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No dispongo de los medios suficientes como para resolver este misterio. Como señalé en el capítulo anterior, muchas de las situaciones en las que solía encontrarme, muchas de las cosas que veía o escuchaba podían ser producto de la sugestión en la que inevitablemente mi espíritu se hundía. De hecho, una noche, tuve un sueño muy particular. Soñé que lograba acercarme a ese gato que todas las noches se paraba sobre la cerca, y que éste se mantenía inmóvil frente a mí, observándome con esos ojos tan singulares, y entonces yo lograba discernir una serie de costuras que rodeaban su cabeza y que evidenciaba que, gracias a ellas, podía conservar todavía lo que vulgarmente se conoce como la "tapa de los sesos". Y esas costuras también estaban manchadas de lo que posiblemente fuera sangre.

Me desperté de ese sueño tan sobresaltado que nunca pude liberarme de la sensación de ser observado todas las noches, a pesar de que la ventana a través de la cual solía ver la silueta de ese gato estuvo, a partir de ese sueño, detrás de una gruesa cortina que, a su vez, era ocultada por unas persianas perpetuamente cerradas. 

Recuerdo que Colman me dijo, durante nuestra única charla, que él también se sentía observado mientras estaba examinando la residencia desmoronada, y que esa sensación se agravaba cuando una brisa muy fría se aproximaba a él, desde alguna de las regiones de la residencia que todavía mantenían su integridad, dado que esa brisa, unida al débil pero inquietante rumor que también se percibía en esos momentos, se asemejaba al aliento de alguien, alguien que respiraba a lo lejos y, de algún modo, también muy cerca de él. Y esa brisa tenía la frialdad, la consistencia húmeda y certera, que suele adquirir el viento cuando anuncia una tormenta. Y a pesar de que podían verse oscuras nubes en el cielo, y algunas ligeras centellas, nunca llovía. Era como si el clima quisiera llamar la atención del detective, pero sin estropear su investigación, o como si esas nubes, esos tenues relámpagos silenciosos, intentaran señalar algo, dirigir la atención de Colman hacia algún sector en particular. 

Y aun cuando Colman se internó en el tenebroso pasadizo, esas luces, de alguna manera, siguieron destellando a lo lejos.

No puedo dejar de pensar en esa escena. El elegante detective, tan prolijamente insertado en su traje blanquecino, observando las paredes de ese túnel que acaso un antiguo torrente de agua enloquecida cavó, empujando y removiendo la tierra como un gusano ciego y desesperado que buscara una salida. Pero también, alguien había perfeccionado esa excavación natural, convirtiéndola en un pasadizo secreto, que a la vez se comunicaba con otros. Claro que, sin la ayuda del agua, un hombre, o un grupo de hombres, hubiera tardado décadas en construir algo como eso. Algunos pasadizos se alargaban desmesuradamente, acaso a través de varios kilómetros, y también se entrecruzaban con otros, como si el agua que perforaba la tierra hubiera sido capaz de cambiar de dirección, detenerse, retroceder, entretejiendo así un laberinto colosal debajo de la ciudad de Londres.

Y de pronto dejó de hablar. Parecía haber recordado algo súbitamente. El cigarrillo estuvo a punto de caer de sus labios. Sus grandes ojos se abrieron aun más, y dijo:

-La sangre en la maleza no era la del niño. La hemos analizado. Yo creo que quien haya estado manipulando el bisturí, se cortó. La sangre pertenece al asesino. Debe haber sido alguien un poco torpe, un poco, no sé cómo decirlo, limitado intelectualmente, a pesar de su destreza quirúrgica. Y yo creo que la maldad es el resultado de una limitación, y por eso busca limitar. Quiere que a un animal le falte una pierna. Quiere que la edificación vuelva a ser un montón de escombros. Quiere que el niño no se alimente para que no crezca, para que no llegue siquiera a la edad adulta. Es una fuerza, sí, como el bien, pero inhibida, coartada, y dado que no puede crecer, continuamente ejerce una presión sobre las cosas, para no ser superada ni opacada por ellas. ¿Usted no ha sentido alguna vez esa presión? En fin, es hermana del bien, la hermana gemela del bien que no alcanzó nunca su plenitud. Desde el principio del Universo esa fuerza ha estado oprimiendo todas las cosas. Quizá, en el comienzo, era necesaria, porque una expansión desmedida de la existencia hubiera sido inoportuna, tal vez trágica. Tal vez un bien excesivo sea tan perjudicial para la vida como el mal puro. Pero cuando los elementos fueron alcanzando un equilibrio, esta energía opresora comenzó a resultar prescindible. Su acción sobre los hechos se ha vuelto nefasta, porque ya excede lo conveniente, escapa a su función original y causa esto, esto que estamos viviendo ahora, esto que estamos intentando comprender... Esa fuerza ya no tiene un lugar en el orden de la existencia. Es como una serpiente que repta en la oscuridad, esperando su momento de emerger y actuar sobre un mundo que ya no la necesita.

Y luego volvió a hacer silencio, y sonrió tristemente.

EnanensteinWhere stories live. Discover now