XXII.

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Me miré en el espejo del rellano, asegurándome de que estaba bien peinado

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Me miré en el espejo del rellano, asegurándome de que estaba bien peinado. La vestimenta era la de siempre: unos vaqueros y una camiseta blanca sin más. Pero entre mis manos sostenía un ramo de rosas rojas; uno enorme que había comprado especialmente para Lexie. Hacía dos días que se había ido de casa y tenía la sensación de que mi hogar estaba más vacío que nunca.

Así que esa mañana de sábado decidí que lo mejor era ir a comprar unas rosas y presentarme en casa de Charles a pedirle perdón a Lexie por haberme comportado como un auténtico capullo. Porque la realidad era esa: había sido un imbécil al que le habían dado igual los sentimientos de Lex.

Había reflexionado tanto aquellas noches, pasándolas completamente en vela, dando vueltas en la cama mientras me culpaba una y otra vez por lo que había hecho. Y la única conclusión a la que había llegado era que debía pedirle perdón cuanto antes. Lexie era la única persona de la que me había enamorado de verdad, y después de tanto tiempo sufriendo por ella, me negaba a dejarla ir sin luchar.

En cuanto presioné el timbre del apartamento de Charles, sentí que mi corazón bombeaba cada vez con más fuerza. Recé para que fuese el monegasco el que abriese la puerta, porque estaba prácticamente seguro de que si lo hacía Lexie, me la cerraría en las narices.

Y, después de unos segundos, la puerta se abrió y Charles apareció al otro lado de ella. Parecía serio, tanto que por un instante me asusté. Él siempre había sido una persona alegre y optimista.

-Dime que está en casa, por favor -dije ya con el corazón en un puño, apretando entre mis manos el ramo de rosas.

-Está en el baño -confirmó, haciendo que me relajase. -Pasa; tengo que hablar contigo de algo muy serio.

-¿Qué coño pasa? -pregunté ya acojonado por la seriedad de Charles.

-Lexie tiene un problema -susurró cuando llegamos a la cocina. Teníamos que tener cuidado si no queríamos que ella nos escuchase, teniendo en cuenta que el apartamento era un loft, prácticamente sin paredes de por medio. -Y es un problema grave.

-Me estás acojonando, Charlie -advertí dejando el ramo sobre la isla de la cocina.

-No come -dijo directamente, echando un vistazo al pasillo, asegurándose de que Lexie seguía en el cuarto de baño.

-Ya lo sé. Le está costando recuperarse de lo de Fynn, pero poco a poco...

-No me estás entendiendo, Max -insistió Charles, que parecía más preocupado de lo normal. -Tiene un problema muy serio con la comida. Tuve que obligarla a desayunar porque pretendía irse al ensayo sin comer nada.

-Charles, tenemos que entender que es muy jodido para ella...

-Max, ¿sabes cuántas horas al día entrena Lexie? Cinco. Cinco putas horas bailando, consumiendo energía que no tiene porque no mete nada de comida en el puto estómago. Esto es grave.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora