6.- FUERZA

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Un escuadrón serio, descontento y frustrado levantaba sus cosas. Edmond se mantenía estático con el arma en mano. Aunque el Boss fué claro con sus palabras, en su sangre corría el desafío innato. Una rebelión interna por tomar a la hembra, era tan esperada como innecesaria. Uno a uno los analizaba, justo como Malakai también lo hacía. Ambos miraron a Gill en particular, que a cada nada volteaba a mirar a la hembra y se tallaba su erección, por lo que mantendrían un ojo sobre él.

Eris desde el suelo, los observó partir y desaparecer tras los árboles. A su lado Ron acomodaba sus cosas y al mirar las barras que sobresalían de su maleta, babeó. Su estómago agradecía aquel pequeño aperitivo, le dió energías, pero estaba lejos de saciar con hambre.

—Vamos. Espero no te importe que Riko vaya tras nosotros. Será nuestro guardaespaldas —habló Ron a Eris suavemente—. Si seguimos aquí tendremos al canino encima en menos de dos horas. Sin municiones y heridos, esto será una verdadera carnicería. Aprovechemos que la lluvia no tarda en aparecer de nuevo.

Eris temblorosa, decidió cooperar. La especie frente a él, no tuvo algún comportamiento impropio y aunque le era difícil admitirlo, el tiempo con ellos fue mejor comparado con el otro escuadrón. Con lentitud caminó con la mirada en el suelo. Sus huesos crujían con la pasividad que se movía. Temía que cualquier movimiento en falso le causara graves problemas y aunque estaba tranquila, no quería bajar la guardia.

—Espera —la detuvo Ron tomándola del brazo a lo que Eris se sobresaltó—. Por favor, úsalo.

Ron le jalo la mano depositando sobre ella la camisa negra y el ungüento. Eris, con el corazón latiendo a tope al sentir su tacto, quitó rápidamente la mano haciendo que las cosas cayeran al suelo. De inmediato Eris se asustó y temiendo una reprimenda, se agachó sin demora a recoger las cosas.

—Permíteme —Ron se adelantó a tomarlas y frunció el ceño al ver que la hembra perdió color—. Deja de mirarme así, por favor. No te haré daño. Entiende que aquí todos son especies y tú eres una mujer, lo mejor es que te pongas algo encima —Ron extendió las cosas sin tocarla—. Estarás más a gusto. Me daré la vuelta para darte privacidad o también puedo cerrar los ojos y ayudarte a colocar...

El golpeteo de unas fuertes pisadas sorprendieron a Eris. Levantó la mirada ante la imponente presencia de aquello que se erguía ante ella. Ron por otra parte, detuvo su palabrería, ante el ligero gruñido de advertencia que le dedicó Malakai al arrebatarle las cosas.

Eris contemplaba al que llamaban Boss, alarmada, mientras Ron y Riko se alejaban. Se notaba pequeña, casi diminuta a su lado. Incluso aquel rayo de esperanza, que emergió en su interior, de nuevo desapareció. No necesitaba ser adivina para darse cuenta que la especie frente a ella, irradiaba furia. La miraba desde su altura con seriedad. Con la boca entreabierta que revelaba la punta de unos largos colmillos. Reparó que no era feo, sino atractivo de una manera salvaje, casi como el llamado Darko, pero aun así, sabía que debajo de todo ese atractivo físico, no existía nada. Nada que los hiciera humanos.

Malakai fúrico, por la hembra ante él, que destilaba miedo por cada uno de sus poros. La necesidad propia de su naturaleza estaba ahí, ansiando verla correr, perseguirla, acecharla, atraparla y después... "No dejes que te nuble el deseo". Se reprimió. Obligando a sus instintos mantenerse a raya y contrariado por la percepción de sentirse herido. "¿Acepto la barra y no mi camisa o el ungüento que le conseguí?". La hembra no quería nada de él, le quedaba claro y eso lo ponía mal. Sin ser consciente caminó hasta ella y alejó a los machos, que él mismo colocó como guardias.

—Ven —le pidió modulando su voz y evitando parecer amenazante—. Ven aquí.

Malakai apuntaba justo frente a él y Eris inconsciente miró a todos lados buscando a Ron, esperando que la ayudara. Malakai notó su reacción y en un segundo perdió su inexistente paciencia. Avanzó, tomándola por los brazos con rudeza y se sentó en el suelo colocándola boca abajo sobre su regazo. Las lágrimas, sollozos y zangoloteos de la hembra, no se hicieron esperar. Al notarla asustada, Malakai estuvo a punto de detenerse, pero sus heridas en el cuerpo eran demasiado notorias y le incomodaba verlas.

ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora