capitulo 22

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Capítulo 22

Sakura, recién vestida con un camisón tras levantarse de la cama, tomo asiento en el diván junto a la ventada desde donde meció lenta y cariñosamente las cunas donde dormían sus hijos; Baru, Itachi y Mikoto, sin apartar sus ojos de ellos ni por un solo instante.

Sasuke se encontraba profundamente dormido sobre la cama, pero ella no conseguía dormir. El amanecer aun no tenía lugar y todo estaba en penumbras mientras ella era consumida por sus miedos. Por más que pareciera fuerte ante Sasuke y ante el mundo, siempre tenía miedo, no deseaba que ni Sasuke ni sus hijos tuvieran que afrontar los problemas que ella ya había vivido y presenciado, pero eso no podía evitarse, no había podido evitarse la muerte de la Sultana Mikoto, haciendo que Sasuke sufriera en el proceso por perder a su madre.

La pelirosa se sentía impotente, atada de manos al no poder evitar el sufrimiento y peligro para aquellos a quienes amaba, estaba rodeada de enemigos y Tsunade posiblemente no fuera la excepción, más sabía que debía de darle el beneficio de la duda. Hacia unos días, revisando entre viejas pertenencias de la difunta Sultana Mikoto, había dado con cartas y documentos de la misma, mencionando una relación más que afectuosa entre ella y Fugaku Pasha. No pensaba rebelárselo a Sasuke porque sabía que el probablemente se sintiera desilusionado de su madre al saber que ella, probablemente, había roto con las reglas Imperiales, reglas a las que todos estaban sujetos. Además, en la situación en que ella estaba, no era conveniente poner a nadie en su contra. Aun recordaba cuando, casi, había perdido a Baru antes de que naciera, todo por las intrigas de Mito, luego había visto el cadáver de su padre...esta vez quería un embarazo tranquilo.

No quería peleas ni derramamientos de sangre.

Dejando dormir a sus hijos tranquilamente, Sakura se levantó del diván y encamino hacia la cama, pidiendo que el futuro no tuviera los inconvenientes que su presente sestaba teniendo, pidiendo calma y paciencia para afrontarlo todo en pro de Sasuke, de sus hijos y el Imperio, porque estaba dedicada al Imperio al que pertenecía Sasuke y que era el centro del mundo. Sakura se recostó sobre la cama, observando el techo y limpiando una solitaria lagrima que había abandonado su mejilla antes de girarse hacia Sasuke y abrazarlo por la espalda.

Tenía que ser fuerte para poder resistirlo todo, si resistía...sobreviviría.

Neji montaba guardia fuera de la celda de la Sultana Mito quien, ya desde hacía tiempo, recibía cartas secretas para mantenerse informada, cartas infiltradas en sus alimento, incluso dentro del pan que posteriormente comía, todo a fin de saber quiénes estaban en su contra o a su favor. El jenízaro, sin embargo y pese a tener en su custodia dichas cartas, no tenía las pruebas suficientes como para acusarla de algo puesto que ninguna infería intrigas políticas, solo información sutil, como la llegada de su hija Tsunade al Palacio Imperial.

El jenízaro observo dormir a la Sultana por medio de los barrotes de la puerta, aparentando una pasividad y calma que pocas veces mostraba en persona pese a mantenerse callada. Neji jugo con el medallón en su cuello, sabiendo que dejaría la prisión en un par de horas para visitar a un orfebre que, tal vez, pudiera decirle que significaba ese recuerdo dejado por su verdadera familia, una familia que deseaba encontrar, hermanos y padres que deseaba conocer con todo su corazón, sabiendo que quienes lo habían criado no habían sido su auténtica familia. En su ausencia otro guardia montaría vigilancia constante junto a la puerta.

Su ausencia estaba cubierta.

-Cuando descubrí lo que mi madre hizo, sentí el mundo caer sobre mis hombros—se sinceró Tsunade, desayunando en compañía de su sobrino. –Me hubiera gustado estar aquí para evitarlo.

La hermosa Sultana se encontraba ataviada en unas hermosas galas azules, de cuello alto hecho e encaje bordado en diamante y mangas dobles, bordadas en hilo de zafiro y plata, con una enorme corona de plata y zafiros sobre su cabello rubio, peinado en una larga coleta que caía más allá de sus caderas en una cascada de rizos dorados, comparables con el sol. Además, dos grandes pendientes de cuna de oro y zafiros oscilaban hasta casi la altura de su cuello.

el siglo magnifico el sultan sasuke y la sultana sakuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora