VII.

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-Júrame una vez más que estarás bien -pidió Max, que acababa de dejar las maletas frente a la puerta de casa

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-Júrame una vez más que estarás bien -pidió Max, que acababa de dejar las maletas frente a la puerta de casa.

Empezaba una temporada más de Fórmula 1, y Max debía irse. Tan solo serían cuatro o cinco días fuera de casa, pero parecía que se fuese un mes a juzgar por su preocupación. Había perdido ya la cuenta de cuántas veces me había hecho jurarle que todo estaría bien.

-Max, estaré bien -repetí por enésima vez tan solo para que se fuese tranquilo.

-Si pasa algo, llama a Pascale -la madre de Charles. Siempre había sido dulce y tierna conmigo, tratándome como a una hija más. -Tardará cinco minutos en llegar si se trata de una emergencia.

-Max, ya -le detuve antes de que pudiese seguir creando escenarios en su cabeza, aquellos que tan solo parecían ir de mal en peor. -Estaré bien, ¿vale? Tan solo serán unos cuantos días, y tampoco es la primera vez que me quedo sola en casa.

-Te llamaré todas las noches -informó ignorándome por completo, algo que hacía bastante a menudo. Tuve que morder el interior de mi labio inferior para poder ocultar una pequeña sonrisa. En el fondo, me encantaba que se preocupase por mi. -Y te juro por dios que como no respondas a las llamadas...

-¡Max, por favor! -exclamé ya algo exhausta por tantas instrucciones que, en algunos momentos, habían llegado a sonar casi a amenaza.

-Está bien... -bufó, exhalando profundamente.

Su mirada se clavó de nuevo en la mía y, por unos instantes, me olvidé hasta de cómo se respiraba. Me perdí en sus ojos azules, tan profundos como el mismísimo océano, hasta tal punto de que ni siquiera parpadeaba.

Se me olvidó aquella conversación que habíamos tenido sobre lo importante que era que nos mantuviésemos alejados el uno del otro cuando él relamió sus labios, haciendo que estuviesen todavía más brillantes. Mentiría si dijese que no me apetecía lanzarme sobre su boca, a pesar de que sabía que no debía hacerlo.

Su mano alcanzó mi mejilla, acariciándola lentamente, y ese fue el mismo instante en el que me rendí. Cerré los ojos, esperando a que fuese él el que controlase la situación. Me estaba entregando a él, a pesar de saber que no era lo correcto, y lo hice sin ningún tipo de vergüenza.

Y Max, dejándome sin palabras, tan solo dejó un beso sobre mi frente. Suspiré profundamente mientras sus labios todavía estaban sobre mi piel. Lo hice algo decepcionada, pues todavía tenía la pequeña esperanza de que ese "algo" fuese posible. Pero no fue así.

-Te echaré de menos estos días, Lex -murmuró cuando abrí los ojos de nuevo y su pulgar seguía acariciando mi mejilla.

Y, a pesar de que estaba algo decepcionada, no pude evitar sonreír. Max siempre sería capaz de arrancarme una sonrisa en el momento menos esperado. Y yo era realmente débil. Se había comportado como un auténtico capullo y, aún así, me tenía rendida a sus pies.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora