XXXIV.

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Día de Fin de Año

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Día de Fin de Año

Me miré una vez más en el espejo del cuarto de baño. Me puse de perfil, fijándome en su aquel vestido ajustado que había comprado dejaba entrever lo que en mi barriga se escondía. Suspiré profundamente pensando que me estaba volviendo loca. ¿Cómo iba a notarse si estaría embarazada de apenas un mes?

Estaba entrando en pánico. En realidad, llevaba así una semana. Había sido incapaz de contárselo a Max. Cada vez que lo intentaba, me temblaban las piernas y el mundo comenzaba a dar vueltas a mi alrededor. Tenía miedo a cómo reaccionaría; a si querría tenerlo, a si me diría que abortase. Tenía miedo a que se lo tomase demasiado bien o demasiado mal. Tenía miedo.

Suspiré una vez más, apartando la mirada del espejo. Tenía que prepararme para aquella noche. Tenía que disimular; aparentar que todo estaba bien hasta que reuniese el valor suficiente como para hablar con Max.

El pecho me dolía, y era un dolor punzante, de los que te arrancan el oxígeno. Era un dolor en lo más profundo de mi alma, porque era incapaz de ser totalmente sincera con Max por miedo a lo que pudiese pasar.

-¿Estás bien? -la voz del rubio al otro lado de la puerta del baño me hizo reaccionar. -Acaban de llegar todos -anunció en un tono de voz suave.

-Un minuto y salgo. Estoy acabando de maquillarme -respondí lo más tranquila posible a pesar de que sentía mi garganta cerrarse, haciendo casi imposible que pudiese hablar.

Sabía muy bien a qué se refería Max con la palabra "todos": su familia, la de Charles, algunos amigos... Aquella noche la pasaríamos todos juntos, a pesar de que yo quería encerrarme en una habitación y no volver a salir nunca más.

Intenté tranquilizarme, respirar de forma pausada antes de salir del cuarto de baño. Y, cuando lo hice, allí estaban todos. Sophie, Victoria, Pascale, Charles, Arthur y unos cuantos amigos que Max había invitado. Era la primera fiesta que hacíamos en casa desde que Fynn ya no estaba. Era como si todo estuviese volviendo a la normalidad. Pero, esa noche, yo estaba desubicada.

Me senté en la mesa entre Victoria y Max, intentando que el sentido del humor de ambos me tranquilizase, aunque tenía muy pocas esperanzas. Y, en efecto, mis sospechas se confirmaron. Sería imposible que aquella noche disfrutase de la compañía de aquella gente que nos rodeaba con la intención de celebrar el final de un año que había sido realmente complicado.

Pero la llegada del año nuevo no presagiaba nada mejor.

-Feliz año, liefje -habló Max en mi oído cuando todos gritaron al ver cómo, en el reloj, la aguja llegaba al número doce y, en el exterior, empezaban los fuegos artificiales.

-Feliz año, Max -respondí antes de que mis labios se encontrasen con los suyos de forma dulce y delicada.

Me gustaría decir lo contrario, pero no disfruté el beso, porque había algo amargo en él. Era el miedo, que me mataba por dentro al tan solo imaginar que aquella podía ser la última vez que nuestros labios se encontraban. Y el mero hecho de imaginarlo me mataba.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora