19.- CONFLICTO

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El instinto de posesividad en Malakai lo mantenía en una mezcla de ira, celos y confusión. Sensaciones que no eran parte de su rutina y seguía sin comprender cómo manejarlos. Luchaba contra su impulso de regresar y matar a Luk. Incluso, también estaba latente aquel impulso primitivo de poseer a la hembra y cubrir cada parte de su cuerpo con su olor, borrando cada rastro del macho que la había montado. Pero no solo era eso, sino también con el enfado contra sí mismo, por haber tardado en llegar a ella y dejar que su frágil cuerpo sufriera. Y si eso no fuera poco, sus acciones precipitadas sobre Luk, bajo la mirada de ella, aumentaron su miedo. La delicadeza y pasividad no eran el fuerte de Malakai. Ron le ayudó con ella, pero ahora todo quedaba bajo sus manos y tenía temor. Lo que antes, ni por error consideró llegar a sentir.

El ardor no se iba del cuerpo de Eris, a cada paso del Boss retumbaba su intimidad, lastimándola. Evitaba respirar hondo y se guardaba los sollozos, todo le dolía. Estaba segura que aquel terrible encuentro, apenas y duró unos segundos, pero ella lo sintió como si fueran horas. Abandonó esos terribles pensamientos cuando los pasos de Malakai se detuvieron y él la sentó en su regazo, de medio lado. Su grotesco tacto, la forma en la que su boca entreabierta mostraba sus afilados colmillos y su cuerpo salpicado de sangre, la estremecía.

El olor que Malakai dejó en la hembra, estaba opacado. Borrar todo rastro de dolor, sangre y lágrimas en ella, era su prioridad. Rebuscó en la bolsa agua, medicamentos y una camisa. Sosteniendo a la hembra en su regazo, vació un poco de agua en sus manos y se las lavó. Su irritabilidad se reflejaba en sus acciones, lo sabía, pero no podía detenerse. Necesitaba borrar el aroma de Luk sobre ella y bloquear la imagen de ella siendo forzada, esa imagen lo estaba llevando a la locura. Su parte animal amenazaba con salir y matar todo a su paso.

—Abre —le ordenó metiéndole una pastilla y agua—. Bebe.

Eris no tuvo la necesidad de obedecer. La fuerza que Malakai usó, la obligó a tragarse la pastilla. Su garganta no pudo pasar agua tan rápido y tosió, meneando la cabeza a un lado para no ahogarse. La intrusión en su intimidad le causó un fuerte dolor, pateó y gritó presa del pánico.

—Quieta —le habló Malakai con un tono de voz demandante y ronco, que no le dio pie a contradicciones—. Sanará.

Tras sus palabras la intimidad de Eris dejó de arder y una refrescante sensación se esparció hasta su vientre. El alivio le hizo cerrar los ojos en tanto las manos del Boss se distribuían crema por todas sus heridas. Eris poco a poco y sin desearlo, confiaba más en él. Pese a su salvajismo, le estaba agradecida. Tras tomar un suspiro y valor, abrió los ojos.

—Iba a entregarme con los humanos —susurró entre lágrimas—. Esperaba el momento para atacarlo, pero... cuando dijo eso, le clavé el cuchillo. No pensé que... usted... —se talló el rostro limpiándose las humedad—. Gracias. Por todo.

Los humanos usaban esa palabra con una elevada frecuencia. Las especies en cambio, no. Para Malakai lo que hizo, fue porque quiso sin esperar una retribución verbal o monetaria. Su agradecimiento eran palabras vacías y sin sentido. Aunque bajo los transparentes ojos llenos de anhelo, Malakai no pudo quedarse callado.

—Llegué tarde. Te hizo daño —le respondió en un tono bajo untando crema en el golpe de su mejilla—. No volveré a perderte de vista.

Los gemidos y gritos a lo lejos asustaron a Eris y sujetó con fuerza el brazo de Malakai.

—Tranquila, no puede dañarte —la mirada de Malakai se tornó sombría y tensa—. Ya no.

El medicamento la ayudó a tener fuerzas. Recordó que sus piernas seguían empapadas por su pequeño accidente fisiológico. Avergonzada intentó bajarse del regazo de Malakai. Pese a que su movimiento fue sutil, él no se lo permitió..

ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora