XVIII.

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-No puedo creer que le hayas pegado -reí cuando Lex terminó de contar la historia

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-No puedo creer que le hayas pegado -reí cuando Lex terminó de contar la historia. Sus dedos jugaban con los míos mientras ambos estábamos tirados en cama, todavía en pijama.

-Intenté controlarme, pero si tocan a mi familia... -trató de excusarse.

-Está bien que te defiendas, Lex. No hay nada de malo. Ella misma se lo buscó -me miró algo sorprendida, porque quizá estaba esperando otro tipo de respuesta. -¿Qué? Yo habría hecho lo mismo...

-Y sino que se lo pregunten a Charles... -bromeó recordando aquella vez en la que habíamos ido a pasar una tarde en los karts, todos juntos, prácticamente en familia, y el monegasco y yo habíamos terminado peleándonos. Reconozco que fui yo el que empezó el altercado cuando me sacó varias veces de pista.

-Nunca te olvidarás de ese día, ¿verdad? -pregunté al ver cómo se mordía el labio inferior, en un intento por controlar la risa. Pero ese gesto, para mi, era realmente tentador. Sus labios gruesos, carnosos, siempre me habían incitado al pecado. -No hagas eso, Lex... -advertí al ver cómo sonreía mientras sus dientes se clavaban en el labio inferior.

-No sé a qué te refieres...

-Claro que lo sabes -respondí cuando ella se levantó de la cama, tan solo vestida con una de mis camisetas. Robarme mi ropa se había convertido en uno de sus hobbies favoritos, y a mi me encantaba. -¿A dónde crees que vas? -pregunté mientras ella se dirigía hacia la puerta de la habitación, dispuesta a dejarme allí solo.

-A desayunar. Tengo ensayo en dos horas -informó antes de desaparecer de la habitación.

-Dos horas es mucho tiempo -contesté levantándome de la cama de inmediato, dispuesto a salir detrás de ella. Lo hice tan solo después de tomar un condón y meterlo en el bolsillo de mi pantalón. Sabía que lo necesitaríamos; lo podía ver en su mirada. -Con una hora te llega...

-Max, tengo que ducharme, vestirme... -advirtió girándose hacia mi, apoyando su espalda y las manos en el mármol de la isla de la cocina. Lo hizo con una sonrisa, como si ya estuviese asumiendo cuál sería el desenlace.

-Eso puedes hacerlo en una hora... Y nos queda otra para nosotros dos -rio de forma nerviosa, y supe que ya estaba más que convencida.

Me parecía sencillamente alucinante el cambio que había dado todo desde que habíamos follado por primera vez. Lexie había perdido todo tipo de vergüenza y estaba cada vez más liberada. Y yo no podía estar más feliz.

-Tienes que ser rápido y... preciso -dijo con una voz sugerente que hizo que mi miembro me apretase dentro del boxer. Sus ojos azules parecían querer devorarme mientras sonreía de aquella manera, arrugando su nariz pequeña y redonda, que conseguía que yo perdiese la cabeza.

-Lo intentaré, aunque ya sabes que me gusta tomarme mi tiempo contigo -susurré avanzando hacia ella, poniendo mis manos en su cintura. Sus brazos rodearon mi cuello, haciendo que nuestros cuerpos estuviesen cada vez más pegados.

Salvation | Max VerstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora