Capítulo 17

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Nuevo México

Darien

Conduzco la última hora que nos queda para llegar a Nuevo México, ya nos falta poco para llegar a Alaska, solo cruzar México y Canadá. Estoy algo nervioso por llegar a Alaska, por volver a ver a mi madre y a mi abuela, quien recientemente se ha quedado viuda por la muerte de mi abuelo.

Desde que mi padre murió cuando yo era adolescente mi madre se ha quedado casi sola, con mi abuela como única compañía desde que su padre murió.

Observo el mensaje en mi teléfono, ruedo los ojos ignorándolo y lo apago por completo para que no Seline no me moleste más. Caminamos por las calles de Nuevo México con Pelotita de la correa, Cosmo camina meneando su cola de lado a lado con su juguete en boca —no lo suelta para nada, ni siquiera para dormir—. La gente se para a mirarlo y de vez en cuando algunos se paran a acariciarlo, aunque a él no parece agradarle demasiado.

Llegamos al hotel algo cansados de tantas horas de viaje, dejamos nuestras cosas y a Cosmo en la habitación y salimos a tomar algo en algún bar cercano.

Después de caminar un par de minutos, encontramos uno llamado Molly's Bar, pedimos dos cócteles sin alcohol y algo de picar.

—Nunca me has contado para que vas a Alaska —alzo la cabeza cuando escucho a Ariadna hablar.

—Bueno —comienzo a decir—, tengo un concierto especial... y además hace mucho que no veo a mi familia —no le doy más detalles y sigo bebiendo mi cóctel—. ¿Y tú? ¿Para que vas a Alaska?

La noto tragar saliva con algo de nerviosismo y me doy cuenta de que su pierna comienza a temblar un poco.

—Yo... voy a buscar a mi padre —termina por decir—. Él... me abandonó cuando era pequeña y por teléfono le escuché decir que quería volver a Alaska, además ahí está mi abuela... y desde que mi abuelo murió cuando era niña, ha estado muy sola, y creo que alomejor le gustaría volver a ver a su nieta, no me ve desde los 6 años.

Asiento con la cabeza mirando hacia abajo y acaricio su mano con la mía sobre la mesa.

—Tranquila —le digo en tono amable y suave—. Relájate.

Nos quedamos mirando a los ojos, los pequeños rayos de luz que entran por la ventana del bar hacen que brillen aún más de lo que lo hacen normalmente. Me sonríe mostrándome sus hoyuelos y yo le devuelvo una leve sonrisa ladina.

—Darien —me observa algo triste—, necesito llegar a Alaska pronto.

Asiento con la cabeza a pesar de que no llego a comprender la razón por la que tiene tanta prisa en llegar, tenemos todo el tiempo del mundo. No necesitamos vivir la vida con prisas. Aunque nunca sabemos lo que puede pasar mañana, tenemos que vivir tranquilamente el día a día.

—¿Porque tienes tanta prisa por llegar a Alaska, ojos simples?

—Ya te lo explicaré en algún momento —me responde bastante nerviosa, lo cual me preocupa, ¿que oculta?

—Bueno, ¿vendrás a mi concierto mañana? —cambio de tema para evitar incomodidades.

—¿Tienes un concierto mañana?

—Bueno, algo pequeño en un bar, solo yo y mi guitarra, un solo como se suele decir. Mi representante se enteró de que estaría mañana en Mexico y me consiguió un pequeño pase en un bar-discoteca.

—Claro que iré —me sonríe—, ¿cantarás la nueva canción que escribiste?

—No, esa la reservo para el concierto en Alaska.

—¿Y no me la cantarás algún día a mí?

Río un poco antes de contestarle; —En Alaska. En Alaska te cantaré esa canción todas las veces que quieras.

Ariadna

Alaska, ese lugar tan maravilloso que hemos visto seguramente mínimo una vez en la vida en películas, o que hemos leído su descripción en libros. Con sus verdes paisajes, algunos blanquecinos por la nieve, sus lagos, su fauna libre y sus famosas auroras boreales.

Tengo ganas de llegar, quiero observar con mis propios ojos todo lo que de pequeña me contó mi padre sobre Alaska, todos los lugares maravillosos que he visto por fotos, porque la belleza en fotografías no se compara para nada a la majestuosidad que nos muestran nuestros propios orbes.

Después de tomar algo, regresamos un rato al motel para ver cómo está Cosmo, cuando llegamos, nos hace una fiesta, brincando y corriendo alrededor nuestro —claramente con su juguete en la boca— mordiéndolo y haciéndolo sonar de vez en cuando. Mueve la cola contento, caminando hacia nosotros con ese porte elegante que tiene al andar.

—Hola, Cosmo —le saludo—. ¿Te has sentido muy solito mi pequeño?

Tomo su ladrido como un si, aunque quizás —solo quizás— me está diciendo que soy una mala madre por dejarle tanto tiempo solo.

A pesar de que es un cachorro, se porta muy bien. No hace sus necesidades en el motel, solo en la calle cuando lo sacamos a pasear, no destroza nada —cosa que agradezco demasiado— y nunca hace alboroto a la hora de irnos a dormir, siempre duerme tranquilo en su cama o en la nuestra, depende de cómo le dé.

Nos quedamos un rato en la habitación, mientras yo leo, Darien y Cosmo están tumbados en la cama viendo una película, "Togo"

Una historia basada en hechos reales sobre un perro que salvó a todo un pueblo de Alaska de una enfermedad mortal en aquellos tiempos; difteria.

No les quedaba medicina, y no tenían muchas maneras de conseguirla. El puerto estaba congelado y volar era peligroso debido al tiempo. Abrumados por la epidemia, y sin saber cómo llegar a través de más de mil kilómetros hasta el lugar donde estaba la medicina, recurrieron a un criador y conductor de trineo de perros.

Togo era el líder de la manada del hombre, era el que más destreza tenía para encontrar la distancia más corta entre dos puntos.

Una noche, un 27 de enero, mientras el tiempo y la enfermedad consumía cada vez a más gente en aquel frío y congelado pueblo de Alaska, se inició la operación que salvaría a cientos de niños. Transportarían todas las medicinas que quedaban en el pueblo más cercano a través de los perros en trineos. Los peligros eran grandes, el tiempo no era bueno, había tormentas...

Al final, después de recorrer muchos kilómetros Togo y los demás perros y mushers que participaron en la misión —entre ellos el gran conocido Balto—lograron llevar las medicinas al pueblo.

Me parece increíble, que los animales puedan hacer cosas como esas.

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