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Cuando las manecillas del reloj de mesa junto a la cama llegaron exactamente a las 7 en punto, las piezas hicieron "click" detrás del dial y comenzó a escucharse una pequeña melodía. A continuación, un muñeco en forma de conejo salió del techo y, al mismo tiempo, lo acompañó un "tic, tac" bastante agudo emitido por el medidor y el segundero.

"Uh... Que ruidoso"

Shia gimió un momento, luego se arrastró fuera de la cama, agarró su reloj y lo apretó con todas sus fuerzas. Pero de todos modos no pudo apagar la alarma porque no encontraba el botón. Mientras tanto, el despertador seguía emitiendo un fuerte sonido.

"¡TIC TAC TIC TAC!"

"¡Eres realmente molesto! No debería haber hecho esto, maldición".

Lo hizo un día, al darse cuenta de que no era muy bueno para despertarse temprano. Sin embargo, aunque cumplía la función para la que fue armado, de todos modos se enojaba bastante cuando se ponía a sonar y comenzaba a tener unas increíbles ganas de aventarlo contra la pared hasta destrozarlo en miles de pedacitos. Por supuesto, como se iba a dormir casi en la madrugada, el enojo era más que nada debido a la falta de sueño.

"Tal vez deba intentar dormir un poco más..."

Pero cuando finalmente detuvo la alarma y comenzó a frotarse los ojos utilizando las dos manos, entonces escuchó unos pequeños pasitos subiendo las escaleras desde fuera de la habitación. El sonido de una risa, unas manitas moviendo la manija y unos segundos después, sin previo aviso, la puerta del dormitorio se abrió y una bonita "masita" de oro entró volando en dirección a la cama. Dijo:

"Papi, despierta! Papi, papi ¡Ya es tarde!"

El niño de cuatro años hablaba con mucha energía, y lo mismo podía notarse cada vez que saltaba de arriba para abajo sobre el colchón. Tenía el cabello rizado, de un color dorado brillante que le hacía parecer como si toda la luz del sol estuviera metida justo allí. Además, había unos ojos grandes y brillantes de un tono miel y una boquita como de rosa que se abrió para decir:

"¿Ya vamos a desayunar, papi?"

"Buenos días, Milán. Ya, ya estoy despierto".

"No, no lo estás. Si te quedas en la cama vas a volver a dormir. ¡Levántate!"

Shia gimió "¡Ugh!" de nuevo.

"Te quedaste despierto hasta tarde otra vez, ¿Verdad, papi? Es malo para tu cuerpo. Te puedes enfermar y la cabeza te va a doler".

"Tienes razón ¡Qué inteligente es mi bebé!"

E inmediatamente después abrazó al niño que se había subido encima suyo.

"Milán, te ves muy lindo hoy también ¿Sabes? Mi pequeño bebé hermoso"

El niño comenzó a reírse con mucha fuerza. Las orejas de león, que estaban enterradas bajo un montón de cabello rizado, se balancearon de aquí para allá sin que pareciera poder controlarlas y además, aunque ahora no podía verse debido a los pantalones de su pijama, resultaba que tenía una colita flexible en forma de látigo unos centímetros arriba del inicio de las nalgas. Era delgada, pero en la punta tenía mucho cabellito tupido y café.

"Qué lindo".

Decía Shia todo el tiempo. No mentía al decir que cada vez que veía esas orejitas peludas y esa linda colita de león en su trasero, se derretía en su lugar hasta parecer no menos que un charco.

Su hijo, Milan, era uno de los llamados "hombre bestia". Pero aunque no era raro verlo de esta forma debido a que en el "Reino de Rufus" el 80% de los habitantes eran mitad animal, Shia, su padre, era de una raza humana muy poco común. Tenía las orejas lisas y pegadas al lado de la cara, no tenía pelo, y no le crecía cola tampoco. De hecho, tenía el cabello liso y rígido, y era tan negro como el de un cuervo o un gato. Sus ojos eran rasgados, color marrón oscuro, y su cuerpo parecía delgado y poco musculoso. No tenía cara de bebé, pero tampoco podía decirse que fuera alguien maduro, y mucho menos alto entre los humanos. La mayoría de las veces parecía más joven que su edad real, que era de 27 años y decían que parecía asustadizo. Pero como el bebé era fruto de un varón humano y un hombre bestia, oficialmente la gente del vecindario pensaba que Shia y Milan no estaban relacionados por sangre.

Cuando los humanos y los hombres bestia se apareaban, era difícil que nacieran bebés de este encuentro. Algo de sentido común en su mundo. Sin embargo, Milan era genuinamente, un bebé que se había formado en el vientre de Shia.

Tomaría mucho tiempo hablar de lo que pasó y no tenía la confianza de contar sobre el otro padre del niño. Era por eso que Shia ni siquiera le platicaba a Milán sobre él y no le dio tampoco su nombre. En realidad, las únicas personas que conocían la verdad eran el propio Shia, sus amigos y la propietaria de la casa.

"¡Shia, Milan! Hice el desayuno así que vengan ya antes de que se enfríe."

Era la casera, Margo.

Shia y Milan vivían en una habitación independiente que alquilaban en la casa de Margo. Ella vivía con su esposo allí, era madre soltera de un universitario y, además, cuidaba al bebé cuando Shia estaba durmiendo.

Por alguna razón, Shia y su niño fueron tratados como sus propios nietos, por lo que Milan frecuentemente llamaba a Margo su "abuelita".

"¡Sí!"

"Ya vamos, ya vamos."

De mala gana, Shia se arrastró fuera de la cama. Milan, por otro lado, saltó al suelo y comenzó a correr en dirección a las escaleras.

"Amor, ¡Límpiate bien la cara antes de bajar!"

(Se parece mucho a su padre...)

Bostezó, murmurando esto dentro de su cabeza.

El rey león Alfa y su amante secreto (Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora