Ep 3

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Sabía que no lo conocía y a la vez todo lo contrario, pues un cruce de miradas bastó para que mi existencia entrara en total paz y comodidad, me sentí protegida y... estúpida. Nunca lo había visto en mi vida, pero quise pedirle ayuda aun cuando lo más seguro, era que él perteneciera a todas esas personas que probablemente me estuviesen buscando.

Con aquel sentimiento de seguridad, deslicé mi brazo sobre sus hombros para acabar susurrando en su oído. Tenía una sensación confortable incapaz de eliminar, pero aun con tanta confianza en él, mi petición de ayuda fue pronunciada como una amenaza.

— ¿Sabes cómo salir de aquí sin usar esa puerta? ­— Susurré al señalar la dirección que llevaba al pequeño estacionamiento

El hombre, quien podía asegurar y tampoco me conocía, levantó su mano señalando la salida sin siquiera dudarlo un segundo. Pude ver dos escaleras, una que subía y otra que bajaba, no necesité preguntar cuál de las dos debía tomar, pues como si fuese mi casa ingresé para descender. Si ya estaba arriba como para ver el mar en la ventana, no me quedaba más que bajar para verlo de cerca.

Terminando mi descenso ingresé a un balcón extendido al largor de un edificio — No recordaba que el lugar fuese tan grande — Caminé hasta detenerme en el lugar correcto para bajar hacia mi libertad, pero detenida por mi cobardía, quedé paralizada frente a una serpiente en miniatura, porque eso era, podría llegar a medir menos que mi pulgar y aun así, seguiría causándome un terrible pavor paralizante. Avanzando para retroceder, permanecí asustada mirando fijo a la "culebrita".

De pronto, vi llegar al mismo hombre de antes, que sin haberlo mencionado, era bastante guapo. Parecía querer escapar también, presencié su avance por encima de la mini serpiente a la vez en que me aconsejaba con palabras ciertas "El miedo no te ayudará a seguir, ni mucho menos te dará el tiempo para pensarlo" Su tono era serio y retador, así que no lo pensé demasiado. Alejándome en dirección izquierda, hallé un camino que antes no había visto, y que ahora, veía como si siempre hubiese sabido que estaba allí, abierto y fácil para bajar.

Abajo no había más que belleza, de esa que solo vez en las películas o en tu imaginación al leer un cuento de hadas, una completa fantasía. Árboles gigantes y pastos alargados verdosos con floración en todas partes. Un resumido jardín estético generoso a la vista de un fanático espectador.

El camino del hombre fue más largo para bajar y cuando lo hizo, comenzó a correr en su propia dirección, dejando a su paso una sensación inminente de que debía seguirlo. Corrí tras él y mucho, tanto que mis muslos dolían al tener que cargar con mi cuerpo, pero no era así. Nuestro avanzar fue tan poco, que casi cruzamos una barrera cercana paralela, así que, o corrimos tan rápido que fue imperceptible, o corrimos tan poco y tan lento que el mundo se detuvo para atormentar mis piernas.

La presencia de un campo atacado por el viento se hizo visible para mí junto con nubes tormentosas que causaban tal frescura que aliviaría mil de mis calores más insoportables. Seguí avanzando para alcanzar al hombre incapaz de detenerse, aun cuando yo lo hice y grité al comprobarlo. Era una serpiente, mis pies estuvieron a punto de cargar consigo una serpiente de color negro mucho más grande de la antes vista, aunque para mí, el tamaño daba igual, pues el pavor sería siempre grande.

Contrariando a lo captado por mi vista, el hombre apareció desde atrás como si me hubiese estado siguiendo cuando en realidad, se trataba de lo opuesto.

— Avanza o te atraparán sin que te des cuenta — Habló antes de seguir el camino que antes había corrido, el mismo en donde mi vista lo había perdido hace unos pocos segundos.

Aquellas palabras tomaron forma explosiva, sentí que debía demostrarle que era capaz de continuar a la par en que me asustaba la persecución que mi mente había diseñado sin estar segura de ello.

Comencé a correr dando un salto en aquella serpiente para adentrarme en el campo, que mezcladas entre el pasto verdoso y seco a la vez, comenzaban a aparecer montones de víboras de distinto tamaño. Salté todas las que pude, di saltos sin saber lo que saltaba, mi vista iba al frente mirando de reojo la gran cantidad de escalofriantes criaturas. Vi incluso una que superaba el tamaño deseado, en mi mente apareció la palabra anaconda pasmando mis ojos, pues mi cuerpo no dejó de avanzar. Si había algo que odiara más que las serpientes, era una serpiente gigante.

Luego, el chico comenzó a saltar vallas. Muros de hierros entrelazados que como si practicase parkour, saltaba con tal facilidad que quise intentarlo y... Lo logré.

No me sorprendí demasiado, pues ya había visto al chico aparecer tras de mí, a pesar de ser yo quien lo estaba siguiendo. Parecía un talento innato, salté las primeras vallas para que mientras corría divisara la siguiente que necesitaba saltar. Habían pasado al menos siete vallas cuando, mi talento comenzó a desfallecer. Me sentía cansada e incapaz de hacerlo cada cuánto los errores al subir aparecían, aun así, logré terminarlas todas, aunque en realidad, necesité ayuda del chico para pasar la última.

Así fue como llegamos a una valla que, al verla, me sentí desfallecer, mis esperanzas muertas me decían que era imposible saltarla, pero aún estaba convencida de intentarlo, cosa extraña, pues solía rendirme con facilidad. El chico se acercó y abrió una pequeña apertura en la cerca saliendo con tal facilidad que me sentí estúpida por no haberla visto, aunque allí noté con certeza que nada había sido normal en todo el día, pues segura de haber revisado con detalle, no logré encontrar esa apertura antes de que el chico la abriera como si siempre hubiese estado allí.

Puntos SuspensivosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora