XXV.

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Esto es el paraíso

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Esto es el paraíso.

Lo pensé mientras me ponía al sol sobre una de las tumbonas del jardín. La casa que Max había alquilado en Cerdeña había sido todo un acierto. Era nuestro primer día allí, pero ya me había enamorado de aquel lugar.

Hacía un calor infernal, pero la suave brisa que soplaba en el jardín hacía que todo fuese más agradable. A mi lado, Max se tumbaba bajo una de las sombrillas de la casa con la esperanza de que aquello le librase de morir de calor. A mi otro lado, Charles, que se había puesto al sol con escasa cantidad de crema. Se quemaría, como todos los veranos. Pero lo haría contento, porque no había soltado su copa de Martini desde que había llegado al jardín.

En la piscina, las familias de Max y Charles se refrescaban junto a los hijos de Victoria, hermana de Max, que parecía estar encantada de la felicidad que desprendían sus niños al pasar unas vacaciones todos juntos.

-¿Puedo? -pregunté a Charles, señalando la copa que sostenía en su mano. Poniendo los ojos en blanco, me la entregó sin protestar. Di un pequeño sorbo, dejando que el alcohol corriese por mi garganta.

-¿Te gusta? -preguntó entrecerrando los ojos por el sol.

-No está mal -respondí mordiéndome el labio inferior. -¿Puedo beber más?

-Por favor, no te emborraches. Sería insoportable -protestó Max, que levantó la mirada que minutos atrás estaba clavada en su teléfono móvil.

-Nunca me has visto borracha. ¿Cómo sabes que sería insoportable?

-Porque ya lo eres estando sobria -bromeó, ganándose un pequeño golpe en el brazo por mi parte.

-Ahora sí pienso emborracharme -dije antes de beber de nuevo de la copa, haciendo que Max riese de nuevo. Me encantaba el sonido de risa, pero más todavía saber que yo era la culpable de aquella reacción.

Bebí aquella copa, compartiéndola con Charles, que empezaba a reírse por cualquier cosa que se dijese. Él siempre había sido de ese tipo de personas que, cuando tomaban un poco de alcohol, reían por nada. Siempre me había encantado aquel lado suyo.

Ni siquiera fui consciente de cuántas veces fue Charles a rellenar la copa, pues diría que ambos habíamos perdido bastante la noción del tiempo y también de cuánto habíamos bebido. Aunque, a decir verdad, no estábamos borrachos; simplemente estábamos más felices que nunca, olvidándonos de todas las preocupaciones del día a día.

-Voy a por más -dije levantándome de la tumbona. Charles, con una pequeña sonrisa y sus mejillas coloradas, se levantó conmigo.

-Te acompaño -se ofreció mientras Max negaba con la cabeza, aunque tenía una sonrisa en su rostro imposible de ocultar.

Me había dado cuenta de lo feliz que estaba por ver que yo me lo estaba pasando bien por primera vez después de tanto dolor. No habían sido unos meses fáciles para mi, pero para Max tampoco. Él había tenido que mantenerse fuerte por los dos, por si en algún momento yo me venía abajo. En ningún momento había tenido la oportunidad de derrumbarse en su propia casa, como suele hacer todo el mundo en cuanto cierra la puerta después de un largo y duro día de trabajo. No; él llegaba a casa y se preocupaba por mi, por cómo había sido mi día, por si había comido bien, por cómo me había ido en los ensayos... Y día a día, yo era cada vez más consciente de la suerte que tenía al tener a Max a mi lado.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora