30. Tienes que ayudarnos

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En la escala del 1 al 100 de días malos, el de la recepcionista de las empresas Yang debía estar en el 250. Y si no lo estaba aún, Jisung se iba a asegurar de llevarlo hasta allí.

—Le he dicho tres veces que necesito ver a Yang Jeongin. Llámelo de una vez y dígale que Han Jisung necesita verlo.

—El señor Yang no recibe sin cita, por favor, entiéndame.

—Entiéndame usted a mí —interrumpió—, es urgente que hable con él. Si no lo avisa voy a montar un escándalo.

—¿Más? —murmuró. Jisung golpeó el mostrador con la mano, indignado. La beta abrió mucho los ojos.

—¡He dicho que necesito hablar con Yang Jeongin! —exclamó, subiendo la voz. La mujer miró a todas partes, agobiada, la gente que pasaba por la recepción cuchicheaba.

A Han le daba exactamente igual, le importaba una mierda todo, esas personas no lo conocían, ¿Qué más daba que pensaran que era un tarado? Tal vez así lo dejaran pasar a ver al omega.

—Voy a llamar a seguridad.

—Volveré a venir cada día, haré de su maldita vida un infierno, señorita. Pero voy a reunirme con Yang Jeongin.

—¿Por qué no pidió cita? Debería haber pedido una cita...

—¡LLÁMELO DE UNA VEZ! ¡DÍGALE QUE HAN JISUNG ESTÁ AQUÍ!

—¿Qué está pasando? —Alguien preguntó con cautela desde su espalda.

Se giró para mirar al chico. Era guapo y vestía de traje. Su pelo era un poco demasiado largo para ser "correcto", pero igualmente parecía elegante. Jisung agradeció llevar la ropa de la oficina, hubiera sido muy descortés presentarse en vaqueros y sudadera.

Como si no fuera descortés el jaleo que estaba montando.

—El señor Han insiste en ver al señor Yang, le he dicho que no recibe sin cita... —Ni siquiera el tono logró que se apiadara de la pobre mujer.

El recién llegado frunció el ceño, dándole una mirada significativa. Jisung se sentía pequeño, igual que cuando estaba alrededor de Choi Sobin, sobre todo cuando se acercó más al mostrador y la diferencia de sus alturas fue más perceptible.

¿Era un beta? No lo sabía porque no podía oler nada; tal vez estaba usando inhibidores. Ahora que lo pensaba, no había podido oler a nadie allí. Raro. En su empresa, la gente era bastante abierta con respecto a sus aromas: el señor Choi era un alfa de aroma suave, el manager Sohn controlaba bien sus feromonas dominantes; Sunwoo, por otra parte, era un omega agresivo que utilizaba su aroma como arma a menudo. Y así el resto, todo el mundo tenía su olor, todo el mundo olía a algo y, allí, en las empresas Yang, nadie olía a nada.

—¿Puedo sugerirle que concierte una cita, señor Han? —Su voz pausada lo sacó del ensimismamiento. Jisung negó, imperturbable—. Yang Jeongin tiene una agenda apretada.

—Esto es una urgencia. No estaría aquí si no lo fuera —insistió.

—Lo entiendo, pero...

—Tiene que ver con Hwang —soltó de pronto, interrumpiéndolo. Los ojos del más alto se abrieron con sorpresa y a Jisung le pareció que su cerebro empezaba a trabajar. Casi podía escuchar los engranajes chirriando.

Hubo un asentimiento leve.

—Acompañaré al señor Han arriba. Yo me ocuparé de todo —dijo. Esta vez la recepcionista y él tenían la misma cara de asombro.

Sin una palabra, puso la mano en el centro de su espalda y lo dirigió inexorablemente hacia el ascensor. El toque lo hizo sentir un poco incómodo, no sabía muy bien por qué se tomaba esas confianzas cuando él no sabía ni su nombre. En el cubículo del elevador, Han se apartó un paso de ese hombre que no olía a nada.

LAVANDA  | Minsung | OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora