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Era un hombre alto, canoso. Siempre tenía un cigarrillo en su boca, pero nunca lo encendía. Lo usaba a modo de escarbadientes.

-Nunca imaginé algo así-me dijo Colman en aquella cantina-. La oreja izquierda era tan pequeña que parecía ser la oreja de un embrión, como si su desarrollo se hubiera detenido de manera definitiva durante la gestación. No sabía si sentir lástima o repugnancia ante él. Pero lo que más me intrigó fue que, al acercarme al cuerpo, a pesar de que estaba muerto, sentí que irradiaba cierta maldad. Y yo creo que hay una fuerza oscura más allá de lo biológico, que no depende de la vitalidad de las cosas. Si usted alguna vez escala una montaña, y yo gracias a mi profesión tuve que hacerlo en varias ocasiones, verá que algunas piedras son engañosas, y que se desprenden de la ladera cuando uno intenta aferrarse a ellas o pisarlas. Claro, usted me dirá que la piedra no sabe que provocará de este modo nuestra caída, pero yo pienso que hay alguna maldad en la disposición general de las cosas inertes, en la manera como se ordenan, supuestamente a causa de la misma naturaleza, a través del tiempo. Claro, es una hipótesis mía, una idea muy personal. Pero ¿qué diría usted si le proponen pasar un fin de semana encerrado en una habitación con el cadáver de Hitler, o con el de Gandhi? ¿Cuál de los dos elegiría? Estoy seguro de que escogería el segundo, a pesar de que ambos son objetos igualmente inertes. Y yo le digo que puede haber tanta maldad en el cuerpo muerto de Hitler como la hubo en ese hombre cuando estaba vivo, y que esa energía negativa, o como quiera llamarla, recorre el mundo, el Universo, y es perceptible incluso en los elementos inanimados. Razón por la cual me alejé de ese cuerpo repulsivo, y tuve que retirarme del ámbito en el que lo había encontrado.

Dejó de hablar, y se quedó pensando. Luego reanudó su testimonio, con una voz más cansada y distante.

-Bien, como le decía antes. Una de las columnas que cayó había golpeado la pared que estaba a la izquierda de esa camilla, hundiéndola, pero yo noté que ese hundimiento tenía una forma rectangular. Pensé inmediatamente en una puerta, y entonces empujé ese rectángulo, y luego le lancé una patada que finalmente lo desplazó. Sí, digamos que era una puerta. Entonces me adentre en el pasadizo. Como la casa estaba en una barranca, obviamente la ciudad de Londres estaba arriba mío, a unos cuantos metros, mientras yo avanzaba por esa región hasta una zona en la cual el pasadizo era cortado por otro. Seguí por este camino perpendicular y emergí, aproximadamente 5 kilómetros después, en el patio central del estudio cinematográfico para el cual trabajaba el actor que usted nombró. Supongo que había otro camino que conducía al club en el que usted fue raptado. Pero yo prefería dejar la exploración de los otros pasadizos para otro día. Claro, no sabía que alguien me estaba rastreando, y que iba a sufrir una emboscada, lo cual me impidió regresar a través del primer tramo del pasadizo. Pero tengo pensado continuar con esa investigación postergada. No he dejado el caso, no, para nada, porque he obtenido nuevos indicios que nos ayudarán a resolverlo.

Y yo también había descubierto nuevos indicios, pero con la muerte de Colman terminó también mi propia investigación. No quise seguir solo, por mi propia cuenta. No me sentía capaz de llegar muy lejos de esta manera. Preferí alejarme completamente de todos estos hechos, por lo que tuve que alejarme también de Londres. Pero confío en que este informe le servirá, en un futuro, a quien quiera dilucidar lo que ha ocurrido en esa residencia y lo que posiblemente ocurrirá si alguien no logra detener al responsable de todo esto. Es el aporte de alguien que no es detective, ni pertenece a ninguna fuerza policial, sino que se había dedicado a montar vulgares espectáculos de strip-tease en ciertos clubes nocturnos de Londres, hasta que fue secuestrado.

Sé que mi testimonio será valorado, alguna vez, cuando toda la verdad salga a la luz, si es que la oscura fuerza que, según pensaba Colman, recorre todas las cosas, no lo impide.

EnanensteinWhere stories live. Discover now