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Otra vez estaba Colman en la televisión. En esta ocasión, en una zona bastante alejada del escenario del crimen. Algunos patrulleros exploraban una región boscosa, pero también había allí algunos edificios y calzadas. Alguien había visto, creo que desde un binocular, cómo se desmantelaba la sombría mansión y también le había contado a Colman que alguien estaba corriendo entre las paredes que se derribaban. Obviamente, ese hombre que corría era yo. Colman enumeró algunos elementos que fueron hallados entre las ruinas, que podían vincularse con este caso, sobre todo los instrumentos de cirugía, los suministros empleados para la administración de la anestesia, las cámaras frigoríficas y el bloque de hielo desde el cual los ojos del niño asesinado contemplaban la blancura insustancial del hierático recinto. El hombre que atestiguó la increíble desintegración de la residencia era(y esto también debería resultarme obvio)el dueño del departamento que yo alquilaba. Eso no era extraño, ni tan casual como parecía, si tomamos en cuenta que ese hombre se dedicaba a espiar desde lejos las casas que adornaban las orillas de la ciudad, embelesado por su arquitectura, su antigüedad, y también con la intensión de verificar si eran frecuentadas por alguien o estaban abandonadas, lo cual le permitiría acaso comprarlas para incrementar su negocio.

Colman hablaba nerviosamente. El reportero balanceaba el micrófono delante de sus labios, tratando de captar su voz. Creo que presentía o sospechaba algo, algo terrible. Quizá había encontrado entre los vestigios de la residencia algo más aparte de las cosas que había mencionado durante el reportaje.

EnanensteinWhere stories live. Discover now