Capítulo 11

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Mai se despertó sobresaltada al escuchar el sonido de un teléfono. Era el comunicatdor. Tomó el dispositivo rojo con su pata, todavía medio dormida.

—¿Sí?

—¡Hola! Soy Zaira —contestó con voz enérgica.

—¿Zaira? Te he llamado hace un rato, pero no has contestado... —dijo entre bostezos—. Oye, ¿cómo me has llamado? Si no te dije mi número.

—Bueno, conozco los números de todos los gatos y ya no quedan muchos libres, así que he llamado a todos los que no conocía y te he encontrado fácilmente.

Al escuchar esas palabras, Mai se quedó boquiabierta. Zaira tenía muy buena memoria.

—¿Qué hora es? Espero que no sea muy tarde... —preguntó buscando la caja de sushi con la mirada.

—Tranquila, sólo ha pasado una hora. ¿Salimos ya a comer?

—Vale, pero, ¿dónde quedamos? La pradera es infinita y no me quiero perder...

—No te preocupes, espérame al lado de la caseta de identificación.

Mai colgó el dispositivo tras despedirse y cogió la caja de sushi. Atravesó el pasillo para dirigirse al ascensor. Cuando se subió, avistó unos brillantes ojos verdes.

—Hola, Kenji —saludó amablemente con una sonrisa.

—Mai... Hola. ¿Vas a comer con Zaira?

—Sí. ¿Te apetece venir?

—No quiero molestar, pero gracias por la invitación.

La gata decidió no insistir más, pues no veía a Kenji muy animado. Él salió del ascensor cuando este alcanzó la segunda planta, mientras que Mai lo hizo al llegar a la planta baja.

Atravesó la ajetreada multitud del salón central y salió por la puerta. Un brillante rayo de sol resplandeció ante sus ojos.

La caseta de identificación estaba justo a la derecha, así que solo tuvo que caminar unos pocos pasos para posarse suavemente sobre el césped.

Mai observó el cielo y comenzó a pensar en qué era aquel mundo. ¿Cómo había acabado allí? ¿Para qué la querían realmente? ¿Allí se vivía para siempre? ¿Por qué Kenji quería escapar?

Todos sus pensamientos fueron interrumpidos por una caja de cartón que golpeó su cabeza.

—¡Ay! Lo siento, quería dejarla en el suelo —exclamó entre risas una gata de pelaje naranja.

—¡Zaira!

Las dos gatas abrieron sus respectivas cajas de sushi y compartieron su comida.

—Oye, pues no te ha salido nada mal —dijo Zaira—. Aunque te podría dar algunos consejos. Primero...

La gata enumeró una serie de cosas que Mai debía hacer para conseguir un mejor sushi.

—Zaira —interrumpió—. No me estoy enterando de nada, así que creo que es mejor que no me desveles tus secretos culinarios porque no creo que los pueda aplicar.

Las dos gatas rieron hasta que la conversación tomó un rumbo diferente cuando Mai decidió preguntar sus dudas a Zaira.

—Oye... Tú pareces muy experimentada en este mundo. ¿Sabes por qué Kenji quiere escapar si aquí se está genial? Además, según lo que me ha contado, le trataban fatal en el mundo real...

—Eh... Yo... —balbuceó nerviosa con un nudo en la garganta—. Tampoco lo sé, lo siento.

Algo le olía mal a Mai. Y no literalmente, sino que había visto a Zaira alterarse cuando realizó su pregunta. Le parecía muy extraño y podía ser un signo de que estaba mintiendo.

Tras la comida, ya que Zaira no parecía muy cómoda hablando del tema, prefirió preguntarle directamente a Kenji. Empleó todas sus fuerzas para recordar el número que le dijo cuando se conocieron y se dirigió a su habitación.




El Mundo Perdido de los Gatos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora