Capitulo 6

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Capitulo 6: Shallow

Darien

Cuando cumplí los 6 años mi madre y yo nos mudamos a Ohio, mi hermano Jack se quedó en Alaska con mi padre y mi abuela. Papá y mamá se divorciaron.

Perdí el contacto con mi hermano hasta que cumplí los 16, nos encontramos de nuevo por una casualidad y comenzamos a convivir, a hablar de nuestras vidas los últimos 10 años separados, parecía que le había ido bien.

Al igual que yo, mi hermano es un amante de la música, (la abuela siempre dice que eso lo hemos heredado de nuestro padre) en un momento de locura decidimos montar un grupo, el de baterista, yo de guitarrista y nuestra amiga Erelyn como cantante.

Erelyn es nuestra amiga desde que éramos unos adolescentes bueno más bien mi amiga. Erelyn no soporta a Jack. Creo (en mi opinión) que lo detesta profundamente.

En fin, que me desvío del tema. Mi padre falleció hace poco, y mi abuela y mi hermano me obligan a que vaya al funeral que será en Alaska, así que aquí estoy, de camino a la otra punta del país.

No es que no quisiera a mi padre, pero crecí con mi madre, incluso antes de que se divorciaran, eran ella y mi abuela eran las únicas que estaban con nosotros.

Crecí con un padre ausente, que cuando se dignaba a aparecer lo hacía borracho, con la ropa oliendo a perfume de mujer y labial de su cuello.

Crecí viendo a mi madre levantarse cada día y luchar, a pesar de que se acostaba a la madrugada, cansada de hacer todas las tareas domésticas, de cuidar a mi abuela y de cuidarnos a nosotros. Algunas noches se acostaba llorando, sollozando en silencio para que no la escucháramos.

Aún así, se levantaba cada mañana, nos demostraba su amor incondicional a pesar de que se estaba derrumbando por dentro. Soy fuerte porque me crío una mujer fuerte.

Iba a ir en avión pero no quedaban billetes en esta época del año, un amigo de mi hermano me presto (por un económico precio) su furgoneta la cual me pinto como "en perfecto estado". Mis cojones.

Lo que no esperaba era encontrarme a ojos simples por el camino, apenas la conozco, pero sé que este viaje no va a ser tan malo con ella al lado.

Es un poco terca, no le gusta perder, (en eso somos parecidos) y tiene algunas manías.

Cuando se pone nerviosa se muerde el labio, (ese gesto me irrita demasiado) por las noches hace una especie de ronquido muy suave, casi como un suspiro, es divertido el sonido que hace, lo admito.

No le gusta mucho la música, algo que no entiendo, la música es maravillosa, te transporta a lugares, te crea sensaciones, simplemente la música te hace olvidarte del resto del mundo, te hace conectar contigo mismo...

Ariadna es un poco (muy) diferente a mí. Ella prefiere los atardeceres, la noche, las estrellas y las constelaciones, mientras yo soy más de él amanecer, de ver el sol, de las brisas mañaneras...

En resumen, ojos simples y yo somos como el día y la noche. Y ahora mismo estoy besando a la noche.

Si, estoy besando a Ariadna. Y se siente justamente como lo imaginaba.

No es que lo estuviera pensando todo el tiempo, pero si me he parado a preguntarme alguna que otra vez como serian sus besos, si sus labios serian suaves o ásperos, si su boca también tendría ese sabor a vainilla al que siempre huele.

Me separo de ella y me encamino hacia el motel, tiene el rostro rojo posiblemente de vergüenza.

A los pocos minutos sube a la habitación, aun enrojecida y algo nerviosa. Muerde su labio de nuevo y ruedo los ojos, no soporto ese dichoso gesto.

—Oye —se da la vuelta hacia mi cuando escucha mi voz—, siento lo del beso —le digo en un pésimo intento de disculpas—, no lo volveré a hacer —aseguro.

—No me ha molestado —alzo una ceja—, simplemente no me esperaba que me fueras a besar.

—¿Tienes ya lista la maleta? —le pregunto intentando cambiar de tema— Recuerda que salimos mañana temprano.

—Si —asiente.

—¿Vamos a ver las constelaciones? —sugiero después de unos minutos de incómodo silencio.

—Si —sonrío ante su respuesta, cada vez que escucha la palabra "constelaciones" una sonrisa se muestra en su rostro.

—Ponte el abrigo, que hace frío —asiente mientras me pongo el abrigo—. Luego te resfrías y tengo que cuidarte yo, soy músico, no enfermero.

Caminamos hasta la colina de la otra noche, el árbol debajo del cual nos sentamos la última vez se encuentra cubierto por una leve capa de nieve que indica la llegada del invierno.

—¿Qué constelaciones se ven esta noche? —pregunto.

Nos sentamos debajo del árbol observando el cielo estrellado.

—Cassiopea y Lyra son las únicas que reconozco hoy —saco la cajetilla de mi chaqueta, encendiendo el cigarrillo mientras sigo contemplando las constelaciones.

Observo sus ojos color miel, los cuales me miran de reojo, creo que son bonitos, me gustan sus ojos.

No son de un color único, sin embargo tienen un brillo que nunca había visto antes, mira cada objeto con ilusión, por más diminuto o insignificante que parezca. En sus ojos hay vida, mucha vida.

—¿Me das? —señala el cigarro en mis dedos— Por favor.

Doy una última calada antes de pasárselo.

—Gracias.

—Cuéntame algo de ti —giro la cabeza para mirarla mientras habla.
Me encojo de hombros.

—Me gusta tocar la guitarra, desde que era un renacuajo —sonrío al recordar cuando toque por primera vez una guitarra, tenia 3 años y mi madre me regaló una guitarra eléctrica de juguete. Tenía botones que sonaban cada vez que los tocabas, mi madre se quejaba porque la tocaba todo el santo día.
Nos quedamos en silencio, mirando embelesados el cielo nocturno.

Minutos después nos levantamos para volver a la habitación, a pesar de que llevo un abrigo el frío cala por mis poros adentrándose en mi sistema, diablos, me estoy congelando.

—Buenas noches —Me mira de reojo mientras se tapa con el edredón.

—Buenas noches Darien —La barrera de almohadas que suele poner esta noche no está, quizás se le haya olvidado. Se acurruca a la esquina de la cama y me doy la vuelta dándole la espalda.

Somos constelaciones Donde viven las historias. Descúbrelo ahora