XVII.

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Gran Premio de Mónaco

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Gran Premio de Mónaco

Juraría que fui la última en entrar al paddock aquel día. No quería escuchar comentarios, gente compadeciéndose de mi cuando entrase al garaje de Red Bull. Todos me conocían allí. No era raro que mi hermano y yo fuésemos a algunas carreras a lo largo del año, y eso implicaba que todo el mundo se hubiese enterado de su fallecimiento. Christian incluso había ido al entierro, en un intento por apoyar a Max que, a pesar de haber querido ocultarlo, había estado tan destrozado como yo.

Ambos seguíamos dolidos, hechos una mierda cada vez que un recuerdo de Fynn nos embargaba, pero intentábamos seguir con nuestras vidas. Supongo que es así, en muchas ocasiones, como uno se enfrenta al duelo. Intentas apartarlo de tu mente, pero siempre está ahí, latente.

Ese día, en el circuito urbano de Mónaco, tan solo valió la pena el hecho de ver a Max cruzar primero la línea de meta. Lo hizo con casi un segundo de distancia con el segundo; y quizá no era mucha diferencia, pero él llevaba tanto tiempo soñando con aquel momento que fue suficiente como para que saliese de su monoplaza y se pusiese de pie sobre él, celebrándolo como si se le fuese la vida en ello. Levantó un dedo al cielo, y aquello consiguió hacerme temblar. Si había algo que Max y Fynn siempre habían compartido era su amor por las carreras. Habían corrido juntos en los karts y una persona que ame conducir tanto como ellos, siempre tendrá un objetivo claro: ganar el gran premio de Mónaco, y Max acababa de conseguirlo.

-¿Estás bien? -la mano de Christian se posó en mi hombro en el mismo instante en el que yo retiré algunas lágrimas que ya empezaban a acumularse en mis ojos.

Me giré hacia él, apartando la mirada de las pantallas que había en el garaje, y le dediqué una pequeña sonrisa. Siempre había sido realmente educado conmigo, cuidando de mi y de mi hermano cada vez que íbamos a alguna carrera. No es que hablásemos mucho, pero siempre era agradable encontrarse con él.

-Estoy bien -contesté, ganándome una sonrisa por su parte.

-Ya me ha dicho Max que vendrás a la cena de esta noche en el casino de Montecarlo -fue su mirada y una ceja enarcada lo que me hizo saber que Max le había dado más detalles de lo que estaba pasando. No me extrañaba. Siempre habían tenido aquella conexión especial entre ellos; como si Christian fuese su segundo padre.

-Si...

-No tienes que preocuparte por nada. Es tan solo una cena formal, unas copas y listo -afirmó con una pequeña sonrisa, apretando ligeramente mi hombro para tranquilizarme.

Fue un gran intento, pero no lo consiguió. Tampoco me tranquilicé cuando me subí al coche junto a Max para irnos a casa y prepararnos para la cena. Es más, diría que mis nervios fueron en aumento mientras me maquillaba en mi cuarto y me ponía el vestido.

Salí de la habitación, sujetando la parte delantera con las manos, entrando en el cuarto de Max para que me ayudase a subir la cremallera trasera. Y, cuando entré, allí estaba él. Llevaba puesto un traje negro, una camisa blanca y, en sus manos, sostenía una pajarita que no parecía ser capaz de ponerse.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora