9. Mount Everest.

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9. Mount Everest. 

Durante la siguiente semana, Kim llegaba temprano a casa, besaba en la boca a Ché, se reían de algo juntos, o cuando Ché no estaba, iba por él al hospital, iban a comer algo y luego a casa. Ahora si se podía decir con seguridad que estaban actuando como una pareja aunque el termino era indefinido todavía, pero eso pasó a segundo plano después de los besos, el sexo a toda hora y en todo momento, y claro, adoptar un nuevo gato que le pusieron por nombre Black, porque era todo negro con ojos increíblemente verdes, cuando Kim lo vio en el albergue ya no pudo dejarlo allí y Ché solo asintió, fascinado, ese minino se convirtió en el nuevo amor de Kim.

Black y Agata se llevaron muy bien al instante.

Ché poco a poco se mudó a la habitación de Kim por supuesto, empezó con su cepillo de dientes en el cuarto de baño, luego mudó su ropa, luego mudo productos de belleza que acapararon una repisa de mármol en el baño, y en fin, una semana después, esa habitación era de ambos y Kim nunca puso "peros" ni problemas, todo lo contrario. Así que sí, ambos estaban en la misma situación y sintonía.

No era sencillo, era una relación nueva y estaban en un idilio de cariño y pasión, Ché sentía que se ahogaba en el mar de intensidad que crecía con creces cada día que pasaba con respecto a su relación con Kim, y le gustaba, porque lo consumía de una forma apasionada, era... delicioso.

Ché sabía que una relación no era sencillo, era un trabajo constante de crecimiento, sobretodo con los... "sucesos" de Kim, pero estaba preparado porque lo había dicho una vez: Kim valía toda la pena, porque un sentimiento así de intenso no iba a sentirlo de nuevo por alguien más, no había sucedido antes, solo con Kim e iba a protegerlo, iba a luchar por él, porque Ché no huía, Ché enfrentaba los problemas y los solucionaba, o lo intentaba con todo lo que podía. Kim parecía estar en la misma sintonía.

Ambos estaban dispuestos.

– Iré a la casa de mis hermanos – anunció Kim parqueando el Bugatti en frente del hospital – Quizá llegue un poco tarde, mi padre tiene algo que decirnos.

Ché se encogió de hombros mirándose en el espejo de su cartera de maquillaje, realmente eran productos básicos como crema hidratante, protector solar y un bálsamo para labios, nada más, a y un peine para el cabello.

– Está bien, solo ten cuidado – le dijo, girando hacia él con una sonrisa.

– ¿Si sabes que me pone un poquito celoso que vengas tan guapo a trabajar? – Kim hizo un ligero mohín

Ché puso los ojos en blanco sin perder la sonrisa que se ensanchó.

– Cuando vuelvas a casa te daré mejores motivos para estar celoso – ronroneó Ché inclinándose hacia adelante –

Kim sonrió inclinándose también para aceptar el beso de Ché, se besaron durante unos buenos minutos sintiéndose ambos la necesidad de enviar todo a la mierda, conducir a casa y coger como conejos, pero no, ambos tenían responsabilidades, así que se separan, Kim gimió derrotado. Quizá la abstinencia de Ché era más difícil que la abstinencia de las drogas. Ese pensamiento casi lo hizo reír.

– Te quiero – fue Ché quien lo dijo, porque ya se lo había dicho varias veces durante la semana, y Kim le había dicho lo mismo, y el corazón de Ché se llenaba poco a poco de las cursilerías y el amor, porque era amor, uno bonito que sentía volar por su estómago, eran esas mariposas que creyó no volver a sentir por nadie, y allí estaba, sintiéndolas por un mafioso. La vida y sus vueltas.

– Y yo a ti – contestó Kim pellizcándole dulcemente el pómulo – Si no entras ahora al hospital, daré la vuelta y no me hago responsable de lo que pueda sucederte.

Why'd you only call me when you're high? - KIMCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora