20.- CERCA

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Un pequeño corte en la parte inferior de su labio era un constante recordatorio del intenso beso que le dió el Boss. Recordar sus manos recorriendo su cuerpo, le causó un estremecimiento. Eris en ese momento olvidó todo y se centró en disfrutar su toque. Pese a que no quedó rincón alguno libre del tacto del Boss, en ninguna caricia sintió malicia, incomodidad o deseo. Fué delicado y lento, contrario a la pasión que emanaba su beso. Los episodios traumáticos, fueron descartados. Por lo general, durante su niñez, todo recuerdo triste, humillante o que le incitara a tener malos pensamientos, los empujaba en el fondo de su cabeza. Solo así, podría seguir adelante con tranquilidad.

—Extraño —murmuró Wrad al lado de Malakai—. Tengo señal.

Intrigada, Eris se acercó a él. La especie no le prestaba atención y tampoco fué rudo con ella. Curiosa se asomó un instante y pese a que no entendía la cantidad de números y líneas, la imagen era clara: ellos caminando en conjunto desde un punto superior. Alzó la mirada y no vio nada que no fueran árboles o el cielo. Para fortuna, la lluvia cesó dos horas antes. Las pocas gotas que caían, no lo consideraba un problema mientras no se intensificara.

—Insectos bioelectrónicos —comentó Malakai al verla mirando el cielo y alejándola de Wrad—. Copias exactas de organismos vivos.

—¿Ellos también tienen uno de esos? —preguntó Eris desconfiada.

—Prototipos inferiores y obsoletos —contestó en su lugar Wrad sin quitar la vista de la tablet y señalando su reloj—. Con esto anula su señal y el núcleo interno de sus dispositivos se vería comprometido.

Con esta respuesta Eris se relajó. No era tonta. Ellos andaban relajados y hasta cierto punto alertas mientras comían tiras de carne. Verlos disfrutarla, hizo un caos en su estómago. La carne estaba excluida de su menú. En innumerables ocasiones cazó animales y al instante de querer cortarles el cuello, la mano le temblaba incapaz de tomar su vida. Lloró durante días, la única vez que mató a un conejo accidentalmente de un golpe. Su boca salivaba ansiosa por un trozo de carne cocida.

—Mucha señal —comentó Wrad sacándola de su antojo—. No se si es bueno o malo Boss.

—Es bueno —murmuró Eris señalando una roca en particular color café y yendo a ella—. Estamos cerca.

—¿Segura? —inquirió dudoso pateando la piedra Wrad.

—Si —respondió yendo por Malakai y guiándolo a la roca—. Le tallé unas líneas y la cubrí de lodo café. Aquí —señaló unas hendiduras—. Mañana al mediodía llegaremos sin descansos.

—¡Confirmo que en cuarenta y ocho kilómetros a las redonda, es perímetro seguro —habló alegre Wrad alzando el brazo de Eris—... y somos los únicos, gracias a esta exótica belleza! ¡Pronto nos vamos de este puto lugar!

Un pequeño vitoreo por parte de todos se escuchó. Wrad no dejaba de felicitar a una Eris contrariada. ¿Debía sentirse feliz por ello? Tal vez, pero Malakai no lo estaba. Serio miraba la mano de Wrad sujetando el brazo de Eris. Disgustado con esa pequeña interacción optó por darles un descanso y evitar que ella fuera el centro de atención.

—Tres horas y partimos —habló llamando la atención de todos.

Un pequeño gesto de su parte apuntando a su lado y Eris entendió. El Boss le dijo que no se alejara de él, hasta que tuviera una nueva identidad o no podría garantizar su seguridad. Porque hasta para hacer sus necesidades básicas, estuvo él pegado a ella dándole la espalda y tapándose los oídos a petición de ella. Esto último para Malakai fue extraño, ya que aun con los oídos tapados podía escucharla, aunque ella no lo supiera.

ErisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora