—¡Bienvenidos al curso de cocina! —exclamó un gato anciano de pelaje gris atigrado—. Hoy os voy a enseñar cómo cocinar sushi.
—¿Sushi? —preguntó Mai con una voz susurrante.
—¿No sabes qué es el sushi? —dijo Zaira sorprendida.
—Pues no.
—Es una comida japonesa hecha con pescado crudo y más ingredientes, normalmente arroz —explicó la gata.
El maestro comenzó a impartir la lección. Abrió un grifo que tenía delante y puso un colador con arroz debajo del chorro de agua.
—Todos tenéis uno como este al lado de vuestro pequeño fregadero —dijo el gato anciano—. Imitad lo que estoy haciendo.
—¿Estás segura de que ha sido buena idea venir? —bromeó Mai inclinándose levemente hacia Zaira—. Esto ya es muy complicado.
—¿No has cocinado nunca?
—No, soy más de buscar comida ya preparada en la basura —reconoció ella con una risa nerviosa que parecía esconder tristeza.
Al oír esas palabras, Zaira se quedó boquiabierta. Mai, por su parte, no comprendía su reacción. ¿Qué clase de vida había tenido esa gata?
—Si quieres te puedo enseñar —sugirió Zaira sintiéndose algo culpable por lo que había dicho.
—¿En serio? Gracias.
Neit escuchaba discretamente la conversación entre las dos gatas con una expresión desanimada que nadie pareció notar diferente a la usual.
El maestro dió la orden para darle forma al arroz. Mostró una imagen de referencia.
—Por cierto, Kenji, ¿por qué has venido al curso? Pensaba que no te interesaban este tipo de cosas —preguntó Zaira mientras moldeaba una bola de arroz como toda una profesional.
—Eh... —respondió el gato algo nervioso—. He venido para buscar alguna forma de escapar.
—¿Sigues queriendo irte?
—Sí...
—Pero la gente te trataba muy mal, ¿no? —intervino Mai.
—Lo sé, pero por alguna razón aquel cocinero no era como los demás humanos.
—¿Estás seguro de que quieres correr el riesgo porque un solo humano te trató bien? Quiero decir, tal vez no puedas quedarte con él y tendrás que vivir como antes.
¿Correr el riesgo? ¿Eso quería decir que escapar de allí era peligroso? Mai cada vez estaba más convencida de quedarse allí. Se le estaba olvidando el tiempo que pasó junto a Natalia.
—No había pensado en eso —susurró Kenji antes de sumergirse en un profundo silencio.
Tras cortar el pescado, todos montaron su sushi.
—¡Genial! Esto es todo. A continuación os entregaré unas cajas para guardar el sushi y poder comerlo más tarde.
El maestro repartió una caja a cada gato.
—¡Tu sushi tiene una pinta deliciosa! —exclamó Zaira observando la comida hecha por Mai.
—¿De verdad? No creo que sea para tanto —dijo ella riéndose—. Seguro que el tuyo está mejor.
—Luego podemos ir a comerlo todos juntos a la pradera —propuso la gata de pelaje naranja—.¿Qué os parece?
—Bien, iré contigo —contestó Mai.
—Yo necesito pensar en algo. Prefiero quedarme en mi habitación —respondió Kenji.
—A mí no me apetece, id vosotras...—dijo Neit haciendo énfasis en la última palabra.
Kenji y Neit salieron de la nekocina, aunque sumidos cada uno en sus propios pensamientos y con la mirada fija en el suelo.
—Oye, Zaira. ¿Puedes decirme el número de tu habitación?—solicitó Mai.
—¿Es para algo en especial?
—Bueno, para avisarte para bajar a comer.
—No hace falta, puedes llamarme por el comunicatdor—informó Zaira.
—Comuni...¿Qué? —preguntó Mai confusa.
—Comunicatdor —contestó la gata—. Todos tenemos uno en nuestra habitación. Es un dispositivo rojo con forma de pata —explicó al mismo tiempo que Mai recordaba haberlo visto en su habitación—. Si marcas el número de otro gato, puedes llamar a su comunicatdor. Fácil, ¿verdad?
—Que útil —comentó la gata de pelaje gris—. Entonces, de todas formas necesito tu número, ¿no?
—Ah, sí... —dijo con una risa—. Que torpe. Mi número es el 3783.
—Genial, pues en un rato te llamo. A ver si me acuerdo de cómo usar el comunicatdor.
Ambas gatas se dirigieron al ascensor y se despidieron al bajar en las plantas de sus respectivas habitaciones.
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El Mundo Perdido de los Gatos [BORRADOR]
FantasíaUna solitaria gata callejera, tras hacer migas con una humana, llega a un sitio muy extraño donde recibe el nombre de Mai. El Mundo Perdido de los Gatos es un lugar ideal donde cualquiera querría vivir para siempre. Sin embargo, hay algo que no le c...