— Has despertado — Susurraron a mi oído.
No necesité mucho tiempo para recuperar mis sentidos y darme cuenta del señor que hablaba a mis espaldas. Estaba arrodillado para alcanzar mi oreja con su boca y en aquella posición, no le era posible provocarme más miedo del causado.
— ¡¿Quién demonios eres?! — Retrocedí sin pensarlo y retraje cada uno de mis músculos esperando estar preparada ante cualquier ataque, aunque de ser así, dudo mucho y lograra defenderme.
— Te equivocas, no soy un demonio
Aquel hombre de aspecto mayor, hablaba con total serenidad. Sus palabras casi lograban calmarme, pero estaba en ese lugar sola con él y aunque intentase no desconfiar, se me hacía extraño todo de él, en especial, la forma tan relajada y fluida en la que decidió erguirse, pues sus movimientos zigzagueantes se asemejaban demasiado a los de una serpiente.
— No me refería a eso — Contesté con desconfianza
El hombre se mantenía de pie frente a mí con pocas expresiones en su rostro por no decir ninguna, y es que su característica calma, me hacía preguntarme, ¿Qué era lo que sucedía? Y no me refería exactamente al ahora, sino a lo que había experimentado antes, en la casa, cabaña o lo que fuese ese lugar, y es que no era el sitio lo único causante de intriga, sino todos los acontecimientos dentro y fuera de este. Al menos por ahora, tenía la completa seguridad de que ya nada seguía siendo normal para mí.
Mi cerebro había vuelto a funcionar y gracias a ello, comencé a notar cada una de las extrañezas o maravillas, pues si bien es cierto, la casa o rincón donde me encontraba seguía siendo un placer para los ojos.
— Lo siento, no he tenido tiempo de explicarte, a pesar de que es mi único trabajo
— ¿Trabajo? Quiero todos los detalles
Aún no lograba confiar en él, pero parecía querer darme las respuestas que buscaba, así que, ya que no podía escapar, tendría que permanecer atenta a lo que debía decirme.
— Estás muerta
— ¿Qué?
— Tu tiempo de vida finalizó y ahora mismo te encuentras en lo que ustedes, humanos, llaman limbo
Sus palabras eran de suma extrañeza para mí, ni siquiera podía objetar las palabras que me decía, pues tal locura solo podía ser una broma.
— ¿Limbo? Sí, claro
Habiendo perdido todo el miedo a aquel señor, alargué mis pasos para pasarlo y dirigirme hacia la puerta.
— ¿Qué haces? Aún no explico lo más importante
— Estoy en un lugar extraño con personas extrañas y lo último que deseo es tener que soportar sus bromas
— Como todos los humanos, ¿Te niegas a aceptar tu realidad?
— Si estuviera muerta, lo sabría — Comencé a hartarme de sus palabras
— Hace unos instantes no sabías qué era real o no, cualquier acontecimiento parecía tener lógica para ti, y ahora dices, que solo tú podrías identificar tu muerte? Me he topado con muchos humanos, pero tú eres la más arrogante de todos
Era imposible sentir enojo guardado en las palabras que aquel hombre decía, pues cuando lo veía, solo notaba tranquilidad en él.
— No recuerdo haber muerto
— Eso es porque no has escarbado lo suficiente en tu memoria... Para los humanos, morir suele ser traumático, así que acaban enterrando ese recuerdo. Pero para eso estoy aquí, ninguno tiene tiempo de vagar, así que he venido para explicarte todo. Lo que sea que te ayude a avanzar, puedes preguntar lo que gustes, Amanda
— ¿Cómo sabes mi nombre?
— Ah... — Sonrió — Sé todo sobre ti, desde tu altura, peso o mes de nacimiento, sé cualquier cosa que me ayude a reconocerte y lo más importante, sé por qué estás aquí
— Acabas de decir que morí, supongo que esa es la razón de que esté aquí, ¿Qué es esto? ¿El cielo?
Me resultaba difícil creer todas aquellas palabras que el hombre decía, pero nada me costaba entrar a su juego y ver hasta donde sería capaz de llegar.
— No, estamos en el limbo, es decir, al borde del infierno
— ¿Infierno?
— Exacto, así que, ¿ya sabes la razón por la que estás aquí, Amanda?
— No... Es porque estoy muerta, ya lo has dicho — Comencé a ponerme nerviosa sin saber la razón de ello
— Eso no es todo, recuerda, hay algo más y lo sabes. Debes recordar tu vida para recordar tu muerte
Me estremecí ante sus insistencias por hacerme recordar algo que yo aseguraba y era mentira, pero si era así, porque continuaba reaccionando de forma tan emocional?
— ¡Deja de jugar!
Amanda Hill, 30 años, nacida en abril de 1993, de pequeña fue abusada sexualmente por su padrastro, decidió encararlo y vengarse a los 17 años. Se entregó a la policía y fue condenada a 15 años de prisión por homicidio. Estuvo cumpliendo su condena en la prisión COPED en dónde murió luego de ser detectada con cáncer de pulmón.
Sus palabras removieron mis memorias y formaron en ellas grumos de mi pasado. Todo lo dicho sobre mí, era cierto, y ya que era así, significaba que de verdad estaba muerta.
Permanecí en silencio al ser atacada por mis recuerdos, contaba cada uno de ellos y no lograba sumar ninguno bueno. Mi vida había sido horrible, al igual que mi muerte, creí que todo acabaría allí, pero ahora estoy aquí en lo que parece ser un nuevo castigo para mí... y no, no me encontraba dispuesta a aceptarlo. Se supone que ya había pagado por mi pecado, mi vida miserable fue suficiente para merecer al menos una muerte pacífica.
— ¡¿A dónde vas?! — Se pronunció el hombre alterado al ver cómo me apresuraba para salir de allí
En pocos segundos ya estaba frente a mí, no había alcanzado llegar a la puerta, al igual que mis sentidos no alcanzaron a percibir su velocidad. Sentí un leve soplido en uno de mis brazos, algo que con seguridad fue el aire removido por su rapidez. Básicamente, se había teletransportado para evitarme el paso, era difícil pensar en algún método de escape, pero necesitaba huir del castigo inmerecido que me aguardaba.
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Puntos Suspensivos
خيال (فانتازيا)Algunas vidas son arruinadas por las acciones de otras personas. Acorraladas por no tener más opciones, acaban cometiendo pecados que los condenan de por vida y... de por muerte. Al ser escuchado el llamado humano, se es contemplada la idea por ser...