33.- PRESION

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El efecto de las inyecciones llegó a su fin. La sobrecarga de energía los obligó a parar a tal grado de caer al suelo presas del cansancio. Eris ni siquiera se atrevió a mirar a Alekseev cuando la cargó, porque a cada leve movimiento en ella, él siseaba y suspiraba fastidiado. Temía que la dejara caer al suelo si trataba de acomodarse como lo hizo con el Boss. "Si él supiera lo que el Boss y yo...me arrojaría al suelo".

Un pequeño trapo mojado en hierbas que aplastó en un cuenco con agua era el aliado de Eris en estos momentos. Sus torpes manos repasaban a cada especie, frotando su frente y estómago, con la esperanza de bajarles la temperatura. Ignoraba si funcionaría, pero nada perdía con intentarlo. Su conciencia no le permitiría dormir si morían y ella se quedaba cruzada de brazos.

—¿Por qué cayeron? —preguntó inquieta Eris—. De golpe y al mismo tiempo.

—Las inyecciones liberan temporalmente nuestra esencia. Lo que el gobierno humano nos obliga a reducir para no ser tan... peligrosos —contestó Wrad revisando a Derian—. Nuestro instinto animal está tan acostumbrado a vivir encerrado que cuando se libera, crea una sobrecarga para lo que no está preparado el cuerpo.

—Y ellos se inyectaron dos. Por eso tu no te ves así —continuó Eris y Wrad asintió ante la inteligencia de ella—. ¿Edmond está bien?

La pregunta confundió a Wrad. No era la primera vez que ella se preocupaba, sonreía o se atrevía a dar muestras de afecto que no iban a acorde con su situación. Justo como lo que frente a sus ojos realizaba con todo el escuadrón.

—Tienes macho —le contestó—. Actúa como tal. Eso que haces —le señaló sus manos limpiando el rostro de Carlo—...nos mete en problemas injustificados.

—¿Macho? —Eris no entendió. Ella no tenía nada o nadie que no fuera ella misma—. Las hierbas no son nocivas. Tomé agua de un bote sellado. No le darán problemas a nadie, yo misma revisé que el trapo estuviera limpio señor.

Wrad solo negó y la dejó ahí. Perdía tiempo explicando lo obvio a una humana tonta que se estaba convirtiendo en una carga muy pesada.

Inquieta Eris se preguntó si sus acciones estaban mal. "Como si su ropa estuviera muy limpia". Pensó molesta y volvió a su labor. Esta vez la siguiente especie era el Underboss. Su pacífico rostro y ese intrigante cabello rojo como el fuego, estaban a su alcance. Aprovechó la situación y enredó sus dedos en las hembras rojas que al sol parecían arder. Su piel blanca como la porcelana, contrastaba de una forma tan grotesca con la piel morena de Eris, que parecía carbón.

El Underboos era innegablemente tan apuesto como aterrador, pero de una manera demoníaca. En cambio Malakai, lo era de una forma depredadora. Alekseev tenía la dicha de tener a Malakai todos los días a su lado. "Y todas las noches". Imaginar a ellos dos la calentó y apretó las piernas. Una especie tosió cerca, asustando a Eris y rompiendo su trío mental, donde ella era la espectadora. Aquello provocó que el trapo se deslizara de sus dedos y cayera sobre el rostro del Ubderboos. Las gotas de agua escurriendo dentro de la nariz, fueron más rápidas que las manos de Eris y de inmediato Alekseev despertó. La vista lateral de la hembra, arrodillada a su lado, tocándole el pecho, fue lo primero que vió.

—¿Qué mierda estás haciendo? —le siseó y sujetó con fuerza su mano—. Aclárame ¿Cuándo te di permiso para tocarme?

Ese sonido, parecido al cascabeleo de una serpiente la atemorizó. Sentía su mano partirse y temiendo enojarlo más, se tragó sus quejidos.

—Bajando su temperatura Underboss —susurró aferrándose al trapo húmedo entre sus dedos.

Alekseev resopló limpiando sus fosas nasales de agua, de inmediato el inconfundible olor dulzón de la hembra le llegó de golpe y lo puso duro. Si de por sí, presenciar la forma en que su pareja la trataba le enervó, el que ella se excitará a su lado le pareció una grosería. Se paró para tomar distancia y de un jalón del brazo la elevó.

ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora