7. Huele a café

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Estar en desacuerdo con Felix era habitual para Jisung. También verse obligado a hacer cosas que no quería, como la vez que fueron al parque de atracciones con Suni y vomitó hasta la primera papilla. O aquella otra ocasión en la que se hizo un vergonzoso tatuaje con forma de corazón que, por suerte, podía ocultar bajo la camisa.

Esa noche podría considerarse una de esas veces en las que Han fue obligado a golpes a salir de su casa. Todavía le dolía el mordisco que le había dado Felix en el brazo y sus feromonas abrumadoras estaban por todas partes de la cabina del taxi. Hasta el pobre beta que conducía estaba incómodo y los betas eran casi insensibles a esas cosas de alfa-omega.

No le apetecía salir, quería llorar un rato, cagarse en todos los muertos de Hwang Hyunjin en fila india y beberse cinco botellas de soju en pijama. Solo había conseguido las botellas de soju porque Felix se plantó en su apartamento y lo obligó a vestirse y subirse a ese maldito coche camino a Dios sabía dónde.

"Para celebrar el ascenso", dijo. Pero Jisung no tenía ganas de celebrar nada porque el imbécil de Hyunjin le había reprochado por querer quitarle el poco tiempo que tenía con su hija. Y lo que más le jodía era que tenía toda la razón. Tendría que haberle avisado, pero, demonios, estaba demasiado ocupado siendo feliz como para preocuparse por ese estúpido alfa pelotinto.

—Es aquí —informó Felix. El taxista aparcó junto a la acera. Su amigo pagó y le arrastró fuera del coche.

—Me haces daño —lloriqueó, poniendo un puchero—. Quiero irme a casa.

—No. Bebemos, desfasamos y mañana me odias por la resaca. ¿Entendido? —Le apretó las mejillas con fuerza. Jisung le enseñó el dedo del medio, tratando de empujarlo—. Vamos a divertirnos, Sungie...

—No me llames Sungie. Me has obligado a venir a una fiesta llena de niñatos. La gente aquí no pasa de los veinte.

—Tienes veintisiete años.

—Y una hija a la que amo y que su padre alfa no me deja ver —gimió.

—Ya cállate.

Felix lo arrastró hacia la puerta; tuvieron que esperar unos minutos en los que Jisung se quejó del frío, de estar de pie, de estar fuera, del maquillaje que su amigo le obligó a llevar, de los pantalones de cuero y de, en general, cualquier estupidez.

Cuando entraron, fueron directos a una mesa cerca de la pista de baile. La música estaba altísima y a pesar de que Han quería marcharse, no pensaba rechazar el cóctel que le pusieron delante al minuto de estar allí. Se bebería uno y se iría. Eso es, uno y a casa.

Por supuesto que no fue uno.

En el tercero, ya se había quitado la chaqueta y llevaba la camisa blanca abierta casi hasta el ombligo porque, demonios, en esa discoteca hacía muchísimo calor. Los pantalones de cuero, definitivamente, fueron una pésima elección.

Felix, que bailaba junto a la mesa, se giró para arrastrarlo a la pista, pero él se negó. Bebió un poco más, con el alcohol haciéndole marearse un poquito. Un segundo después, su amigo se sentó a horcajadas sobre él y le acarició el pelo.

—Sungie, bailemos. Vamos a celebrar tu ascenso —gritó en su oído.

—Pesas como un jabalí —insultó, dándole una nalgada. El muchacho se rió en voz alta y Jisung pensó, una vez más, que era hermoso como un duendecillo del bosque. Pero realmente pesaba como un cerdo y sus piernas se estaban resintiendo—. Me van a tener que amputar las piernas después de esto.

—¿Quieres sentarte tú en mi regazo, omega? —El idiota le mordió el lóbulo de la oreja y Jisung se estremeció.

Estaba acostumbrado a que Felix fuera... así, como si de verdad fuera un alfa. Se comportaba de forma posesiva con él y con Suni, dejando su olor por todas partes a su alrededor. Tenía ese intensísimo aroma a fresas impregnado hasta en las pestañas en ese momento. Cuando bebía, ese jueguito se multiplicaba por mil y apenas era capaz de aguantar sus feromonas dominantes.

LAVANDA  | Minsung | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora