Ep 35

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— ¿A qué viniste? — Ignoré al chico y continué doblando las toallas

— ¿No puedo visitar a una amiga? Aún no entiendo por qué no querías que viniera, estoy aquí para averiguarlo — Sonrió con la malicia que tanto me asustaba, pues solo tenía esa expresión cuando iba a hacer algo realmente malo

— Oye...

— ¡Cariño, no me dejes! — Gritó y fingió los sentimientos que obviamente no tenía

— Qué vergüenza, ¡Cállate! — Susurré con enojo

— ¡Dime qué hice mal! — Víctor extendió sus brazos y se paseó de un lado a otro como si estuviese haciendo su mayor interpretación — Haré lo que me pidas, mi vida siempre serás tú

— Mierda, sabía que harías algo así — Mencioné mientras miraba a los lados con la esperanza de que nadie estuviese mirando, pero no era así, mis compañeros ya nos habían captado con sus miradas

— Oh, era por esto que no querías que viniera — Rio a carcajadas — Es una buena razón

Me enojé tanto que continué doblando las toallas con la velocidad para acabar lo más pronto posible, intenté pensar en la ausencia total, quería estar sola y si me concentraba, olvidaría que el chico estaba allí, creando un espectáculo vergonzoso frente a mis compañeros de trabajo y los clientes que comenzaban a llegar en el peor momento.

— ¿Te enojaste? — Preguntó con descaro — Te avergüenzas con poco

Continué fingiendo que no estaba allí y eso pareció hacerle ver que se había equivocado.

— Está bien, ¿Quieres que me disculpe? Lo haré — Habló rendido

Cuando esas palabras casi imposibles salieron de su boca, llamaron mi atención de inmediato. Para mí, fue inevitable romper la barrera de hielo y observar su rostro para confirmar si realmente se trataba de la misma persona que yo conocía.

Víctor sonrió sin malicia esta vez y prestando atención a las toallas que yo acomodaba, dijo.

— No es tan malo, ¿Te frustras con tan poco?

— Ahí está el chico que minimiza los sentimientos de los demás — Suspiré

— Limpia tu rostro — Pasó su mano por su cara y luego la extendió señalando hacia el frente — Y sigue adelante

— No digas tonterías, mejor ayúdame

— Tengo que irme

— Si claro, huye — Regresé mi vista a las toallas y sonreí al recordar sus recientes palabras, después de todo, empezaba a ser un poco más humano

...

Terminé el trabajo y me apresuré en ir a casa, puesto que el chico se había ido sin darme una razón coherente a su existencia de por qué había venido al almacén.

Habíamos cambiado de casa para alejarnos totalmente de la vida que alguna vez tuvo el chico, cualquier vínculo podría llamar la atención, y era justamente lo que queríamos evitar, en especial, la atención de los dioses.

Vivíamos en un apartamento que Víctor había conseguido con ayuda de sus "amistades", así, logramos mudarnos en poco tiempo y mi autoestima disminuyó drásticamente. Me sentí una carga, nunca lo fui en vida, incluso cuando vivía con mis padres, me esforzaba por no representar muchos gastos, luego ingresé a la cárcel donde trabajaba muy duro en las actividades rutinarias. Entonces, cuando vi que el chico compraba cosa tras cosa para amueblar mi habitación, me sentí inferior y de poca ayuda, Víctor hizo todo por su cuenta y cuando quise aportar algo, él me puso en el almacén. Al principio no quería tomar más de él, pero en poco tiempo entendí que una desconocida sin documentos, no conseguiría trabajo en un pueblo donde todos conocen a todos.

— ¿No trajiste comida? — Preguntó el chico desde el sofá

— Pedí una pizza mientras venía — Respondí al dejar mis cosas en la mesa para sentarme junto a él — ¿Ya me dirás por qué me buscaste en el almacén que tanto odias?

— Ya lo dije, tenía curiosidad de saber qué ocultabas allí

— Bien, sigue mintiendo, yo seguiré fingiendo que te creo

Me levanté del sillón y me dirigí hacia mi habitación, sabía que cuando el chico no quería decir algo, no había nada que lo hiciera hablar, pero al menos, podía golpear un poco su conciencia y usar la fría jugada de ignorarlo.

Me mantuve sentada en mi habitación esperando que el chico entrara con sus comentarios absurdos intentando que olvidase su extraño comportamiento y es que, no me molestaba el hecho de que fuese de visita a mi trabajo, sino que estaba segura de que había una razón para ello y él no deseaba contármela. Su rostro no podía disimularlo, lo trataba, eso seguro, pero no lograba ocultar que algo había sucedido, algo grave.

"Mientras esperaba, terminaba por segunda vez uno de mis libros favoritos de Kevin Dutton, pensaba en aquel ejemplo plasmado en las hojas de su libro psicológico dónde una persona temerosa a las arañas está bien a pesar de estar situada bajo un enorme arácnido. Esto es debido a que no sabe lo que hay sobre su cabeza, explicando dos cosas, las personas cuyo conocimiento es limitado, no sienten miedo. Si no saben que hay una enorme araña sobre ellos, no pueden temerle porque simplemente la araña no existe para ellos."

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora