36. ¡No lo merezco!

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Jeongin tenía un montón de issues, como los llamaba Felix. Probablemente tendría que estar yendo a terapia dos veces por semana, pero, en su lugar, trabajaba de forma descarnadamente obsesiva para olvidarse de todos esos issues, evitaba a su familia (la causante de los mismos, según la opinión de Jisung) y lloraba a veces en su habitación. Todavía tenía días malos en los que ni siquiera eso le apartaba de sus problemas. Ese era uno de esos días de mierda.

—¿A dónde vas, Jeongin? —La voz áspera de su abuelo hizo eco en el recibidor de la mansión Yang. Giró la cabeza para encontrarse con los ojos escrutadores del hombre que le había criado.

—A trabajar.

—Inténtalo de nuevo. —Las zapatillas de andar por casa no hicieron ruido en el suelo de mármol mientras se acercaba a un congelado Jeongin.

Su abuelo tenía 75 años, el pelo completamente lleno de canas y un historial de achaques médicos llenando una enorme carpeta, pero hasta ahí llegaba la posible "debilidad". Yang Doyun era un alfa de todas las formas en las que se podía ser un alfa. Era significativamente más alto que él, con la espalda ancha y la mandíbula marcada. Ni siquiera las arrugas habían apagado el aura dominante.

Aunque, como todos en su familia, no dejaba escapar nunca su olor, era inevitable saber cuál era su rango. Jeongin no se parecía en nada a él, más allá de los hoyuelos que marcaban sus mejillas las raras ocasiones en las que reía. Podría pasar por un beta porque se encargaba de ejercitarse eficientemente, pero no dejaba de ser un omega en todo lo que era importante. Como, por ejemplo, mantener la compostura cuando el lenguaje corporal del alfa era tan agresivo.

—Me voy a trabajar —insistió, tragando saliva.

—No, porque tienes el día libre. ¿A dónde vas, Jeongin?

—Ah... —Mierda, ni siquiera pensó que su abuelo se daría cuenta de que había pedido el día, después de todo, solía ignorarlo cuando estaba en la oficina—, es un trabajo externo —El mayor levantó una ceja, incrédulo—. Estoy echándole una mano a un amigo con una demanda laboral, la vista de conciliación es hoy.

—¿Qué amigo?

—Un amigo, harabeoji* —Jeongin era consciente de que estaba forzando un poco las tuercas—, volveré a la oficina después de comer.

*harabeoji es abuelo en coreano

—¿No me dirás quién es ese amigo? —El anciano ladeó ligeramente la cabeza, metiéndose la mano en el bolsillo de la chaqueta del traje azul que llevaba.

—No lo conoces.

Sabía que estaba cruzando un límite tácito, uno que nadie se atrevía a cruzar con su abuelo, pero no pudo evitarlo. Se sentía salvajemente celoso por la posibilidad de que Yang Doyun tratara de apartarlo de las personas que estarían de camino al juzgado ahora mismo. No quería que los conociera, no quería que supiera sus nombres, que sus caras nunca estuvieran en su retina. Si pudiera, se llevaría a los hyungs fuera de Seúl, tal vez al extranjero, a cualquier lugar lo suficientemente lejos como para que los Yang nunca tuvieran una pista ni del color de sus cabelleras.

Fue un momento extraño; no era él, al menos, no era el Jeongin que había sido los meses anteriores. Se parecía mucho más al Jeongin que recibió una bofetada en ese mismo recibidor, antes de huir de la casa con un vaquero y una camiseta y nada más. Ni siquiera se llevó su teléfono móvil entonces, ni sus libros, ni los malditos retenedores que tenía que usar por las noches después de su ortodoncia. Solo corrió hasta que estuvo lo suficientemente lejos de la mansión como para tomar un taxi.

LAVANDA  | Minsung | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora