IX.

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Nada más entrar en casa, escuché unas voces que procedían del televisor del salón

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Nada más entrar en casa, escuché unas voces que procedían del televisor del salón. Todas las luces de la casa estaban apagadas y la única iluminación que había era la procedente de la pantalla que había frente al enorme sofá.

El volumen estaba bastante bajo, tanto que podía escuchar la respiración calmada de Lexie. Me acerqué poco a poco al sofá, encontrándola allí, tumbada y completamente dormida. Me fijé en el círculo húmedo que había bajo su mejilla y me sentí la persona más rastrera del planeta. La había hecho llorar tanto que se había quedado dormida.

Me agaché frente a ella, que tenía los labios entreabiertos y se le escapaba algún que otro suspiro mientras dormía. Sonreí tristemente, pensando en lo mal que había hecho todo desde el principio, pensando en todas y cada una de las veces en las que debía haber dado el paso con ella.

Por más difícil de asimilar que fuese, Charles tenía razón. Fynn se había ido a un lugar del que jamás podría volver, y Lexie y yo todavía teníamos la oportunidad de ser felices, pero ambos parecíamos empeñados en separarnos el uno del otro.

Mi mano viajó hacia su pelo, hacia un mechón que caía sobre su rostro. Lo retiré con cuidado de no despertarla. Me encantaba verla así, tan tranquila, como antes de que nuestras vidas cambiasen.

Quizá fue el hecho de que comenzase a acariciar su mejilla con cuidado, pero sus ojos fueron abriéndose poco a poco. Todavía estaban realmente rojos, algo que me provocó una punzada en el corazón. Ella no merecía estar así, tan rota.

-¿Qué haces? -preguntó sin incorporarse, sin moverse ni un solo milímetro.

-Venía a pedirte perdón, Lex -tenía que hacerlo. Ella no había hecho nada malo como para que yo la tratase con aquel desprecio de horas antes.

Sus ojos se abrieron de par en par al escuchar aquellas palabras y se incorporó en el sofá, quedando sentada. Pero yo no fui capaz de moverme. Me encantaba verla desde aquella perspectiva, arrodillado frente a ella, que era incapaz de siquiera parpadear.

-Me comporté como un capullo contigo, y no te lo mereces -intentó hablar, pero mi dedo sobre sus labios se lo impidió. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante aquel pequeño contacto, imaginando cómo sería poder rozar su boca con la mía. -Simplemente, todo me ha sobrepasado y no sé muy bien cómo actuar...

-Es porque yo estoy aquí, ¿verdad? -preguntó jugando con sus manos, escondiéndolas entre las piernas. Siempre hacía eso cuando estaba nerviosa. -Fynn no debió pedírtelo...

-¿Crees que te habría dejado sola si él no me lo hubiese pedido? -esperé un par de segundos hasta que una pequeña sonrisa se fue dibujando en su rostro. Se estaba mordiendo el interior de la mejilla para que no fuese a más; lo podía ver perfectamente. -Sabes que me importas de verdad, Lex. Jamás te dejaría sola.

Mi vista bajó de nuevo a su labios, tan carnosos, tan apetecibles. Me moría por probarlos a pesar de que no era el momento oportuno para hacerlo. Pero el simple hecho de imaginar cómo sería sentir sus labios bajo los míos, conseguía que me volviese completamente loco.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora