14.- SEGURIDAD

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El agua fresca se colaba en los poros de Eris. Se sumergía y volvía a emerger una y otra vez sin descanso. Cuando la sensación de suciedad en su cuerpo desapareció, con la experiencia que le dieron tantos años en el bosque, buceó en el fondo. Arrancó varias algas, frotó su piel y de nuevo volvió a olvidar el presente en el que estaba, pero del que Malakai estaba muy consciente.

La hembra dentro de la laguna, no emanaba soledad o tristeza, al contrario. Se veía segura de cada movimiento, pataleta o respiración que daba. Cosa que no sucedía cuando estaba rodeada de especies o personas. Detalle que no pasó por alto Malakai. Si ella supiera lo que pasaba por la mente del Boss al verla emerger y zambullirse de nuevo, dejando su redondeado trasero a la vista y esas dos prominentes montículos de carne, se espantaría y sin lugar a duda, huiría lejos.

Las fosas nasales de Malakai comenzaron a dilatarse y su respiración a volverse errática. Se relamía los labios mientras pequeños gruñidos quedaban atascados en su garganta. Maldijo ante la enorme erección que apretaba su pantalón. El roce de la tela irritaba su sensible glande. La necesidad de apareamiento, debido a su herencia genética parte animal, lo hacía bajar la guardia. Si no se calmaba pronto, terminaría arrancándose la ropa, se metería al agua y montaría a la hembra sin cuidado hasta saciarse. "Deja de pensar con la verga". Se recriminó. Apretó los puños recordando que casi la mata y eso fue lo suficiente para apartar la mirada.

Aprovechando que ella parecía haberse olvidado que no estaba sola, Malakai decidió ir a dar una pequeña vuelta. El lugar era seguro y todos los integrantes de su equipo tenían tareas dentro de la cueva. Le urgía distraerse, correr, marturbarse o lo que sea que le ayudara a bajar las ganas de montarla. Se levantó. Dejó sus zapatos y su camisa en el suelo, acomodo su erección dentro del pantalón y dándole una última mirada a la hembra, se internó en el bosque.



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Un extraño escalofrío invadió a Eris y levantó abruptamente su cabeza. Desde el agua giró y no vio nada extraño, pero si que Malakai no estaba a la vista y salió de la laguna. La impresión de ser observada no cesaba, pero lo atribuyó a la soledad en que la estaba y ahora le parecía incómoda. Los zapatos y guerrera de Malakai estaban justo en el lugar donde lo vio por última vez. Con el corazón palpitando a tope, se sentó sobre una pequeña piedra y esperó. Supuso que fue en busca de aquellas frutas que antes mencionó. Controlando su respiración, se abrazaba a sí misma y contaba hasta diez. "No hay nadie Eris, tranquila". Se animaba. Cada segundo, parecía una hora.

Algo metálico se asomaba de un bolsillo de la guerrera, curiosa lo sacó. Inspeccionó la pequeña bola pesada, olía a metal y tenía un botón verde, dedujo que se trataba de una bomba .Un crujido sonó a su derecha. Se incorporó y la enorme sonrisa de una especie desconocida, que venía a su posición la aterrorizó.

Le gritaban cosas que no logro comprender, pero no se quedó a esperar y corrió con todas sus fuerzas ignorando las ramas raspando su piel.

—Pequeña no tengas miedo —escucho a unos metros de ella—. Solo quiero platicar.

Los pasos estaban cada vez más cerca mientras que  sus piernas amenazaban con fallarle.

—Si huyes el lobo te comerá.

Gruñidos, siseos y respiraciones roncas le indicaban que estaban a su lado. Jugaban con ella pasándose de una lado a otro, burlándose. Uno de ellos la golpeó por un costado, se desestabilizó y cayó al suelo.

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