suyos─, luego de esta misión, ambos tomaremos nuestros propios caminos. Y lo sabe.

Ella advirtió, pero Leon no aprendió.

¹BEAUTIFUL LIAR, leon kennedyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora