Capítulo 20

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El camino de regreso a la academia fue igual de largo que el de ida, volvieron a acampar en los mismos lugares e hicieron los mismos turnos, Roy estaba aliviado de no haber encontrado a ningún perro de Ferrel, eso significaba que la gente del pueblo estaría a salvo.

Por la mañana se detuvieron en un mercado para desayunar, Roy les dio media hora libre para que lo recorrieran y compraran algo.

Él aprovechó para pasear de la mano con su novia. Lizzie, por su parte, nunca había recorrido un mercado de esa forma, estaba muy emocionada mirando la ropa, los libros y diversos artilugios que se encontraba en los variados puestos.

— ¿Te gustó algo, pequeña? —Roy le preguntó al notar que se quedó mirando fijamente un puesto de abalorios.

— Ese... ese camafeo era de mi madre —dijo con un nudo en la garganta—. Esos malditos robaron cosas de mi casa.

— No te preocupes, podemos comprar el camafeo.

— No se trata solo del camafeo, Roy, no puedo recorrer cada mercado buscando si hay algo de mi familia en ellos, me siento tan impotente. —Lizzie comenzó a tronarse los dedos en una clara señal de enojo y frustración.

— Lo sé, Liz, pero no podemos manejar lo que está fuera de nuestro alcance, debemos enfocarnos en lo que podemos controlar, y lo que podemos manejar ahora es comprar ese camafeo, para que lo puedas recuperar, ¿te parece bien eso? —preguntó mientras frotaba sus brazos intentando calmarla.

— Está bien, tienes razón. No puedo hacer nada contra eso, ya lo hicieron, pero eso no quita que le patearé el trasero a Jasón en cuanto lo vea —respondió dejando su cabeza en el hombro del coronel.

— Eso si alguna vez recupera la movilidad del músculo, Keylha le atravesó una flecha en el muslo —le comentó el peliblanco.

— Me hubiese encantado ver eso. —Sonrió maliciosa ante la imagen que había evocado su mente.

Roy compró el camafeo y se lo entregó a Lizzie, esta lo abrió y efectivamente era el de su madre, dentro había una foto de ella cuando era solo un bebé, por la parte trasera de la tapa se leía el mensaje «Haremos lo imposible por hacerte de este un mundo mejor». Con los ojos llenos de lágrimas, abrazó a Roy y le dio un tierno beso en los labios.

Faltaba aún medio día para llegar a la academia, se habían detenido a comer, habían hecho muy buen tiempo e iban a llegar antes de lo previsto, acababan de comer cuando sintieron los pasos acercarse, todos se pusieron alertas.

—Recuerda lo que te dije —le susurró Roy a Lizzie, ella solo asintió.

Ya estaban en posición cuando los perros de Fermín llegaron, esta vez venían liderados por Paolo. Jasón debía seguir herido.

— Coronel Leonhart, ¿no está un poco lejos de su refugio? —le dijo Paolo con sorna.

— Estoy justo donde debo estar. —Fue la respuesta de Roy.

— Veo que te han enviado con niñera. —Los chicos giraron a ver a quién se refería, disimularon su sorpresa cuando la figura de Oliver estaba ahora donde estuvo Elizabeth, la chica no habló, ya que el poder solo te cambia en apariencia.

Antes de salir del pueblo, Roy le había ordenado a Lizzie que si había alguna situación con los secuaces de Ferrel debía adoptar el poder de Oliver y cambiar de apariencia, por alguna razón Ferrel estaba convencido de que era ella quien estaba destinada a acabar con él. El coronel no dejaría jamás que aquel tirano pusiera sus manos sobre su chica.

— No necesito niñeras —respondió Roy—. Solo salimos a pasear.

— ¿Viniste aquí solo para hablar con el coronel o piensas pelear con nosotros? —dijo Dean con impaciencia.

— Deberías aprender a cerrar la boca —escupió Paolo—. Aún no aprendes de tu hermanito, ¿no es así? —Antes de que pudiese terminar de hablar, un cuchillo de hielo le rozó el rostro dejándole un pequeño corte.

— Eso fue bastante silencioso, ¿no? —Dean tenía una sonrisa arrogante bailando en sus labios. Paolo levantó la mano y dio la orden de atacar.

Los chicos mantuvieron su posición, Lizzie, quien aún se hacía pasar por Oliver, se defendía muy bien, después de verla patear el trasero de dos de los perros de Ferrel, se relajaron y se concentraron en sus propias peleas, Darien lanzaba bolas de fuego, Keylha lanzaba sus flechas desde el aire, Dean lanzaba sus cuchillas de hielo, Suki con los cuchillos ninjas había cortado a varios, Tony, quien se había vuelto invisible, lanzaba shuriken y disparaba sin darle opción a sus enemigos de saber de dónde los atacaban.

Al darse cuenta de que era, una vez más, una batalla perdida, Paolo miró fijamente hacia el bosque, lanzó un silbido y todos emprendieron retirada.

— Dallara, Tucker. —Con un gesto de su cabeza, Roy dio la orden silenciosa de que vigilaran el bosque

— Suki, dame el botiquín, ahora. —El grito de Darien sacó al coronel de sus pensamientos, se giró rápidamente para encontrar a Darien y Dean alrededor de Lizzie, se acercó a paso raudo mientras Suki le tendía al castaño el botiquín de primeros auxilios. Roy le arrebató el bolso de las manos a la chica antes de que Darien lo pudiese tomar.

— Hey, pequeña, esa es una fea cortada.

— Ahora tendré una cicatriz de guerra, quizá me asciendan enseguida —bromeó la chica para ocultar el dolor. Roy se acercó para examinarla, Lizzie tenía la mano derecha sobre su brazo izquierdo, el coronel la quitó cuidadosamente y comenzó a limpiar la sangre.

— Coronel. —La voz de Keylha se oía urgente.

— Ahora no, Dallara.

— Coronel, tiene que ser ahora.

— Dije que en un momento, maldita sea —dijo fulminando con la mirada a Keylha. Se concentró en Lizzie otra vez, una vez que hubo terminado de limpiar, no podía creer lo que sus ojos veían.

De esoquería hablarte, coronel, Ferrel estaba en el bosque.

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