19

2 0 0
                                    

Caminé por una avenida en la que el día domingo había caído como un gigantesco martillo, increíblemente pesado, haciendo desaparecer los autos, la gente, las mascotas que todos los días transitaban ruidosamente sobre ese asfalto. Y cuando ingresé al bar, esa sensación de vacío y de quietud no me abandonó. Había solamente un cliente, sentado en el fondo, en una banqueta, detrás de una mesa circular: era Charles. Junto a su pierna izquierda estaba la maleta que había llevado a mi casa y cuyo contenido yo había preferido no descubrir. Ahora estaba allí, junto a la pierna del reportero, como una oscura e inmóvil mascota. Todas las otras mesas estaban desocupadas, pero había una mujer, parada junto al mostrador, que a veces conversaba con el hombre que atendía el bar.

Charles alzó la cabeza y me observó, con una mirada en la que se reflejaba toda la tristeza de aquel día. Pero a medida que me fui acercando hacia él su semblante se modificó. Estaba casi alegre de que yo haya asistido a nuestra cita, aunque en realidad fui yo quien le propuso un nuevo encuentro.

-Es bueno verlo otra vez-dijo-. Vine temprano. Me gusta tomar dos o tres tazas de café antes de encontrarme con alguien. Dicen que el café excita los nervios. Pero a mí me tranquiliza. No sé por qué. Ahora bien, hay algo que me gustaría saber. Quisiera preguntarle qué ocupa de lo que había dentro de esta maleta cuando nos reunimos en su residencia.

-¿Qué opino?-pregunté-. Nada. Nunca vi lo que había allí dentro. Usted me dijo que quería mostrarme algo, pero jamás lo hizo.

-Bien-continuó hablando. Eso confirma lo que yo le había insinuado sobre la influencia de aquella mujer. Aquella vez, en su residencia, antes de irme abrí la maleta y le mostré lo que llevaba dentro de ella. Incluso usted emitió una opinión respecto a ese contenido. Y quizá tampoco recuerde que yo le comenté que, cuando frecuenté ese departamento para someterme a una tercera sesión, debí postergarla, porque en la puerta de entrada había un animal que, aunque no me atacó, me observaba de una manera que me aterrorizó. Era un gato negro, que estaba visiblemente consternado por mi presencia.

-No lo recuerdo-dije-. Para nada. Y es cierto que desde hace un tiempo estoy notando este comportamiento de mi memoria. También hay como baches, hechos que deberían estar entre otros hechos, pero que faltan. Aunque no creo que le resulte a usted difícil engañarme, tanto con el asunto de la valija, como con otros. Por ejemplo, esa criatura de los sueños. Mire, sólo quería hacerle saber que ya quiero desentenderme de este tema. Lamento la muerte de Colman, pero no tengo nada que aportar a su investigación. Hay algo extraño, como una fuerza o presencia que ha empezado a incomodarme desde que me impuse la tarea de esclarecer aquel crimen, incluso antes de que usted me localizara. 

Iba a decir algo más, pero Charles me interrumpió:

-Hay fuerzas que no quieren que se sepan ciertas verdades-dijo-. Pero debemos luchar contra ellas. También ellas tienen sus debilidades, y cometen errores. Pueden ser derrotadas. Pero hay pasos en falso que no podemos permitirnos. Por ejemplo, Colman cometió un error grave cuando se vinculó con esta mujer. Ella estaba asociada a alguien, alguien que temía que Colman se acercara demasiado a cierta verdad. Fingió necesitar sus habilidades detectivescas. Lo contrató para una tarea que lo llevaría a un lugar determinado, un lugar en donde sería fácil sacarlo de este mundo sin que nadie sospeche. La opinión pública asociaría su muerte con un mero escándalo de tintes políticas. Tome en cuenta también que ella puede ver el futuro. Sabía que Colman estaba cerca de una revelación importante. Pero también había detalles que si Colman los hubiera tomado en cuenta había podido salvar su vida, detalles que él no recordaba, que no tomó en cuenta para nada cuando se reunió con usted aquel día.

-Es posible-dije, y volví a guardar silencio inmediatamente. Traté de reconstruir los eventos de aquel día fatal. Pero había detalles que a mí también se me escapaban. 

En ese momento sentí que Charles no estaba confabulado con la misteriosa fuerza que me estaba oprimiendo. Ambos tenían propósitos diferentes. Él me interrogaba, quería saber algo que yo no recordaba. No podía darle las respuestas que me pedía, porque algo no me dejaba hacerlo.

Sentía que estaba enloqueciendo. Había pasado de los dominios lóbregos de un enano diabólico a la ubicuidad de una mujer-pájaro que parecía revolotear dentro de mi mente, eliminando recuerdos, formateando mi pasado. Y mientras tanto Charles seguía hablando pero yo ahora lo escuchaba desde una especie de tenue embotamiento. Quería obtener alguna información, tal vez confundirme. Y lo estaba logrando. Sentía que las negras alas del olvido me abrazaban. El vacío, ese frío e intangible espacio entre los acontecimientos, liviano como una pluma, anidaba en mi corazón.

Y ese espacio se hacía cada vez más grande. Ya no recordaba muchos de los sectores de la residencia en la que estuve secuestrado. Sólo podía rememorar con claridad la imagen de unas cadenas que colgaban y un farol que proyectaba una luz amarilla. Pero aun este recuerdo, a pesar de su claridad, perdía inmediatamente su exactitud, porque sobre una de esas cadenas se posaba de repente una figura extraña, un ave o un ser humanoide con alas, y permanecía allí, estática, modificando mi recuerdo original, transformando ese acontecimiento en otro que nunca sucedió.

Mientras conversaba con Charles, todavía podía percibir la falsedad de ese recuerdo, pero sospecho que llegará un momento en el que ya no sabré qué fue lo que realmente viví, qué hechos recuerdo con precisión y cuál ha sido tergiversado por esa fuerza despiadada que se está apoderando de mi mente.

Olvidaré casi todo, y también gozaré del beneficio de olvidar aquella nefasta residencia, y al doctor Hernan, y todo lo que ocurrió en torno a él. Ya no me atormentará su tétrica voz de niño, y mis recuerdos serán moldeados por las delgadas manos de aquella ave o mariposa de las tinieblas que acaso se ha posado para siempre en las cadenas que me atan a mi pasado.


EnanensteinWhere stories live. Discover now