Capítulo XI

1 0 0
                                    

Jenna

Cuando por fin pude volver a ver claridad ya no estaba en el campamento, estaba en una habitación enorme de ancho y alto. Era oscura y fría, tenía unas columnas negras que estaban colocadas para formar un círculo. Al fondo había un trono, uno que tenía das en el respaldo y era de color negro también. Un momento, yo había oído hablar de ese trono, estaba en la Sociedad de Asrum. Estiré mi mano para coger mis muletas pero no estaban allí, entonces me tuve que levantar con esfuerzo. Cuando ya estaba de pie vi a lo lejos un arco y unas flechas, fui cojeando lo más rápido que pude hacia ellos y me puse el carcaj en la espalda para que se me fuera más fácil y cómodo coger las flechas.

-Chica lista.

Puse una flecha en el arco y me giré rápido hacia la dirección de donde venía la voz. Unos pasos más alejados de mi había un hombre alto, de pelo castaño y ojos marrones, con un ligero parecido a los hermanos. No, no podía ser, no podía ser el padre de ellos, imposible.

-Sí, sí que lo soy.

-No me leas la mente, monstruo.

-Ag-puso los ojos en blanco y empezó a andar haciendo el círculo de las columnas.

-No te muevas o disparo la flecha- se paró.

-No serías capaz.

-Créeme que sí.

-Entonces serías tú la que te convertirías en un monstruos o, espera, ya lo eras al matar a tu abuelo.

Otra vez ese tema, por qué no entendían que no era monstruo por haberlo matado, porque no entendían que me lo quitó todo. Espera, ¿o sí era un monstruo por ello?, no, no lo era, bueno no sé. No.

-Él me lo quitó todo, se lo merecía.

-Nadie se merece morir, Jenna.

-Él sí- grité mientras mis ojos se llenaban los ojos de lágrimas-,además Argost no era ni mi abuelo, mi verdadero abuelo era Fax. Argost mató a mi abuelo, a mi abuela, a todos sus amigos, a mi padre, a mi madre, a mi tío Alex y por si fuera poco me dejó coja. Yo solo era una niña, una niña que necesitaba a su familia viva, no muerta, ¿y tú me llamas monstruo? Si soy un monstruo por matar alhombre que me arruinó la vida, entonces estaré encantada de matar al que tengo delante que le está quitando la vida a sus hijos, el que le quitó la vida a mi hermano y él que me alejó de toda mi familia por segunda vez. Y créeme cuando te digo, que no me voy a arrepentir en ningún segundo de mi vida, igual que con Argost.

Hice que iba a soltar la flecha pero no lo hice porque sabía que se transportaría a otro lugar de la sala. Me giré en su nueva dirección y esta vez si que la lancé. La intentó esquivar pero le hizo un corte en el brazo. Alzó su mano e hizo que me elevara un poco del suelo por el poder de las sombras. Noté como unas manos entraban en mi cabeza y no sé explicar la sensación que me transmitían, pero me hacían daño, mucho daño. Solté un grito de dolor y después de un rato otro, luego me soltó.

-Dime, ¿que le pasó al núcleo de la Niebla?

-¿Qué?

Me volvió a coger por esas manos de sombras y volví a soltar otro grito de dolor.

-Dime donde está.

-No lo sé, yo no estaba presente, solo sé que se destruyó con la Niebla.

-Mentirosa.

Esas manos apretaron más aún, otro grito. Nunca había gritado de dolor, ni cuando me quedé coja.

-Te juro que no lo sé- las lágrimas empezaron a salir de mis ojos otra vez, pero es que dolía demasiado.

Sáterix II: Un mundo extrañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora