I.

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El funeral fue un puto infierno, y al llegar a casa nada mejoró

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El funeral fue un puto infierno, y al llegar a casa nada mejoró. Siempre pensé que llevaría mejor aquel proceso, que el ver cómo el cáncer acababa poco a poco con Fynn conseguiría que me hiciese a la idea de que llegaría un momento en el que tendría que acostumbrarme a no tenerle a mi lado.

Pero no fue así.

Dolía. Me dolía en el pecho; tanto que incluso a veces me costaba respirar y mantener la compostura. Bajaba la mirada, intentando no hacer contacto visual con nadie, y mucho menos con Lexie, que estaba a mi lado, con la mirada perdida en el frente, como si su alma no estuviese dentro de su cuerpo.

Sus ojos azules no reflejaban vida; era como si no hubiese ningún sentimiento en ella. Y eso era lo que más me dolía. Había intentado prepararme para cualquier tipo de reacción: rabia, tristeza, impotencia... Pero nada me había preparado para ver su impasividad.

Dolía todavía más al recordar cómo solía ser antes de que Fynn empezase a enfermar. Lexie era muy pequeña cuando sus padres perdieron la vida, tanto que ni se acordaba. Pero con su hermano... con él era diferente. Él siempre había sido el que había luchado por ella, el que la había mantenido a flote cuando pensaba que ya se hundía.

Y, de repente, se había quedado sola.

Me mordí el labio cuando entramos en el ascensor de casa, los dos en silencio: yo porque no sabía qué decir, y ella... bueno, supongo que porque sobraban las palabras. Ni siquiera se inmutó cuando le indiqué cuál sería su habitación. Simplemente entró en ella, dejándome completamente desolado en el salón de casa.

Todavía podía recordar las palabras de Fynn pocos días antes de sucumbir a la enfermedad. "Prométeme que la cuidarás cuando yo ya no esté aquí. Lexie va a necesitar mucha ayuda para salir adelante, Max. Sé que tú la ayudarás." Y, ¿cómo no iba a hacerlo cuando era la última voluntad de mi mejor amigo?

Ese día, el primer día de Lex en casa, esperé horas y horas a que saliese de su cuarto. Pero jamás lo hizo. Llegó la noche, y yo empecé a preocuparme. Era prácticamente imposible que hubiese pasado un día entero en aquella habitación, mirando al techo, sin hacer nada. Y comencé a pensar en todas las posibilidades. ¿Y si había pensado que no merecía la pena seguir adelante? ¿Y si había cometido alguna locura?

No pude soportarlo más y, a pesar de haber estado controlándome para dejarle su espacio, decidí que ya era suficiente. Sentía que me moría por dentro, sentado en el sofá, esperando a que ella diese señales de vida.

Así que, después de mucho pensar, me levanté y anduve hasta su habitación. Suspiré profundamente, pensando en qué debía decir exactamente para no hacerle daño. Aquello era lo último que quería. Pero, ¿qué se suponía que debía decir? ¿Había algo que no fuese a hacerle daño?

Sacudí la cabeza, intentando apartar cualquier pensamiento negativo y preparándome para enfrentarme a lo que fuese que encontraría allí dentro. Jamás estaría preparado para enfrentarme a Lexie en aquellos instantes.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora