II.

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-¿Cómo estás? -pregunté tan pronto como Lexie apareció en la cocina

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-¿Cómo estás? -pregunté tan pronto como Lexie apareció en la cocina.

Levantó la mirada tan pronto como me escuchó, y yo sentí como sus ojos azules me atravesaban hasta el alma. Se había puesto unos vaqueros ajustados, acompañados de una camiseta a rayas blancas y rojas que identifiqué de inmediato. Era de Fynn. Yo mismo se la había regalado el año pasado por su cumpleaños.

-Cansada... No he dormido mucho -confesó en un susurro.

Se sentó frente a la isla de la cocina, allí donde yo había dejado una taza de café para ella. Comenzó a darle vueltas a la cuchara, con la vista clavada en el contenido de la taza.

-Lexie... No hace falta que vayas hoy a la universidad. Si necesitas descansar, quédate en casa.

-Quiero ir -dijo antes de dejarme continuar. -No quiero quedarme en casa.

-Está bien...

¿Me habría gustado llevarle la contraria y decirle que, por su bien, debía tomarse un tiempo? Sí, pero en esos momentos era ella quien debía llevar las riendas de su vida. Yo no era nadie para decirle cómo llevar su duelo, a pesar de que era más que obvio que no estaba preparada para enfrentarse a la realidad.

-Puedo llevarte, si quieres -me ofrecí algo dubitativo. No quería agobiarla hasta el punto de que volviese a encerrarse en la habitación.

Por un momento dudé en si había sido una buena idea ofrecerme a llevarla, pero una pequeña sonrisa se formó en su rostro poco a poco, y mi pecho se fue deshaciendo de aquella maldita presión.

-Vale -susurró antes de dar el primer sorbo a su café.

Esta vez fui yo el que sonrió, un poco más relajado después de su respuesta. No me había quedado del todo tranquilo, y seguramente no lo estaría por mucho tiempo, pero ver a Lexie sonreír ligeramente mejoraba ya mi día.

Pocos minutos después, una vez terminó su café, salimos de casa. Nos subimos al coche y, sonará realmente increíble, pero era incapaz de apartar la mirada de ella. Mi mente viajó a aquel día de verano, un año atrás, cuando estuve a punto de mandar todo a la mierda y besarla dentro de aquel mismo coche.

Pero no era justo para ninguno de los dos, ni tampoco para Fynn.

Jamás se lo había confesado, pero supongo que él lo imaginaba cuando me hizo jurar que jamás me acercaría a Lexie con aquellas intenciones. Accedí, y me arrepentí a los pocos segundos. ¿Cómo iba a mantenerme alejado de ella cuando era lo único en lo que pensaba?

Paré el coche delante del edificio de la Facultad de Artes, aquella allí donde Lexie estaba estudiando ballet. Mi vista viajó a ella mientras se le escapaba un largo suspiro. Bajó la mirada a sus manos, aquellas con las que jugaba, escondiéndolas en medio de sus piernas.

Tenía la bolsa con su ropa a sus pies, aquella en la que tantas veces se había enfundado y con la que me había dejado completamente mudo. Verla moverse al ritmo de la música, sin importarle nada de lo que había a su alrededor era realmente admirable.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora