Capítulo 3

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Mai siguió al gato elegante a través de la entrada del edificio. Este era mucho más grande de lo que la gatita había imaginado. Varios sillones y mesas se encontraban en el centro de la sala principal. Al fondo de esta había un gran ascensor por el que subían gatos camareros con bandejas llenas de comida.

—¿Qué te parece? —preguntó el refinado gato.

—Es gigante... —exclamó Mai sorprendida.

—Estoy seguro de que tu habitación te gustará más.

El gato de las gafas con cristales negros acompaño a Mai hasta su habitación. El número plasmado en la puerta coincidía con el suyo de identificación: 0520. La sala era enorme. No parecía una habitación, sino una casa. Tenía 2 baños, 2 habitaciones y una sala de estar con televisión y comedor.

—Yo...No me imaginaba tan grande la habitación... —dijo la gata igual de sorprendida que antes.

—Todos los gatos dicen lo mismo —bromeó el gato elegante soltando una breve carcajada—. En fin, disfruta de tu habitación. Si tienes alguna duda pregunta a cualquier gato.

—¡Muchas gracias! —exclamó Mai inclinando la cabeza en señal de respeto.

El gato con chaleco y sombrero se esfumó por la puerta tan rápido que Mai no tuvo la oportunidad de verlo marchar.

La gata comenzó a inspeccionar todos los rincones de su nueva habitación. Nunca había visto algo así. Las habitaciones tenían una cama, un armario, una estantería y una ventana cada una. A través de ella se observaban gatos jugando en la pradera.

Mai se sentía sola. Extrañaba la compañía de aquella mujer llamada Natalia, que aunque solo estuvo con ella unas horas, sentía como si la conociese desde siempre. La gata pensó en hacer amigos para no sentirse mal, así que bajó en el ascensor y salió al exterior.

Muchos gatos jugaban y reían en la pradera, sin embargo había uno que estaba escribiendo rápidamente sobre un papel. Mai se acercó a él.

—Hola, ¿cómo te llamas? —preguntó la gata nerviosa.

—Kenji, 1314 —respondió el gato sin quitar la mirada del papel.

Era un gato de pelaje negro y ojos color esmeralda. Tenía una cicatriz en la mejilla derecha.

—No he preguntado tu número —dijo Mai soltando una dulce carcajada.

—Oh, perdón. La costumbre, supongo —se disculpó Kenji desviando la mirada hacia la gata—. ¿Cuál es tu nombre?

—Mai, o al menos eso es lo que me han dicho —dijo ella soltando una risa nerviosa mientras el gato la observaba con curiosidad—. ¿Qué es eso que estás haciendo en el papel?

—Estoy dibujando un mapa del edificio gatuno —contestó Kenji mostrándole la hoja a la gata.

—¿Para qué?

—Trato de buscar una forma de escapar —dijo Kenji con una voz seria.

—¿Por qué quieres escapar? Llevo tan solo unas horas aquí, pero parece que todo es perfecto... —opinó Mai.

El Mundo Perdido de los Gatos [BORRADOR]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora