—Puedes hacerlo —Eris se habló a sí misma sosteniendo la bomba entre sus temblorosos dedos—. Tú puedes.
Malakai no le ordenó y tampoco le pidió que lo ayudara. A ella le sonó más como un favor disfrazado entre candentes besos mientras soñolienta respondía. Riko fue quien le comunicó el ataque al Underboss. Y el retorno anticipado a la base. Así también la importancia de ella, para lograrlo. Motivo que animó a Eris, sintiéndose parte de ellos.
—Falta presionar el botón rojo y girar el rodillo dos veces. El gatillo sigue expuesto —explicó Riko impaciente por décima vez—. Si lo haces mal, no explotará o te explotará en las manos ¿entendemos lo delicado de esto?
—Si —asintió Eris rápidamente sin dejar de maniobrar—. ¿No tienes otro fácil?
Riko enarcó una ceja. El dispositivo era sencillo, pequeño, pero con una dosis alta de explosivo capaz de demoler dos toneladas de concreto y una de acero.
—Hazlo de nuevo —le ordenó quitándosela y desarmándola—. Esta vez. Sigue mis instrucciones, a la par que lo haces. Cada error comenzamos de nuevo.
Repetición tras repetición, Eris seguía instrucciones. Los regaños, las piezas caídas y los dedos torcidos no la detenían. Ansiaba demostrarles que podían contar con ella. El explosivo era pesado y duro. Con ambas manos lo cargaba y recargaba en su pecho para poder apretar los botones. Eris lo intentaba, daba todo de sí, pero por mucho que lo intentara, no podía con ello.
Malakai observaba la interacción de Eris. Aunque Riko se llevará horas enseñándole, ella tenía que hacerlo sola, ese era el único y rápido plan dadas las actuales circunstancias. Él no durmió, ideando planes alternos para no involucrarla sin llegar a nada útil. La preocupación por Alekseev también le caló profundo. Estuvo a punto de partir su equipo en dos: uno para el satélite a cargo de Edmond y el otro para rescate bajo su mando. Sin embargo, esa sería una mala decisión. Darko eliminaría a su gente al instante. La diferencia entre especies e híbridos, era tan notoria que incluso él, odiaba recordarlo.
—He visto a Edmond en la cobertura —comentó Wrad—. Las unidades de seguimiento y distracción, no son su fuerte. ¿Estaré en tu equipo? No quiero morir tan joven.
—Te hablan —dijo Derian a Malakai recargado en Ed—. Cuánto afán por cubrir la espalda de la hembra, cuando eres mejor en la cobertura que Edmond.
—Sus hormonas nos afectan —contestó Ed—. Cualquier distracción vuelca abajo el plan.
Ambos tenían razón. Edmond era mejor para los ataques directos, él era su mejor y única opción, pero no pondría la seguridad de la hembra en sus manos. Menos, cuando Eris, mientras le explicaba el plan, le preguntó con una temerosa mirada, si él estaría cerca de ella.
—Vas detrás —dijo Malakai a Derian.
—¿Disculpa?
—Vas con ella —gruñó Malaka molesto—. Dos metros de distancia a su lado.
—¿Qué? —se sobresaltó Derian—. ¿Tengo cara de niñera? ¿Guardaespaldas? Pertenezco al equipo de Edmond, no al tuyo. Si quieres que alguien la cuide hazlo tú.
—Recibes órdenes —Malakai se le cuadró de frente, ejerciendo dominio sobre él—. Órdenes mías. No pregunte si querías. No me interesa escucharlo.
—Oblígame —le gruñó Derian, retándolo—. Oblígame a cuidar una carga. Una carga tuya. Que ya no sirve. Que estorba.
La mirada iracunda del Boss a Derian y viceversa, tensó al escuadrón. Entre ellos dos, existía cierta rivalidad, todos lo notaban. Derian a cada oportunidad faltaba el respeto, desobedecía órdenes y hablaba con exceso de confianza. Extrañamente el Boss lo permitía, o era ajeno a ello.
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Eris
Science FictionLa madre de Eris solía decirle que nada dura para siempre. Sus años de soledad en el bosque estaban pronto a acabarse. La vida le enseñaría, que así como los humanos modificados traicionan, también aman. El amor se da de muchas formas. Inclusive vi...