Capítulo 22: The Nights-Avicci
Darién
Mientras Ariadna no está, su abuela Eloísa me hace un pequeño interrogatorio sobre mi vida.
—¿De dónde eres, muchacho?
—De aquí de Valdez —le contesto mientras tomo el chocolate caliente que me ha ofrecido—. Toda mi infancia viví en Alaska, pero de adolescente me mudé con mi tía a Ohio.
—¿Qué edad tienes?
—19, señora.
—Llámame Eloísa.
—Pues tengo 19, Eloísa —le contesto de nuevo dándole una sonrisa amable.
—Darien —pone un tono serio—, ¿que ves tú en mi nieta?
—Todo Eloísa, lo veo todo en ella. Sus ojos, tan brillantes y tan bonitos, con tanta luz y tanto resplandor, sus labios, el sabor de ellos... sus hoyuelos al sonreír, su manera de hablar de las cosas que le interesan, su manera de mirar hacia el cielo nocturno... todo en ella.
Me mira sonriendo antes de hablar; —Cuídala el tiempo que esté contigo —me dice con tono melancólico el cual no entiendo.
—Estaré con ella todo el tiempo que me lo permita, toda la vida si ella quiere.
—Nunca sabes lo que puede durar una persona Darien, no olvides eso. Recuérdalo siempre, debes de vivir la vida junto a las personas que quieres como si fuera el último. No puedes aferrarte a un "futuro"
Asentí con la cabeza quedándome en silencio.
—Iré a buscar a Ariadna —dije levantándome.
Caminé hacia el cementerio y al llegar vi a Ariadna sentada al lado de una tumba, fumando un cigarro en la nieve. Estaba quieta, muy quieta, tan quieta que parecía que no tenía vida.
—Ariadna —me acerqué a ella, sin embargo, no reaccionó.
—Se ha ido —susurró—, lo he perdido y ni siquiera lo he podido tener.
—Ariadna —me senté con ella y saqué uno de mis cigarros encendiéndolo—, no debes ponerte mal, volvió a Alaska, fue feliz aquí.
—Lo sé, y eso me consuela, pero a la vez deseaba poder volver a verlo, volver a abrazarlo, volver a sentirlo.
—Lo tendrás siempre en tu mente y en tu interior —toqué su hombro.
La muerte es algo que no podemos comprender, algo que nos toma de golpe y nos deja en el suelo. No rotos, descosidos más bien.
—Estoy rota, Darien. No sé cómo puedes quererme a tu lado estando rota.
—Bonita, siempre te querré a mi lado, aunque estés rota, yo siempre estaré ahí, hasta mi último aliento.
Me miró de reojo e hizo el amago de sonreír, pero no le salió.
—Quieres a una persona que no se quiere a sí misma.
—Tú miras a las constelaciones como si fueran lo más bonito de todo, Ariadna. Yo te miro a ti sabiendo que eres lo más bonito que he visto.
Se quedó callada, sin embargo, esta vez sí que le saqué una leve sonrisa. Fue un segundo, pero se le iluminó el rostro de la manera más bonita que había visto.
—Darien —murmuró—, me gustas mucho.
—Tú también me gustas ojos simples.
Fueron tres palabras las que dijo, pero, fueron mil pálpitos los que me dieron.
La quería, tal como en los mitos que me contaba. La quería como Ares a Afrodita, cual Eros a Psique...La quería como ella quería a las estrellas.
La quería como la noche quería a los destellos de luz llamados estrellas, como el día al sol, la quería de una manera bonita, cual niños enamorándose por primera vez. Se sentía bien quererla, algo dentro de mí se acaloraba cuando la veía, cuando la besaba, cuando acariciaba su cabello.
Era más que bonita, tanto por fuera como por dentro. Sobre todo, por dentro. Me encantaba su mirada, su manera de ver el mundo, como si se fuera a acabar, como si quisiera admirarlo siempre como si fuera la última vez que lo fuera a ver. Y la manera en la que observaba las constelaciones, era la manera en la que yo la miraba a ella. Con admiración, admirando cada destello, cada detalle de su historia. Queriendo ver más su brillo.
—Ariadna.
—¿Sí?
—Creo que te quiero.
Se quedo callada un par de segundos, entonces, me miro a los ojos antes de hablar; —Creo que yo también, guitarrista.
—¿Entonces es mutuo?
—Es mutuo —afirma.
Nos acercamos el uno al otro y nos damos un pequeño beso, corto, sencillo.
—Necesito irme de aquí.
—¿A dónde quieres ir? —le pregunto.
Observa a su alrededor, dándose cuenta de que está comenzando a anochecer.
—Auroras boreales.
—Entonces iremos a ver las auroras boreales, cariño.
Fuimos a busca a Cosmo antes de irnos. Subimos a un sitio alto y despejado, con algunos árboles alrededor, la noche estaba despejada, solo se veía la luna llena y las constelaciones, con sus respectivas estrellas.
Ariadna
A los pocos minutos, unas tenues nubes verdosas comenzaron a poder apreciarse en el horizonte. Estaban demasiado al norte, pero, se veían, estaban ahí, las estaba viendo. Parecían emerger pequeñas nubes de diferentes colores del fondo de la arboleada, esparciéndose con timidez por el cielo nocturno, algunas se movían de lado a lado, otras hacia arriba. Poco a poco fueron subiendo en intensidad, y de un momento a otro, como si de un milagro celestial se tratase, apareció una más grande, circular y claramente verde que se alzaba en el cielo moviéndose como si de un baile se tratase, como si nos estuviese invitando a bailar con ella.
No lo podía creer, estaba viéndolas, ¡estaba viendo las auroras boreales, las luces del norte!
Avanzaban lenta y sigilosamente hacia el este, dejando marcado en el cielo letras de colores, formas verdosas en las cuales podías echar imaginación y distinguir figuras. En una de esas, juraría que había podido distinguir el rostro de mi difunto padre, pero quizá fue mi imaginación, y solamente eso. O quizá, estaba realmente ahí, me estaba observando y quería decirme que estaba ahí. Que podía verme nuevamente. Pero como os digo, quizá y solo quizá fue mi mente que lo extrañaba tanto, que ya lo veía hasta en el cielo.
Cosmo se quedó sentado, admirándolas al igual que yo, Darién estaba callado, quieto, mirándolas, embobado en su belleza. Y como no embobarse, si era algo magnifico de ver, incluso daba escalofríos.
—Son hermosas —susurre.
—Ya he visto dos cosas hermosas esta noche.
—¿Cuáles?
—La primera tú, la segunda las luces del norte —me sonroje por completo.
—¿La primera yo?
—La primera tú, siempre la primera.
—¿Te he mencionado que de vez en cuando eres muy cursi?
—¿Y yo te he mencionado que te ves preciosa bajo la luz de la luna?
ESTÁS LEYENDO
Somos constelaciones
RomanceUn viaje por Estados Unidos hasta Alaska y una apuesta, enamorase en un mes. Graphic be Abril Vause [BORRADOR]