Capítulo 41: Flamas Vacías en un Encuentro Funesto

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Pum. Pam. Pum. Pam. Pum. Pam. Lo único que se escuchaba en todo el lugar eran rebotes. Pum. Pam. Pum. Pam. Sin cesar y en un ritmo constante, una bola de tenis luchaba contra el silencio de aquella habitación oscura. Pum. Pam. Pum. Los golpes contra aquella pared enfrente eran secos, carentes de intensidad, desprovistos de vida. La esfera era arrojada, botaba, para después regresar a la mano de su lanzador. Y él no estaba exento de la sensación en el ambiente. Se asemejaba a una máquina para prácticas de tenis. Sólo lanzaba la bola, esperaba, y la tomaba de vuelta. Sin vida en su mirada, sin más propósito que eso. O más bien, sin un propósito.

Diecisiete. Aquel que dijese que el número de la mala suerte era trece, estaba muy equivocado. Sólo una decena, siete unidades y un porcentaje bastó para sentenciar el destino de un hombre. Para condenarlo a la mediocridad, y eso era lo peor que te podía ocurrir en una familia como los Kuraki.

–Bourne, ¿estás despierto ya? –escuchó desde fuera de la puerta.

Entrecerrando sus ojos, aquel chico de cabello rubio se mostró disconforme por haber roto su ambiente solitario. Sin ánimos, él se levantó al escuchar un objeto arrastrándose por debajo de la puerta de la habitación. Esta abertura era lo suficientemente grande como para dejar entrar aquella bandeja con una manzana cortada en gajos.

–Escuché que no quisiste desayunar hoy tampoco, necesitas algo para reponer energías –expresó la voz femenina al otro lado.

–No tengo hambre Kira, por favor, no insistas –detalló con voz sosa, dispuesto a volver a su
lugar.

Bourne intentó regresarle la bandeja por la rendija, pero al pasar la mitad, un fuerte y seco estruendo en la puerta lo hizo sobresaltar con sorpresa.

–Lo siento... –declaró Kira luego de unos instantes, apoyando su cabeza en la puerta– Odio verte así, y lo sabes.

Él no supo qué responder a sus palabras. Un nudo en su garganta le impedía hablar, aunque ni siquiera sabía qué decir.

–¿Quieres hablar al respecto? –añadió ella esperando poder hacer algo por su primo.

–Sabes que no soy de hablar de mis sentimientos –respondió Bourne apoyándose a la puerta con una mano.

–¿Qué tal si entrenamos juntos hoy, podrías? –De Kira salió una pequeña sonrisa, pero no demostraba alegría en ella.

–¿Para qué seguiría entrenando ahora?

Estas últimas palabras salieron con un tono más afligido, Bourne se sentía abatido, sin
poder hacer algo.

–¿Recuerdas lo que decía mi padre? –contestó Kira.

Al instante Bourne quedó frío. La mención de su tío le hizo sentir escalofríos por todo
cuerpo, y sus ojos se abrieron de par en par, mientras su corazón se oprimía. Una fibra muy
sensible en él había sido tocada.

–“Ojalá pudiese seguir entrenando con ustedes. Sé que perdí lo que me hacía seguir
luchando, pero...” –citaba Kira, deteniéndose un segundo mientras lágrimas comenzaban a
brotar de sus ojos– “ustedes me dan ahora la fuerza para vivir esta nueva vida, y mi nuevo
objetivo es poder verlos ser grandes...”

–“Pase lo que pase, nunca dejen de luchar...” –terminó Bourne, antes de romper en llanto.

El dolor era muy fuerte para ambos, pero la impotencia de Bourne era demasiada para él
mismo. Cerró su puño con fuerza, y apretando sus dientes, se desahogaba en llanto. Por
otro lado, el pensar en su padre destrozó emocionalmente a Kira. No podía dejar de pensar
en él viendo a Bourne en ese estado. Cada uno sentía el dolor del otro, pero los separaba la
puerta entre ellos, así como el peso de la responsabilidad que los diferenciaba. Esa barrera
siempre estuvo ahí desde que Bourne fue seleccionado como el representante de los Kuraki
en el Proyecto Undersouls.

Undersouls: Entre Los BosquesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora