Capítulo 12

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Al despertar, nos vestimos y fuimos a dar un paseo, ambos nos sentamos en el mismo banco del otro día, a la misma vez encendimos un cigarro y a la misma vez comenzamos a fumarlo.

Esa mañana era soleada, la brisa mañanera movía las ramas de los árboles, los pájaros cantaban mientras volaban de un lado para otro, quizá buscando comida la cual le daban niños y ancianos sentados en otros bancos. El amanecer salía lentamente, formando un cielo de toques anaranjados y amarillos que se esparcían por todos lados.

—¿Cuál crees que es el sentido de la vida? —giro el rostro cuando escuchó a Darien hablarme.

—¿A que te refieres con el sentido de la vida?

—El sentido de la vida, la razón por la que estamos aquí, la razón por la que nos conocemos las personas, ¿por casualidad? ¿por destino?

—Bueno, creo que existe algo, ya sea un dios o no, que nos pone aquí, y nos pone a personas en el camino, ya sean buenas o malas para que aprendamos lecciones de vida o enseñemos las que hemos aprendido. Todos tenemos algo en esta vida que aprender o enseñar, cosas que aprendemos con el paso de los años, cosas que parece que necesitamos aprender, aunque sean, las caídas.

—¿Las caídas? —preguntó sonriente mientras me miraba, era como si le gustara que yo hablara de estas cosas.

—Ya sabes, los errores que te hacen tocar fondo. Las situaciones que te rompen por dentro lentamente.

Esas situaciones que te hacen replantearte todo lo que tienes a tu alrededor. Y te hacen cambiar el chip. —hago una pausa y lo miro observarme antes de seguir— Creo, que cuando dejas de mirar las cosas malas y te centras en las cosas bonitas de la vida, es cuando todo empieza a irte bien, cuando las cosas empiezan a fluir en tu vida, cuando todo comienza a ser y a dejar de ser.

—Mierda, ojos simples.

—¿Qué?

—Podrías escribir un libro —me dice—, si así hablas no me imagino como tienes que escribir. Definitivamente yo lo leería.

—¿De que podría escribir yo? —le pregunto.

—De tu vida —contesta—, de un romance quizá que hayas vivido, algo.

Me remuevo algo incomoda antes de contestar; —Yo, nunca he tenido un romance.

—Espera —me dice con la boca alto abierta y los ojos cual platos—, ¿entonces nunca has tenido lo bonito en un romance? Las primeras citas, el cine, la cena, la charla viendo una película, los besos bajo la lluvia, las flores...

—Nunca —contesto algo avergonzada.

—¿Entonces a que esperamos? —coge mi mano suavemente y se levanta del banco obligándome a hacer lo mismo— Vamos, haremos todas las cosas románticas que nunca hiciste.

—¿Enloqueciste? —¿Desayunó algo raro, o simplemente estaba tomándome el pelo de una manera poco graciosa?

—Camina, lo primero será ir a comprarte flores y un regalo, después iremos al cine, o a comer, todavía no lo tengo claro. Demonios, debo de hacer una lista, tenemos muchas cosas que hacer.

—Espera espera, ¿enloqueciste? En serio.

—No enloquecí, ojos simples. ¿Te acuerdas de la apuesta, verdad?

—¿Piensas que con todas esas cosas que quieres hacer confirmaras tu ridícula hipótesis?

Me miro con mala cara, frunció el ceño y me dijo; —En primer lugar mi hipótesis no es ridícula, y en segundo lugar, si, lograré comprobar que puedo enamorarte en un mes, y además te enseñaré todas las cosas bonitas del amor.

—Entonces adelante —dije siguiéndolo aún tomada de su mano.

Caminamos hasta una floristería, pude observar todas las hermosas flores, las amapolas con su color blanquecino, los girasoles, las petunias y mis favoritas, los tulipanes azules, tan azuleas como el cielo, como el mar, como los ojos de algunas personas.

Un señor de anciana edad salió a atendernos, entonces nos miró a ambos cogidos de la mano, nos sonrió gentilmente y nos dijo; —¿Busca unas bellas flores para esta bonita señorita?

—La verdad —me miró de reojo—, que busco las flores más hermosas que existan.

El señor sonrió ladinamente y nos hizo una seña, entonces nos guió hacia adentro, donde había, en una esquina, un florero con una simple flor, una rosa blanca pura, nunca había visto una flor tan simple y a la vez tan hermosa.

—Las cosas más simples de vez en cuando son las más bonitas —dijo.

Darien me miró, observo como miraba la flor y en dos segundos dijo; —Me la llevo.

El hombre miró a Darien, alzó una ceja y mientras sonreía le dio la flor, Darien le pagó y salimos de la floristería, entonces, se paró frente mía y me observo detenidamente mientras me ofrecía la flor.

—Nunca encontraré una flor con tu belleza —comenzó a decir logrando que me pusiera colorada—, porque no existen, ojos simples, pero puedo darte la más bonita, aunque no se acercaría apenas a la belleza del resplandor de tus ojos.

Demonios, si no paraba de hablar ahora mismo lo besaría, y aunque parara de parlotear, lo besaría igualmente.

Sus labios, sus ojos, su forma de hablar, todo en él era atractivo. Y no podía aguantar más la tensión entre nosotros..

—¿Y si te digo que ahora mismo quiero besarte? —cogí el valor para decirlo.

—¿Y si te digo que yo también quiero besarte ahora mismo? —entonces, con la mano que tenía libre, agarré su rostro, me acerqué a él ligeramente, y de puntillas, le di un suave beso, al cual él me correspondió a la misma velocidad y intensidad, suave, lento, delicado.

Rodeé su cabeza con mis manos, el agarró mi cintura con delicadeza y me pegó más a su cuerpo, volvía a sentir su corazón latir desenfrenado como en cada beso. Estaba segura, que él podía notar el mío igual de acelerado por su toque en mi piel y sus labios sobre los míos.

De repente, y como por arte de magia, comenzó a llover, mientras aún seguíamos encharcados en el beso.

—Misión uno y dos cumplidas —dijo mientras reía y volvía a besarme esta vez con más pasión, más rapidez, más todo.

—No me jodas que hiciste la lista enserio —le digo, esperando realmente que lo haya dicho de bromas.

—Claro que no la hice —río nervioso y yo supe que estaba mintiendo, pero me parecía un acto algo bonito, así que lo dejé así.

—Me gustaría seguir eternamente con esto —comienzo a decirle— pero esta lloviendo y hace un frío que pela, así que...

—Lo sé, vamonos de aquí, corre al motel.

Apenas llegara a la habitación, me daria una ducha caliente, me pondría el pijama y me quedaría viendo una película calentita en la cama, quizá con unas palomitas o un café.

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