Capítulo 2

22 5 8
                                    

                              El tiempo paso rápidamente y aquel día era ya el cumpleaños número veintiuno de Elizabeth, y como cada mañana desde hace cuatro años, cuando después de meses y meses de súplica, Darien accedió a entrenar con ella, principalmente defensa personal.

Sus padres se encontraban en el interior de la casa, acababan de desayunar, su padre recogía los trastos sucios de la mesa mientras su madre le preparaba un almuerzo especial.

Ella se encontraba en el jardín con su ropa de entrenamiento: unos pantalones de algodón y una camiseta deportiva. Algo de ropa que había quedado de la era anterior a la tiranía, llevaba su cabello amarrado en una larga coleta, sus puntas, que se iban aclarando hasta quedar de un rosa pálido; le llegaban a la cintura y el resto de su cabello; que comenzaba en un rojo intenso e iba en degrade, lucia perfecto con sus ojos de un hermoso gris intenso. Estaba elongando para comenzar.

Darien estaba sentando en suelo jugando con una ficha entre sus dedos, era lo único que tenía de su padre, días antes de su muerte, sus padres se la habían regalado, tenía grabado una enorme montaña.

Hoy con veintitrés años era todo un hombre, con el cabello castaño y ojos azules, 1,80cm de pura fibra gracias al entrenamiento diario que mantiene con su padre y su hermana.

— ¿estás lista?—preguntó levantándose del piso

— siempre estoy lista, tonto.—respondió Lizzie terminando de elongar, ambos se pusieron en posición de combate, cuando desde el interior de la casa se escucharon unos ruidos extraños, un grito y unos disparos.

— ¡Lizzie! — Elizabeth despertó con el cuerpo bañado en sudor y el rostro empapado en lágrimas, escuchaba a lo lejos aún su nombre, se sentó en la cama y luego de unos segundos que parecieron horas, se dio cuenta que, en realidad los que la llamaban eran sus padres y Darien.

— Lizzie, Lizzie abre la puerta por favor. — pedía su papá

— hija, Lizzie déjanos entrar. — escuchó a su madre

— Liz, ¿estás bien? Al menos responde, enana. — le decía Darien.

Al levantarse de la cama se dio cuenta que le temblaban las piernas y las manos, como pudo abrió la puerta, sus padres y hermano se asustaron al verla, estaba pálida y sudorosa, sus ojos aún estaban cristalizados y rojos por el llanto.

Darien dio un paso al frente y Elizabeth se abalanzo sobre él y comenzó a llorar desconsoladamente

— ya, ya, calma enana, ya todo paso... estamos aquí. — la tranquilizaba mientras le acariciaba el cabello. – dinos que te pasa, nos tienes a todos preocupados.

— solo tuve una pesadilla, era muy real, pero... pero solo fue eso, ya no tiene importancia.—respondió ocultando un sollozo

— te traeré chocolate caliente mi amor. —le dijo su mamá

— gracias mami. —respondió sonriéndole a su madre; su papá la tomo de la cintura y la acompaño otra vez hasta su cama, Darien se sentó a su lado y le acariciaba el cabello, permanecieron en silencio mientras Joanne regresaba con el chocolate

— ya estoy bien en serio, pueden regresar a dormir. —les dijo la chica mirándolos a los tres. —lamento haber hecho que se levanten

— ¿estás segura que no quieres contarnos tu pesadilla? —su padre se mostraba particularmente curioso.

Algo dudosa, comenzó a relatarles los acontecimientos de su pesadilla, mientras hablaba, las miradas que se dedicaban sus padres no pasaron desapercibidas, sin embargo, prefirió no decir nada y continuar su relato.

DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora