XXIX.

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Me ajusté por enésima vez el maillot negro que había comprado con el dinero que me había dejado Fynn

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Me ajusté por enésima vez el maillot negro que había comprado con el dinero que me había dejado Fynn. Me miré en el espejo de los vestuarios, analizando mi cuerpo de arriba a abajo. Faltaban menos de veinticuatro horas para la función de final de curso; o más bien de etapa, como Max la había renombrado.

Los últimos días con la señorita Dubois habían sido un auténtico infierno. Me había mirado de arriba a abajo nada más volver a los ensayos después de los días de vacaciones. Había analizado mi cuerpo como si se tuviese que pasar una especie de examen para poder entrar a su clase. Y, en realidad, era así. Si ella no te daba su aprobación, podías irte a tu casa. Y después de muchas protestas, pude unirme al grupo.

Estaba más cansada que nunca, entrenando durante horas, cayendo desfallecida sobre el colchón nada más meterme en cama. Me despertaba todas las mañanas sola, pues Max se había encargado de levantarse un rato antes para asegurarse de tener un desayuno completo preparado para los dos. Y he de decir que, gracias a su insistencia, había empezado a comer con más normalidad. Al menos, había dejado de vomitar a escondidas.

-¿Piensa tardar mucho más en salir, señorita Baas? -la voz de Dubois me devolvió a la realidad, haciendo que saliese corriendo de los vestuarios para ir a la sala de ensayos. -Al fin ha decidido bendecirnos con su presencia...

La sonrisa de Julie me recibió y, a juzgar por la manera en la que movía sus pies y sus manos, estaba tan nerviosa como yo. En realidad, todos lo estábamos. En menos de veinticuatro horas, se acababa todo. Se acababa una etapa y empezaba una nueva.

-Espero que no tengan problema en quedarse hasta las nueve de la noche, porque tenemos muchas cosas que mejorar...

-¡Pero eso son seis horas! -protestó Juls, que estaba tan cansada como todos los demás.

-¿Tiene alguna queja, señorita? Porque estoy segura de que habrá personas interesadas en ocupar su lugar si usted no quiere hacer la presentación mañana...

La amenaza de la señorita Dubois hizo que los demás, que pensábamos exactamente lo mismo que Juls, quedásemos en silencio. Todos teníamos miedo a hablar y perder nuestro lugar en la función, aquello por lo que tanto nos habíamos esforzado. Así que, sin protestar más, todos accedimos a aquella larga jornada.

Me gustaría decir que no fue para tanto, que se hizo más llevadero de lo que todos habíamos imaginado en un principio. Pero no fue así. Fue un auténtico infierno. Después de aquellas seis horas apenas sentía los tobillos, casi no era capaz de andar y era como si mi cuerpo pesase más del doble de lo normal.

-¡Joder, Lex! -el grito de Max se extendió por todo el aparcamiento de la universidad. Había venido a recogerme, como cada día de ensayo. -¿Se puede saber qué coño ha pasado? -preguntó pasando su brazo por mi cintura, ayudándome a caminar.

-Era el último ensayo, así que la señorita Dubois nos ha exigido más...

-¿Qué? -exclamó interrumpiéndome. -Esto no es exigir, Lex. ¡Esto es jodido abuso!

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora