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Después de la muerte del policía, muchas cosas cambiaron. Creo que Carl colocó algunas rejas, y también alarmas, en ciertos sectores de la residencia. Había cables extendidos a lo largo de la pared izquierda del pasillo, y yo temía que ese incidente acelerara la ejecución de los planes del doctor, y si bien esto no ocurrió, no volví a ver a Hernan y solamente Carl se acercaba a mi celda, siempre con esa bandeja sobre la cual había un vaso con agua y comida embutida en una pequeño recipiente rectangular.

Una noche, le pregunté a Carl cuándo acabaría todo esto. Él no solía hablarme demasiado. Era como una prolongación tenue y agónica de la voluntad del doctor Hernan, un cómplice fantasmal sin vida propia, envuelto en una tristeza irremediable. Pero me dijo que el doctor había tenido un problema con sus elementos de trabajo y que estaba tratando de solucionarlo.

-Usted sabe-me dijo-, estamos en un lugar bastante apartado de todo. Supongo que el doctor ya se lo comentó. No suele haber negocios cerca de estas residencias antiguas, además de que estamos sobre un barranco que fue construido, por decirlo de algún modo, por las aguas de una inesperada inundación. Llovió, durante tres semanas seguidas. El río se desbordó y su continuo desplazamiento por el suelo fue desgastándolo, hasta provocar un verdadero derrumbe, generándose así el declive en el que está emplazada esta edificación. En el fondo del abismo que las aguas abrieron, estaba esta residencia, la última residencia que habitó el doctor Frankenstein y en la que se conservaban todavía los informes que explicaban sus procedimientos quirúrgicos. El doctor Hernan había buscado durante años esos documentos, y ciertos indicios lo trajeron hasta aquí, aunque si no hubiera sido por la inundación jamás se nos hubiera ocurrido pensar que aquí existía una casa. Pero nosotros no vamos a revivir a un muerto. Sólo nos interesa el ensamblado de las partes de diferentes cuerpos, sus conexiones con un cerebro nuevo. La barranca es peligrosa, por eso nadie baja hasta aquí. Nosotros tenemos un pasadizo que nos comunica con las calles de la ciudad. El viaje hacia la civilización es largo, por eso a veces nos resulta difícil conseguir ciertos repuestos necesarios para la actividad en el laboratorio.

-¿Y ese policía?-pregunté-¿Cómo nos encontró? ¿Por qué llegó hasta aquí?

-Muchos agentes de la policía-dijo Carl-están buscando al niño desaparecido, y también al actor. Tal vez alguna pista lo trajo hasta aquí, y tal vez vengan otros, pero eso no nos preocupa. No es la primera vez que intentan ingresar a esta residencia, aunque casi nadie sabe que existe, y mucho menos que contiene una información tan importante. Dicen que las aguas que anegaron y hundieron este territorio estaban conducidas por el espíritu del propio doctor Frankenstein, el cual no quería que sus investigaciones se perdieran en el olvido para siempre. Recuerde usted que él sabía maniobrar y hasta generar la energía que desataban las tormentas. Los rayos que atravesaron los cielos durante tres semanas seguidas... Nunca se pudo explicar la razón de ese fenómeno.

EnanensteinWhere stories live. Discover now