capitulo 34

18 1 0
                                    

Capítulo 34

Había pasado un mes, el tiempo límite que Sakura había dado para permanecer el palacio y mudarse al modesto palacio de su hija, la Sultana Mikoto, que le había rogado permanecer junto a ella puesto que su opción original no era otra que el Viejo Palacio, lejos de la vista de todos.

Se había despedido de sus hijos, de todos sin excepción alguna, habiendo legado algunas de sus pertenencias más valiosas a sus hijas que habrían de permanecer allí hasta el momento en que contrajeran matrimonio: a Sarada todas sus guirnaldas y collares más elegantes como un futuro ajuar de novia, y a Shina sus mejore broches y diademas. Despedirse de Baru, su primogénito, había sido lo más difícil que hubiera podido hacer, casi como si sintiera que una parte de su alma se dividía al solo pensar que estaría lejos de sus hijos. Ver por última vez la cripta donde yacían los féretros de su hijo Itachi y su esposo había sido igualmente doloroso...

Las palabras de Naruto Uzumaki resonaban en su cabeza, y n porque pensara en aceptar su idea del amor, sino porque no entendía cuando había dado una idea errónea de su persona para confundirlo así. Nunca volvería a mirar a un hombre a la cara como lo había hecho al ver a Sasuke, nunca pensaría en un hombre de aquella forma tan devota y romántica como lo había hecho con Sasuke puesto que con su muerte una parte de ella también había muerto. Su inocencia que había perdurado, su ingenuidad, todo eso había muerto al leer aquella devastadora carta.

Usando un abrigo de seda granate, cerrado a la altura del escote y plagado de bordados de oro sobre un vestido rubí bordado en hilo cobrizo con diamantes engarzados y con una digna corona sobre su cabeza a juego con sus pendientes y el soberbio emblema de los Uchiha alrededor del cuello, la Sultana más poderosa del Imperio abandonaba voluntariamente el palacio que la había visto ascender en los escalafones sociales hasta ser indispensable para el difunto Sultan, algo que ninguna otra mujer había logrado.

Una parte de ella estaba feliz, su hijo había contraído matrimonio de manera absoluta y legal con la nieta de Ōnoki Pasha, la ahora bien llamada Sultana Korotsuchi. Un matrimonio que ella esperaba resultara en el heredero al trono que el Imperio necesitaba para reafirmar su dominio. Sus hijos Daisuke, —el hijo de Naoko, Rai—Kagami y Shisui no eran elegibles mientras le Sultan tuviera hijos y Sakura se sentía tranquila ya que las vidas de u hijos no corrían peligro alguno.

Su esposo había terminado con la ley del fratricidio, y Baru mantenía ese edicto. Eso era suficiente para ella. Con esa sola noticia y todos aquellos recuerdos felices, que eso eran lo vivido en el palacio, Sakura le dio una última mirada al palacio antes de seguir su camino y no voltear otra vez.

No volvería a pisar el palacio nunca más...

Usando unas conservadoras galas de cuello alto y cerrado, mangas ajustadas y larga cola, a juego con su largo cabello negro que caía libremente tras su espalda, -adornado por una corona de oro con diamantes y perlas engarzados que sostenían un largo velo que cubría parcialmente su cabello—la ahora Sultana Korotsuchi avanzaba por los pasillos hacia sus nuevos aposentos ya que ahora era la esposa legal del Sultan.

Tras su encuentro con la Sultana Sakura, que le había rogado velar por la seguridad del Sultan y la procreación de los sucesores al trono, Kurenai había quedado a su cargo para hacer su voluntad y velar por su nuevo estatus y tras ella caminaban dos doncellas que ahora también tenían el deber de servirle. No era como las demás mujeres del palacio, era libre, no era una esclava ni una concubina, por eso se había casado con el Sultan, porque pertenecía a su Imperio y la única forma legal de tenerla era uniéndose en matrimonio. Baru no se lo había exigido, le había preguntado abiertamente su opinión.

-¿Me aceptas?

Esas palabras retumbaban en su mente una y otra vez como una especie de mantra, una palabra que ejemplificaba y simbolizaba todo eso que era importante o memorable en su vida y con justa razón.

el siglo magnifico el sultan sasuke y la sultana sakuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora