Ep 39

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Mi cuerpo estaba dormido, me sentía incapaz de moverme, y cuando la conciencia fue volviendo poco a poco, seguía inmóvil. Mi cerebro intentaba procesar lo recién sucedido y entre tanto ruido a los alrededores, yo, me esforzaba por comprender lo que había ocurrido, pues fue como en un sueño, me sentí igual que cuando la parca celestial me sacó de mi cuerpo muerto, pues a pesar de saber que era yo, sentía que habitaba un cuerpo que no me pertenecía, luchaba dentro del caparazón que ocultaba mi verdadero ser, y dolía, cada momento fue un dolor ardiente que quemaba desde el interior, y aunque no era agradable, quería salir y desgarrar la capa que me mantenía cautiva.

Fui abriendo los ojos mientras el dolor en mi pecho se desvanecía lentamente. Los sonidos que se producían en la pelea eran sumamente explosivos, daba la sensación de estar en un campo minado cuyas minas se activaban una tras otra y en dónde la percepción de peligro era constante al extremo de apresurarme por levantarme y ponerme en guardia. Entonces, busqué con la mirada al chico que antes había atacado por algo que no sabía cómo explicar, pero que me había llenado en totalidad.

La pelea seguía y se veía reñida, ambos luchaban entre sí, una gran criatura enorme que sobrepasaba el tamaño de su adversario con facilidad, y cuando enfoqué mi vista con más cuidado, noté que no era Víctor quien le hacía frente a la gran bestia, sino que era John.

La parca celestial había arribado minutos antes y como solo él podía hacerlo, me sacó del trance en el que estaba sumergida. Me había despertado y regresado a la realidad en la que él luchaba por mi misma causa y me pregunté, ¿dónde estaba Víctor? Deseaba que estuviera bien, pues, aunque me emocionaba la aparición del hombre que más había estado anhelando volver a ver, me preocupaba el estado del chico que yo había golpeado y que, siendo sincera, no recordaba cuan herido podría estar por los golpes que atiné en su cuerpo.

Observé los alrededores con sumo cuidado, cada esquina, escombro, bulto en la tierra, todo, con tal de encontrar al chico que me causaba ansiedad y culpa, pues no había podido controlarme y me asustaba creer que el cuerpo que mis ojos recién captaban a unos cuantos metros de mí, estaba vacío, inmóvil, sin vida... y entonces, cuando mis pensamientos me atacan y apuñalaban sin compasión, él se movió. Tocaba sus costillas y contraía su rostro con dolor, había sangre en su cuerpo y ropa, se veía igual a cuando fui atacada por Behemot en el último juego y me aterró pensar que había sido igual a esa bestia, pero era imposible contrariar algo cuando las pruebas se presentaban ante mí de esa manera.

Víctor se notaba muy herido, pero estaba vivo, su naturaleza demoníaca le ayudaría a recuperarse rápidamente como me había ayudado a mí, pronto estaría bien, lo que me consolaba y calmaba para poder concentrarme. En ese momento, lo extraño se hizo presente de nuevo en mi vida, me sentí atraída y no solo eso, estaba deseosa por acercarme a aquel tanque de agua posicionado a mi derecha y cuya distancia era perturbadora. Lo observé como si me llamase y mientras más me concentraba en él, más enloquecía, escuchaba susurros capaces de nombrarme, usaban mi apellido a su antojo y me pedían aproximarme.

Cuando me encontré cerca a aquel tanque de agua me deslicé atraída como un imán y levanté mi mano hacia él, lo presioné con fuerza sintiendo una extraña energía en la palma de mi mano y cuando mi pecho volvió a arder se sumió en una hermosa sensación de alivio, ya no quemaba, ahora refrescaba. De pronto, comencé a sentir frío y mi mente se sumergió en lo que antes fue la mansión de la reina roja, aquella que dio inicio a toda esta locura. Estaba en el mismo pasillo donde John había capturado mi atención para que lo siguiese y retrocediendo, me hallé frente a la puerta donde el amigo desconocido del sueño continuaba encerrado en la habitación con aquellas personas con las que conversaba.

— Amanda... — Susurró una voz al fondo del pasillo provocando que desviase mi mirada e intentara hallar un origen para aquel sonido, pero fue inútil. El lugar se fue oscureciendo poco a poco y aunque me esforzase por ver, no había nadie, solo estaba yo y los extraños que me sorprendieron con sus ojos fijos en mí.

El chico que antes había estado conmigo, es decir, mi supuesto amigo al que había abandonado, se acercó y abrió la puerta, pero no salió de la habitación, se quedó en ella y me observó a los ojos como si intentase descubrir algo en mi interior.

— Recíbelo — Habló de pronto

— ¿Qué? — Pregunté confundida

— No es parte de ti, eres tú. Recíbelo y vive como lo que eres

— ¿De qué hablas? — El frío se expandía desde mi pecho al resto de mi cuerpo. Me había convertido en una masa tiritante por los escalofríos y ya no sabía si era a causa de la temperatura o de los nervios que me causaba toda esa situación.

— Tú... Necesitas estar completa — Hablaba a la vez que retrocedía adentrándose aún más a la habitación

— Espera — Por alguna razón no podía moverme para ir tras él

— Recíbeme — Susurró, cerró los ojos, expandió sus brazos y cayó al suelo convertido en agua

Las personas que estaban con él, sonrieron. Hicieron que la situación me pareciera más extraña y peligrosa de lo que ya era, pero no podía huir y eso lo hizo más aterrador. De pronto, el lugar tembló y la ventana, que estaba al fondo con una hermosa vista al mar, se cayó agrietando la pared, hasta que el mar subió y consumió todo. Quedé hundida en la mansión, luchando por respirar entre el líquido salado que se adentraba en mi cuerpo y hacía que mi garganta ardiera. Raspaba las paredes de piel en mi interior, corrían capturando mis órganos, sentía como si el agua me atacara para entrar a la fuerza en cada parte de mi cuerpo, las venas, los ojos, la piel, los órganos, el cerebro, el corazón... Todo se detuvo y la sensación de sudor me hizo entender que era más que eso, pues me derretía, pasaba a ser parte del agua arrasadora y dolía, porque sabía que moría, pero mi cuerpo no se adormilaba, no me daba ese privilegio, lo sentía de la máxima forma que mi cuerpo lo permitía, quería que acabara, ¿por qué no perdía la conciencia? El final, eso es todo lo que necesitaba, y como una burbuja estalla y desaparece, me convertí en una de las miles que el mar trajo consigo.

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora