Capítulo VIII

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Jenna

Cuando Reyna me dijo que Leo quería que nos reuniéramos mis amigos y yo con ellos no sabía muy bien el por qué. Al llegar a la cabaña solo estaban Leo, Beck, Lois y Carlos, yo pensaba que estarían todos sus hombre. Él nos indicó que nos sentáramos en unas sillas que había libres. Tenía miedo, no lo puedo negar. Estaban los cuatro tan serios que me ponían nerviosa.

-¿Qué pasa?- preguntó Reyna por fin.

-Echamos a todos nuestros hombre del campamento.

Yo sonreí y miré a mis amigos que también estaban sonriendo. Nos agarramos las manos mientras las agitábamos de alegría, pero al ver su semblante me di cuenta de que eso no era todo, de que había algo más.

-¿Qué pasa? Nos os tendréis que ir vosotros también, ¿no?

-No-esta vez fue Carlos el que contestó-, pero nuestro jefe vendrá en unos días para matarnos a todos.

La sonrisa de los tres se borró de repente. Miré a Sam y pensamos lo mismo, "¿llegaría mi tía a tiempo para ayudarnos?"

-¿La barrera está abierta?- preguntó Reyna, pero los cuatro negaron con la cabeza al unísono-. Y, ¿a que se debe este cambio repentino?

-A que nos parecía mal lo que estábamos haciendo- contestó Lois agachando la cabeza sintiéndose culpable.

Los cuatro muchachos se pusieron de pie a la vez y se dirigieron a la puerta. Reyna y yo nos levantamos y los paramos para darles un abrazo al que después se unió Sam.

-Gracias-dije.

Y lo sentía con todo mi corazón, este acaba de ser uno de las mejores noticias que me podían dar en el día.

Salimos todos juntos de allí hablando de las estrategias que podíamos utilizar si mi tía no era capaz de romper la barrera y venir antes de que el día del desastre sucediera. Después de eso cada uno se dirigió a su cabaña, en el camino cogí una rama que vi en el suelo para dársela a Pax y que jugara con ella. Lo primero que vi al abrirla puerta fue a Pax tirado en el suelo, me asunté porque nunca se tumbaba y me tiré de rodillas a su lado. Su pecho no se movía y no le notaba la respiración.

-¡Sam!-grité todo lo que pude- ¡Sam corre ven!

Mi mejor amigo me escuchó pero tardó unos minutos e venir de su cabaña a la mía corriendo. Se arrodilló también al lado de mi perro y le hizo unos exámenes de salud para ver si estaba bien. Negó con la cabeza.

-No...-dije mientras apoyaba mi cabeza en su pecho y empezaba a llorar.

Pax había estado conmigo desde que tenía memoria, siempre me acompañaba a todos lados y me protegía si hacía falta. Nunca se lo dije a nadie pero creo que saltaba a la vista, Pax no era un perro, era un lobo. Lo encontré con dos años abandonado en medio del bosque, un poco más adelante estaba toda su manada muerta. Mi madre y yo decidimos llevarlos para nuestra casa y cuidarlo lo mejor posible. Sabía que ese día llegaría algún pero no lo solía pensar, es más, se me olvidaba, a veces hasta creía que viviría eternamente o por lo menos hasta que yo me muriera.

Le hicimos el funeral típico de Sáterix y como en cada funeral, llovió. Creo que el cielo ya sabe que alguien ha muerto porque siempre se pone a llover en ese momento. Cuando se terminó no me apetecía entrar, me quedé allí fuera, bajo la lluvia, en frente de su tumba. A mi lado se sentó Sam, también mirando hacia ella.

-No hace falta que te quedes aquí, se te van a mojar tus preciosos rizos.

El pelo de Sam era corto y rizado, sus ojos de color marrón y sus cejas algo gruesas.

-Situ te mojas yo también.

-Y yo- dijo Reyna, su pelo castaño y largo ya estaba todo mojado y en sus ojos marrones se veía tristeza, ella también quería mucho a Pax.

-Y yo- Carlos se sentó al lado de Reyna, su pelo castaño creo que era el que menos mojados estaba y sus ojos verdes me transmitían compasión.

-Y yo- dijo Beck mientras se sentaba también.

-Y yo- Lois siguió a su hermano mayor para sentarse.

-Y yo- el último fue Leo, que me puso una mano en el hombro para después sentarse a mi lado.

Los miré a todos allí sentados, mojándose enteros para que no estuviera sola.

-Familia-le dije-, eso es lo que somo. Una familia.

Sáterix II: Un mundo extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora