Ep 1

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El día inició bastante extraño y en la esencia de esta frase, yace la sensación de que nunca inició. Empecemos por el principio o supongamos que lo era. Caminaba tranquila, vista al mar de mi derecha causante de una paz desbordante, iba sobre una carretera de tierra cuyo extremo izquierdo era una enorme montaña y el derecho, una fila de rocas que, si observabas bien, podrías hallar en ello, la cortesía con la que mostraba el ya mencionado mar en calma, reposando en sus aguas un intenso azul intermedio entre lo claro y lo oscuro, adverso a su contrincante cielo, que con determinada decisión, se establecía en un azul claro y entrañablemente despojado de nubes.

El camino iba en dirección recta hasta una residencia situada entre el final de la carretera y el suave oleaje que golpeaba sin mostrarse peligroso. — Allí, sí, allí fue el inicio de todo — La sensación de compañía hizo que me girase a mi izquierda, vi a un hombre agraciado con una bella sonrisa deslumbrante llena de emociones contagiosas, estuve fija en él por algunos segundos hasta que señalé al frente mostrando una camioneta blanca que se aproximaba, supe entonces que estaba contenta y que mis sonrisas lo demostraban, aunque... Ni siquiera sabía que estaba sonriendo.

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— Qué extraño fue todo — Me repetía en mis sueños, cuando sabía que el final se había mostrado ante el nuevo inicio

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— Vienen por nosotros — Le comenté al chico que empezaba a reconocer como mi esposo — ¿Recuerdas a mis padres? Viven allí — Me refería a la residencia situada al final de la carretera

Mi esposo, un hombre joven que reconocía como alguien famoso en la industria musical, no habló en ningún momento, ni siquiera cuando la camioneta llegó — Realmente creí que era una camioneta normal — Pensé mientras subía a la autocaravana que había llegado, me sostuve del mango de la puerta y de esa forma transcurrimos parte del camino — No recuerdo haber llegado nunca, ni mucho menos, la razón de que me haya parecido normal.

Aquel hombre que reconocí antes como alguien famoso, Mikel, lo era. Estaba casado con una mujer igual de famosa en la misma industria, Leisy, quien era yo, pero sin serlo. Qué extraño pensamiento, pues creía ser ella, aunque sabía que no lo era — A pesar de saber que Leisy es Leisy y que yo soy yo, estaba en el cuerpo de ella sabiendo quién era, pero sin dejar de ser yo — Qué gran paradoja, pues he de admitir que, si no hubiese visto como ambos famosos se alejaban en el coche, no estaría diciendo quien fui antes ni quien soy ahora, ya que no sabría decirlo, ni podría expresar que nada cambió, aunque sí lo hubiese hecho y la razón de eso, fuese abandonar el cuerpo de Leisy.

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— ¡Pero eso no es todo! La historia no acaba aún — Susurros soñolientos salían de mi boca al estar segura de que muchas cosas pasaron después, aunque no podía probar que hubiese sido así

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Al momento, por no decir al instante de un parpadeo, me encontraba sentada junto a quien parecía querer mucho — Ahora no lo recuerdo, pero al menos sabía que era yo en cuerpo y alma — Hablábamos de lo que fuese hasta que mi primo Oriol llegase a interrumpirnos con una invitación. De nuevo, bastó una sola palabra para que el tiempo avanzase sin medida ni presencia y nos transportase a una finca que sin necesidad de ver en detalle, pude decir que se trataba de la residencia de los padres antes mencionados por Leisy.

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— Sé que era extraño y no solo por el correr del tiempo, a como si fuese un sueño, sino porque, por más extraño que fuese, seguía pareciéndome normal

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Caminamos guiados por Oriol, quien al presentarnos con el dueño y quien yo deduje, era el padre de Leisy. El hombre continuó mostrándonos los alrededores mientras mi primo se tomaba la audacia de desaparecer sin que nadie lo notara.

El recorrido enseñó varios sembradíos y cosechas que nos enmudecieron por la belleza exultante. Estuvimos en ese estado por todo aquello que veíamos, todo eran tan dichoso que llegó a hacerle pelea al pequeño bosque donde nos adentramos inquietantes de lo que encontraríamos, que al final fueron, varios árboles nacidos en perfecto orden cuando incluso sus frutas parecían ser adornos para sus hojas, era obvio que la batalla de belleza deslumbrante había obtenido un ganador, y es que sostener aquella fruta particularmente deforme, pero hermosa a su manera en cada uno de sus tonos amarillos, me hacía fácil la tarea de escoger un ganador.

El hombre, muy amablemente tomó dos de sus frutas para repartirlas entre nosotros, sus invitados. Permaneció de pie mientras esperaba a que acabásemos de comerlas por completo y una vez más, noté aquel acto como algo "común" —Nada me parecía extraño, aunque fuese la primera vez que lo veía — Cuando volvimos a caminar, hice algo que no puedo explicar ahora, ni pude explicar en su momento, tomé dos frutas más y las guardé bajo mi blusa. De esa forma caminé hasta ser guiada a la cocina en donde el hombre entraría, luego de pedirnos permanecer cómodos, algo que yo no sentía, pues en todo el camino estuve nadando en desosiego. 

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora