35. ¡Cállate, idiota!

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Minho colocó la sexta pieza en la torre de kimchijeon que estaba a su lado en la encimera. Solo entonces, empezó con la misma cantidad de pajeon. No sabía si a Suni le gustarían los panqueques de kimchi, así que había optado por hacer una versión más suave de cebolleta.

*N/A: Pajeon y kimchijeon son "tortitas" o "panqueques" coreanos, uno de cebolleta y el otro de kimchi.

Apagó la arrocera cuando avisó de que la cocción había terminado y tomó tres boles del mueble. Aprovechó para servir un poco de salsa y sacar un jugo de melocotón para la niña. La cafetera seguía caliente. Sonrió satisfecho, sacando las tortitas una tras otra.

Se sobresaltó cuando sintió unas manos alrededor de su cintura. Un segundo después, Jisung gruñía en su nuca y dejaba un beso cálido en el nacimiento de su pelo. Minho no pudo evitar estremecerse y soltar una risita.

—Buenos días, Hannie.

—Hmhmfff —bufó, restregando la cara por su cuello y su hombro.

—Si me sueltas te pondré una taza de café.

—No quiero.

—¿No quieres café o no quieres soltarme?

—Soltarte; siempre quiero café —ronroneó, aspirando desvergonzadamente sobre su glándula de olor. Minho reprimió a duras penas el gemido de placer.

Jagi, si no me sueltas las cosas van a escalar rápidamente...

—Entonces voy por los crampones... —Mordisqueó su nuca. Sus manos se metieron bajo su camisa, acariciando su vientre, subiendo peligrosamente hacia sus pezones.

—Jisung... —advirtió.

No sirvió de nada. Esa pequeña amenaza que era el omega lo tocó con calma, provocándolo. Dejó un reguero de besos y mordiscos por su cuello, tirando de la camiseta para tener más acceso a la piel. Hacía calor, mucho calor.

Su entrepierna empezaba a dar los primeros tirones interesados. Minho gimió cuando el omega agarró su pezón, rodándolo entre los dedos. El olor de Jisung se espesó y el suyo respondió automáticamente. Tenía la boca llena de saliva y apretaba entre sus dedos la espátula, el condicionamiento pavloviano al que lo sometía Han estaba en todo su esplendor.

—Hannie, para...

—Se va a quemar —murmuró contra su oído, su aliento lo hizo temblar.

—¿Qué?

—El pajeon, se quema —aclaró.

Minho tardó unos segundos en darse cuenta de que todavía quedaba una olvidada tortita que, seguramente, estaría completamente seca. Apagó el fuego y sacó el panqueque marrón del sartén.

Se dio la vuelta entre los brazos del omega y lo miró con gravedad: —Esa quemada es para ti. Tu castigo por distraerme.

—Lo que usted diga, profesor Lee —dijo, con esa voz baja y grave que tenía por las mañanas y le hacía un flaco favor al control de Minho.

—Eres una amenaza, maldita sea.

Lo tomó de las mejillas y lo besó , saboreando la pasta de dientes. Enredó sus dedos en el pelo mientras el chico chupaba su boca con calma. El contacto lento y sensual arrastraba el letargo del sueño del omega y la propia paz que Minho sentía cuando estaba junto a él en casa.

No había nada más plácido para el alfa que despertar junto a Jisung, con sus cuerpos ceñidos a pesar del calor y el pelo como un nido de pájaro. Daba igual el mal humor del joven, sus ojos hinchados y hasta esos extraños momentos en los que estaba encendido desde tan temprano. Su sabor era suficiente para tener Lee Minho tranquilo, como flotando en la nube nueve.

LAVANDA  | Minsung | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora